Trabajar mientras el resto descansa suena raro en infinidad de lugares salvo en la Costa del Sol. Cientos de personas ven con la subida de temperaturas y la afluencia turística la única forma de que los ingresos lleguen a casa.

De las más de 3.800 personas que abandonaron la cola del paro durante junio en la provincia, el sector servicios es el que se lleva el grueso. Arrancan los meses de oro para la hostelería y todos los negocios que giran alrededor de la costa.

El espetero preparando las sardinas para que los visitantes las degusten en la mesa es una de las estampas más típicas del litoral. Francisco Fajardo está al frente de una de las barcas donde se espetan las cientos de raciones que saldrán esta temporada. A sus 37 años, lleva nueve en este oficio y ha notado los estragos de la crisis en primera persona.

Si antes lo contrataban durante seis meses, las últimas temporadas no ha logrado hacerse con un contrato de más de tres meses. Ahora está en el restaurante Casa Franco y reconoce que los fines de semana sí son como años atrás, cuando no paraban ni un instante. Espera que se anime un poco más con la entrada de julio y da gracias por seguir al pie del cañón. El resto de meses necesita solicitar la ayuda para llegar a fin de mes.

La crisis ha pasado factura y los trabajadores son los primeros que han notado el descenso de meses contratados. Muchos acusan la llegada de las pulseras «todo incluido» a los hoteles como protagonista de los males actuales.

El propio José Camacho, con un kiosko a pie de playa desde hace 30 años, se muestra positivo y asegura que se ve más movimientos que al inicio de la temporada de los últimos años.

Eso mismo cree el joven que está a cargo de uno de los puestos de hidropedales de la costa. Los visitantes tuestan su piel al sol aunque el negocio en el que pasa el verano no atraviesa su mejor momento. Reconoce que los «todo incluido» están haciendo daño a los negocios que ofrecen servicios por el paseo marítimo.

«Ayer solo alquilé dos hidropedales», señala Juan Carlos al mostrar su libreta. Lleva desde el 15 de junio en el puesto, momento en el que obtuvo su jefe la licencia. Pasa unas 9 o 10 horas diarias y mientras haya turistas, ahí seguirán. Le hubiera gustado incorporar nuevos servicios a su puesto como tablas de paddle surf pero la burocracia y otras cuestiones económicas lo han hecho imposible. El resto del año tira con lo obtenido estos meses, mientras lo combina con un puesto en el mercadillo.

Los jóvenes aprovechan esta época para hacer un dinero extra y compaginarlo con su rutina del invierno. Es el caso de Francisco Javier. Con 25 años, esta preparándose unas oposiciones y, al ser voluntario de Protección Civil, durante la época estival hace de socorrista terrestre y marino los días que puede y se saca un dinero con las dietas que le dan por prestar sus servicios.

Débora (25 años) hace lo mismo desde hace años. Lleva cuatro temporadas en la misma tienda de souvenir durante la época fuerte y aprovecha para ahorrar por si no sale nada durante el invierno.

Camarero, el empleo estrella. Es el colectivo que más nota el incremente de empleo. Muchos logran un contrato que les salva el verano y otros, que están durante el resto del año, incrementan su jornada. Es el caso de Sara Farouki. Empleada de la hostelería desde hace 15 años, está todo el año en el chiringuito Familiar pero ahora aumenta la jornada y echa todo el día. «Junio no ha estado mal y parece que el verano pinta bien», explica. Frente a este trabajo con solera están otros que se han creado ante la necesidad de encontrar un empleo.

Es el caso de Inon Galis, un osteópata de 38 años que ha montado por vez primera su carpa en la playa, entre un chiringuito y las hamacas. No va todo lo bien que le gustaría pero dice que aguantará. «Ayer mismo terminé de pagar todo lo que me pedía el Ayuntamiento», explica.