Asegura que el 25% de los abusadores recibieron abusos en la infancia, por lo que alerta de la importancia de afrontar el problema de base. Cree que es básico hablar con naturalidad en casa del sexo.

­Los abusos sexuales en la infancia, ¿en qué medida afectan al desarrollo de la persona?

En mucho, a nivel psicosocial, físico... Pero es cierto que hay muchas personas que tienen sus recursos propios. Según varios estudios el 15% de la población ha sido abusada en la infancia. Muchos llegan a la consulta de psicología por otro tipo de problemas, como anorexia, problemas sociales... Y al cabo de varias sesiones, el abuso aflora, porque ha empatizado, y cuentan su problema. Muchas lo contaron en la infancia pero no le hicieron caso, eso es la negación de la familia. Son traumas que te impiden llevar una vida normal, la familia reniega. Es como una vergüenza familiar, por eso muchos no lo cuentan o denuncian.

Habla de familia. ¿Los abusos suelen venir de ahí?

Son familiares o personas muy cercanas, pero sobre todo del ámbito familiar: hermanos, padres, abuelos, tíos, primos...

¿Pueden estos casos derivar en problemas de salud mental?

No suele ser habitual, puede haber muchos conflictos en la vida social y en el psique. Sí hay una consecuencia dependiendo del grado, si desarrollan una adicción al juego o a las drogas... Por ahí pudiera ser que derivara en otra cosa, pero sería más la consecuencia de ese uso por paliar su situación. Muchos intentan suicidarse.

Los expertos alertan de que en muchas ocasiones el abusador ha sido abusado en la infancia.

El 25% de los abusadores han sido abusados. Por eso va por ahí el afrontamiento, para que no abusen cuando sean adultos. Con los abusos la persona aprende a disfrutar, aprende el sexo. No saben cómo es el sexo y entonces lo disfrutan, tienen sus orgasmos... Y entonces ahí vienen los sentimientos de culpabilidad, porque muchas personas cuentan que quieren volver a sentir eso, porque lo vivieron en una edad en que no era lo correcto. Los abusadores no lo ven mal porque les ocurrió: lo intentan, el abusado no hace nada, pues sigue. Después tienen sentimientos de culpa y se cuestionan qué están haciendo. Algunos piden ayuda, pero pocos.

Hay madres, abuelas, que permiten los abusos por parte de sus parejas. ¿Por qué?

Yo le llamo contención familiar, es una de las secuelas más grandes, tienen miedo a que la familia se desestructure. Si es una persona del exterior todos van contra ella, ahí no suele haber problema. Pero cuando es un familiar no salen, porque tienen que romper con la familia. Esto ocurre en el 90%, algo tiene que haber de verdad cuando toda la gente lo hace. Previenen que ocurra desde el exterior - «no te vayas con extraños»- pero si es en la familia no quieres alarmar. Es por la estigmatización, por vergüenza social se silencia.

¿Cree que los abusadores son personasenfermas?

No, para nada. Ellos han aprendido eso cuando abusaron de ellos, lo llevan a cabo porque es una forma de ser, su personalidad. Ellos dicen que no han hecho nada malo: cuidan a sus víctimas, las tocan... El que utiliza a los niños no piensa que está haciendo algo malo, lo ve natural.

¿Cree que alguien con ese instinto puede frenarlo o corregirlo?

Con tratamiento sí, pero primero necesita reconocer el problema, porque lo principal es que no lo ve como algo malo. Cuando hay alguien que lo reconoce sí, claro. Pero cada caso es especial y no se puede generalizar. Los niños necesitan experimentar, la sexualidad en casa tiene que ser un tema natural.