«Nosotros entendíamos que el Ayuntamiento tenía aquí una especie de concejal. Era Pepe Peralta quien estaba en El Palo y todo lo recibía él: lo bueno y lo malo», cuenta Falele Rodríguez, histórico dirigente vecinal de la asociación de vecinos del Palo, que subraya que Pepe Peralta llegaba a trabajar hasta 16 horas diarias para atender a los vecinos: «Se quedaba hasta las 11.30 de la noche en reuniones maratonianas y nunca pidió horas extras».

Falele Rodríguez resalta la entrega por su barrio de Pepe Peralta porque el antiguo funcionario, municipal, jubilado en el 97, sigue siendo una persona modesta que responde que «mi intención era servir, no quiero que nadie me alabe porque esa era la obligación de mi trabajo».

Y sin embargo, la vida de Pepe Peralta estuvo muy cerca de tomar un rumbo muy distinto porque este paleño nacido en 1932, una persona muy religiosa, en sus tiempos de estudiante quinceañero en el ICET del padre Ciganda sintió la vocación y quiso hacerse jesuita. «Me admitieron en el noviciado del Puerto de Santa María, allí estuve cerca de un año hasta que mi padre dijo que yo era menor de edad y me sacó. Yo no quería salir pero un padre maestro al final me dijo: mira, es la voluntad de Dios. Y sería la voluntad de Dios», concluye.

Así que entró a trabajar con su padre, Antonio Peralta, en la cochera de los tranvías, en el Valle de los Galanes, donde su padre era jefe de talleres. Por entonces la familia - sus padres Antonio y María Victoria y los seis hijos- vivía enfrente, en la avenida Juan Sebastián Elcano. Pepe recuerda que aunque trabajaba como oficinista, le atraía mucho el mundo del taller y alguna vez se llevó un susto serio con la corriente. De los tranvías cuenta que «en este tiempo de verano no había una cosa más bonita, cómoda y fresca que la jardinera descubierta».

Pepe viajaba mucho en tranvía, para él gratis, solía frecuentar mucho el Centro para visitar la parroquia de Santiago. En ese tiempo era miembro del consejo de Acción Católica y sigue recordando con afecto al cardenal Herrera Oria, de quien dice que «era muy humano, una persona extraordinaria y había veces que cuando hablaba parecía o daba a entender que estaba en contra del régimen».

Hacia 1967, en tiempos del alcalde Antonio Gutiérrez Mata, ingresa por oposición en el Ayuntamiento y trabaja en el edificio del Parque hasta que con la llegada del siguiente alcalde, Cayetano Utrera Ravassa, queda el número uno en un examen municipal y éste le da a elegir destino. «Escogí El Palo porque yo soy paleño y mi padre poco antes de morir le dijo a mi madre que quería que lo enterraran en El Palo», recuerda emocionado.

«No había concejal, no había técnico, nada más que estaba él», precisa Falele Rodríguez, que subraya la disponibilidad absoluta de Pepe Peralta, quien después de trabajar como le correspondía de 8 de la mañana a 3 de la tarde, volvía a las 3.45 a su puesto de trabajo para atender a los vecinos hasta el anochecer, al tiempo que ejercía de secretario en los consejos municipales, asistía a reuniones o gestionaba ayudas.

«El distrito estaba entonces en el antiguo matadero de la calle Real. Hicieron una habitación y al año mandaron a un policía, Moyano, una excelentísima persona, después aumentó un poco más la policía pero yo estaba solo», cuenta el antiguo funcionario municipal.

Pepe Peralta tiene muchas anécdotas de esos años 70 en los que El Palo iba logrando infraestructuras básicas y al mismo tiempo vivía el cambio político. Todavía en vida de Franco recuerda que en una calle del barrio, en lo alto de un poste de la luz, alguien colgó una bandera comunista.

«A los tres o cuatro días recibí la llamada de un comisario de policía, me dijo que yo sabía mucho del Palo y quería saber lo que pasaba».

El caso es que el responsable del distrito fue citado en comisaría y el policía trató de sacarle información sobre el incidente y los autores. «Me quiso atemorizar con el gobernador y le dije que a partir de mañana hablaría con el alcalde para que me cambiara a Málaga porque yo no sabía lo que pensaban los demás ni me importaba». Pepe Peralta se quejó al alcalde «y ya no me volvieron a molestar más».

De su trabajo al frente del barrio, y aunque quiera restarle importancia por su modestia, se queda con las obras para dotar de agua muchas zonas, la instalación de farolas y las calles asfaltadas.

La Feria del Palo

Y si a diario trabajaba a destajo -lo que apenas le dejaba espacio para la vida familiar, para su mujer Pepita y sus hijos Miguel Ángel, ya fallecido, y Fátima- el trabajo aumentaba cuando llegaba la Feria del Palo. «Él era la cabeza visible del Ayuntamiento y delegaban en él todo», dice Falele Rodríguez, que también menciona su buen trabajo a la hora de organizar la procesión de la Virgen del Carmen, unos tiempos que Pepe Peralta recuerda con cariño por la sencillez que entonces desprendía esta expresión religiosa. Por si esto no bastara, compaginó mucho tiempo su trabajo oficial con el de presidente de la mancomunidad de propietarios en la que vive, formada por tres bloques.

Se quedan en el tintero muchos momentos de su vida, como la gran afición al mar. No se le olvidará mientras viva ese verano que se montó en un balandro en la playa de las Acacias con su amigo Fernando Aguilera. «Nos cogió un temporal y no podíamos volver. Tuvimos que meternos más adentro y coger el puerto. Como la ropa nos la habíamos dejado en la playa nos tuvimos que subir al tranvía en bañador. No veas la que se lió en mi casa porque en la playa nos echaron de menos y nos daban ya por perdidos».

En el Ayuntamiento los tiempos cambiaron, llegaron funcionarios e incluso en los últimos tiempos confiesa que lo pasó mal cuando fue relegado por un jefe poco consciente de su dedicación y experiencia.

Sin embargo, conserva una carta de agradecimiento de la entonces alcaldesa Celia Villalobos cuando se jubiló en el 97, en nombre «de todos los alcaldes y corporaciones que me han precedido y que tuvieron la suerte de contar con su entrega y profesionalidad».

También por esos años la asociación de vecinos del Palo le dedicó un sentido homenaje. En la actualidad todavía mantiene mucho contacto con el exconcejal socialista del Palo Manuel Ramírez, de quien señala que es «una excelentísima persona y vi en él muchas cosas de humanidad que nadie se enteró».

También en El Palo muchos vecinos siguen recordando la humanidad y generosidad de Pepe Peralta. Sus nietos Paula, Lidia y José Antonio deben estar orgullosos de su abuelo, para los vecinos el concejal a perpetuidad del Palo.