­Después de innumerables años en la vía principal del Centro, la tienda de calzado Antonio Parriego abandona su sede situada en la calle Larios, para emplazarse en otro local nuevo en las inmediaciones de la calle La Bolsa.

El establecimiento tenía un alquiler de renta antigua y la ley de arrendamientos urbanos, que data de 1994, establecía una moratoria de veinte años que concluyó el 31 de diciembre de 2014.

A partir del vencimiento del plazo, los contratos de renta antigua quedaron anulados, y se deben firmar nuevos ajustados al mercado, con lo que el precio subiría desorbitadamente: «Se ha oído que tenemos que pagar 30.000 o 40.000 euros mensuales. Aquí la mayoría de negocios están pagando eso o más. Es mucho dinero y por eso nos trasladamos», sentencia Francisco Fernández, dependiente de Antonio Parriego desde hace 43 años.

La mudanza al nuevo local supondría un coste prácticamente nulo a la empresa, pues pertenece a los dueños de la tienda de calzado, desde que comenzara su andadura hace más de 52 años: «En principio volvemos a las raíces. Al mismo local donde se abrió la primera tienda, situado en una zona peatonal, lo que le va a dar mucha vida» concluye Félix Muñoz, encargado.

Según Muñoz, no es la primera vez que un establecimiento de Antonio Parriego se ve obligado a cerrar, ya que anteriormente sufrió la ira de Fnac: «Teníamos una en el Málaga Plaza, lo que ocurrió fue que la primera planta la cogió Fnac y tuvimos que dejar el local porque no nos dejaron opción, no había más remedio».

Francisco Fernández, que comenzó su andadura en la empresa como botones, recuerda con nostalgia aquel tiempo pasado, caracterizado por las ventas y el trabajo a mansalva: «Los inicios fueron muy buenos porque todo el día se estaba vendiendo, incluso repartíamos los zapatos a domicilio una vez que cerrábamos la tienda por la tarde».

Además, una gran dosis de esfuerzo unida a una buena política empresarial desembocó en que Antonio Parriego prosperase en un sector, que por la época se caracterizaba por una competencia ardua: «Por esas fechas había muchos competidores, como Bravo y Dove. Había mucha calidad en este tipo de productos, y con precios muy asequibles», explican.