Hasta el 15 de julio la calle Larios seguirá exhibiendo los paneles que repasan medio siglo de la Facultad de Económicas con textos, recortes de prensa y fotografías históricas, un trabajo que ha sido posible gracias a quien hasta hace unos meses era el director del Centro de Tecnología de la Imagen, Javier Ramírez, recién jubilado.

El parto de los montes podría asemejarse a la labor de selección que para este trabajo ha realizado porque como explica, «probablemente he empleado varias decenas de miles de fotos porque no son sólo las que en ese momento veo sino las que tengo en la memoria». Experto en Historia visual, está convencido de que esta es ya un valioso instrumento de análisis histórico. Por eso, de la mano de la Historia y la Historia visual hace unos días impartió una conferencia en la Sociedad de Amigos del País para reflexionar sobre la Málaga de hace 50 años y el impacto que tuvo la llegada de la primera facultad.

Para empezar, fue una llegada muy polémica y puede decirse que Málaga la obtuvo a pesar de Franco: «Es algo más que un chascarrillo, lo cuenta en su libro el secretario de Franco. Cuando visita Málaga en 1961 inaugura la Ciudad Educativa del Ejido (Peritos, Magisterio y pare usted de contar), un grupo de estudiantes lo recibe y una de la pancartas dice, ´Caudillo, necesitamos centros de enseñanza superior´, eso le sentó a Franco como un tiro porque en un país acuartelado las peticiones no están bien vistas».

En 1963 el gobernador civil Ramón Castilla anuncia la oferta formal del Ministerio de Educación para la construcción de una Facultad de Ciencias Económicas, Políticas y Comerciales en Málaga, pero con una particularidad: aunque la sede está en Málaga, «la facultad se la dan a la Universidad de Granada».

Pese a que la facultad «nace degradada» al no suponer el nacimiento de la Universidad de Málaga, Javier Ramírez recuerda que la de Económicas «era una facultad muy deseada en toda España», ya que hasta entonces sólo había tres: en Madrid, Barcelona y Bilbao y además en un mapa universitario desolador para el sur de España: en 1963 había doce universidades en la mitad norte, mientras que la mitad sur, incluida Canarias, sólo contaba con tres.

Por eso, dice estar «totalmente de acuerdo» con las palabras del entonces alcalde García Grana, «que dijo que la concesión de la facultad era la noticia más importante de la historia de Málaga en el plano cultural».

El curso se abrió en 1965 en el edificio de los antiguos juzgados, en la Alameda Principal (hoy sede del Archivo Municipal) y no fue hasta 1968 que se pudo comenzar en la nueva facultad, en El Ejido. Precisamente ese año, recuerda el exdirector del CTI, la reforma del mapa universitario vuelve a dejar Málaga sin universidad, para descontento de muchos pero como recalcaba al hilo de la visita del 61, «este señor (Franco) se empeñó en que Málaga no tuviera universidad».

Lo que sí tuvo fue por fin edificio para la facultad y sin embargo, con una historia muy aciaga. Obra del arquitecto Fernando Morilla, «al año de inaugurarse ya presenta grietas considerables y en una década se declara en estado de ruina progresiva, hasta que en el 78 los alumnos pasan a unos barracones. Yo creo que se construyó con mucha rapidez, la ciudad tenía pocos recursos y tenía que hacer la facultad».

Curiosamente, y volviendo a la Historia visual, Javier Ramírez llama la atención sobre que en el archivo del CTI «tenemos fotos de las grietas del edificio pero no de los barracones porque eso es el reconocimiento de un fracaso».

De cualquier forma, la inauguración de la facultad constata que este germen de la futura universidad se convierte uno de los dos grandes elementos de progreso de la Málaga de entonces, junto con el turismo.

Y algo que destaca este experto, «mientras que para cualquier carrera universitaria los malagueños se tenían que ir fuera, Económicas podían estudiarla aquí, pero también todos lo que tenían que estudiar Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales del sur de España».

Por primera vez, Málaga recibía estudiantes universitarios de fuera, se convertía en una modesta Granada y además con una facultad que se presenta «como un modelo de renovación aparente del régimen y que responde a un momento en el que España empieza a tener una apertura al exterior, por lo que hay que demostrar que aquí las ideas circulan y las facultades son novedosas».

Los primeros alumnos son sólo 80, «y ahí se nota el esfuerzo de estos años porque de los 80 de entonces a los 35.000 de nuestros días hay un valor que no podemos negar», comenta.

Lo que sí consigue la nueva Facultad de Económicas, lógicamente con todos los catedráticos venidos de fuera, entre ellos Ramón Tamames, es renovar las ideas y convertirse «en un sitio de intercambio de opiniones». Prueba de ello, recalca Javier, es que cuando comienza la Transición, «todos los políticos, desde Fraga Iribarne a Felipe González empiezan a pasarse por el paraninfo de la Facultad; es el sitio más grande, pero podía haber sido también el Cervantes». A este respecto, recuerda el mitin de Felipe González del 76, en el que «no cabía absolutamente nadie y se decía que la facultad se iba a caer de verdad. A partir del 77 se prohibió de forma expresa celebrar aquel tipo de encuentros».

Javier Ramírez no esquiva los aspectos negativos de esos años como una planificación industrial «absolutamente equivocada», centrada en la llegada de industrias contaminantes y con la industrialización, la llegada masiva de la población, la construcción «sin ningún tipo de mesura» y la especulación inmobiliaria.

En su opinión, la construcción desaforada, la falta de rigor en el planteamiento y el oportunismo también son producto de la falta de cultura. Por eso, al echar la vista atrás medio siglo concluye que «conviene apostar por la Educación y la Cultura y tenemos que seguir ahí». En cuanto a esa primera promoción de 80 alumnos... todos consiguieron trabajo.