El Ayuntamiento de Málaga vive una época de inflación de las mayorías absolutas. Qué duda cabe. La composición de la corporación tiene, desde ayer, algo de patch work. Esto viene a ser todos separados y revueltos a la vez. Como esas familias desestructuradas que tanto gusta sacar en televisión para ver si se pueden encauzar de nuevo. Con María Gámez, Ysabel Torralbo y Eduardo Zorrilla queriéndose con locura hasta la semana pasada, la posibilidad de un cuatripartito amenazó con convertir el pleno de investidura de ayer en las páginas de un bestiario para Francisco de la Torre.

Si se aplica el teorema universal del amor, el único modo de medir cuánto se ama una alcaldía de verdad, es perdiendo una alcaldía. Es difícil imaginar la cara de De la Torre, con felicidad contenida por fuera pero radiante en sus entrañas, si la conspiración mayúscula orquestada por el frente de la izquierda hubiera llegado a buen puerto. La estabilidad para De la Torre, sin embargo, vino ayer subida en un bote salvavidas de color naranja y capitaneado por un asturiano residente en la Cala del Moral, que hizo ayer su irrupción en la escena municipal con alborozo y papel de iluminado. Hablaría, más tarde, del PP como formación con la que «mayor sintonía hemos encontrado a lo largo de las intensas negociaciones». Adelantando lo elemental, cabe reseñar que el movimiento en las inmediaciones de la Casona, vestida de gala para la ocasión y en laque solo faltó resucitar a una bella doncella de largo pelo rubio para completar a los maceros y que todo pareciera de una época medieval, fue intenso ya desde una hora antes de que diera oficialmente comienzo el pleno de investidura. Los concejales electos celebraron su nuevo estatus con la entrega de las medallas corporativas de las que hizo entrega el antiguo y nuevo alcalde, Francisco De la Torre, una vez superado el trámite de las votaciones. Algunos no se las quitaron ni para almorzar. Sin la más mínima posibilidad de un tamayazo, el candidato popular se hizo de nuevo con el bastón de mando, que es al poder en un ayuntamiento lo que la espada de Excalibur para los mortales, y representa a la perfección un lapso de tiempo anclado en la parafernalia del pasado. Lo vivido ayer en el Ayuntamiento de Málaga contrapone dos formas de entender la política. La del Partido Popular y Ciudadanos, una manera de maniobrar basada en el «sentido común» y en la «responsabilidad». Todo bien presentado bajo la etiqueta de los trajes y las buenas sedas que se venden en los grandes almacenes. Por otro lado, la visión vertical de la política. La de parar desahucios y jurar fidelidad al Rey, no por convicción sino por imperativo legal. Representado sobre todo por Málaga Ahora e Izquierda Unida. También por el PSOE, aunque con matices porque, como volvieron ayer a demostrar en el acto de investidura, el socialista es más revolucionario en la calle que dentro de las instituciones.

El pleno de investidura fue llevado por el secretario del Ayuntamiento, Venancio Gutiérrez, que ha decidido envejecer junto a Francisco de la Torre. El primer escollo para tomar el acta de concejal llegó con el juramento. Los del PP juraron fidelidad a los malagueños y al Rey sin pensar en nada más. En el PSOE lo de ser republicano, en todo caso, se lleva por dentro y también se prometió sin problemas. Los concejales de Ciudadanos también cumplieron con el trámite y se quedaron con ganas de gritar «viva España». En Málaga Ahora el fin justifica los medios. Por eso juraron por «imperativo legal y como instrumento para devolver la soberanía al pueblo».

Lo conocido es controlable y el interés estaba puesto en los discursos de los novatos. Cassá, que no es precisamente un misántropo y se abrazó con todo el mundo, protagonizó la anécdota del día cuando habló de las «indios sin crasia» de los barrios malagueños. Ysabel Torralbo, por su parte, se empeñó en rociar el salón de plenos de gasolina e incendiarlo todo. Con el karma disparado, culpó al alcalde de haberse «formado en las políticas del franquismo». Quedó la sensación marchita de que las sonrisas se quedaron en la ronda de negociaciones.