­Baila con genio. Escribe con duende. Loli Vargas es una artista con ángel que quiso estudiar Historia del Arte en la UMA mientras viajaba a Canadá o Suecia para ganarse la vida como bailaora. Y que tras 9 años de duro trabajo, de esfuerzo y sacrificios, de viajes y consultas de archivos de Barcelona o París, logró el doctorado tras defender su tesis Picasso: iconografías del baile, con la que logró aunar sus dos pasiones. Una obra que además le valió para hacerse con el premio Málaga de Investigación en la categoría de Humanidades el pasado año 2013. Dos años después, ha logrado hacer realidad un sueño que no ha sido fácil: ver publicado su libro.

Las obras galardonadas por la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y la Academia Malagueña de las Ciencias reciben un premio en metálico y la publicación de los trabajos a través del centro de Ediciones de la Diputación, como es el caso. Los Premios Málaga de Investigación nacieron en 1967 y tienen una gran tradición. Para Loli Vargas fue motivo de una doble alegría, ya que, por un lado, se reconocía su trabajo, un aspecto poco estudiado hasta ahora del pintor malagueño; y por otro, salía de un inexplicable ostracismo de algo más de dos años metido en un cajón de la Fundación Casa-Natal.

«Para que haya belleza detrás hay mucho dolor», resume esta bailaora. «Mi conocimiento de la danza me ha ayudado para percibir el ritmo que Picasso imprimía a sus obras. Nunca pintaba motivos inertes. El baile forma parte de mi vida y puede que esta sensibilidad me permita ver que hay algo más que la interpretación clásica que tradicionalmente los expertos han dado. No es que las desmienta, sino que con mi trabajo aporto elementos que sirven para reivindicar el origen andaluz y malagueño de Picasso y sus gustos por el baile», explica Vargas.

Y nada de ballet clásico. De hecho, Picasso se casa con Olga Koklova, que era bailarina, pero pese a ello, es su única pareja a la que nunca pintó bailando. Al artista la gustaba el flamenco. Las guitarras. Lo jondo y por derecho. «Pero también era un enamorado de la danza oriental», reconoce la historiadora. A lo largo de su vida conoció a muchísimas bailarinas. «De hecho, coleccionaba estampas de las artistas de la época, como la Bella Chelito, que provocó una auténtica revolución».

Picasso era amigo de bailarines y amante de bailarinas. Su obra se vio influida por esa fuerza que supo trasladar a sus lienzos y esculturas. No le interesaba el academicismo, sino el ritmo y las sensaciones que transmite el movimiento.

Y Loli Vargas sostiene que, con casi total seguridad, tuvo que conocer en París a Anita Delgado, aunque no exista referencia documental. «Ni Javier Moro, que noveló la vida de la Maharaní de Kapurthala, y con el que me entrevisté, ni Elisa Vázquez de Gey, la biógrafa oficial, han encontrado datos, pero sería lo más lógico: dos malagueños, en Paris, los dos de moda y salían en la prensa».

Y también tuvo que ver a Mata Hari. «Estoy segura, aunque no he encontrado postales de ella en sus archivos. Pero era muy conocida. Además, un biógrafo de Mata Hari hace un relato de su presentación en el museo Guimet de París, de cómo ella sale a escena y si leemos la crónica, podríamos asegurar que se trata de una descripción fiel de Las señoritas de Avignon. Todos los investigadores comparan este cuadro con una fotografía de 1890 realizada por François Gauzí de un burdel de la rue de Moulins, de París. Y yo creo que Picasso vio esta actuación de Mata Hari para inspirarse y pintar esta obra que ahora está en el MOMA de Nueva York», explica la autora.

Una de las tesis que se encuentran en el libro es precisamente ésa: que Picasso se inspiró en Mata Hari para pintar Las señoritas de Avignon. O en Anita Delgado, que por entonces (1906) estaba en París siendo educada para casarse con el maharajá. «Picasso ya en 1900 pinta mujeres con paños, con los brazos sobre la cabeza... Esas posturas no son nuevas para él. Cada una de las posturas de las señoritas se pueden comparar con fotos de Mata Hari. Son demasiadas coincidencias», insiste Vargas, quien siempre se resistió a pensar que estas señoritas fueran solo damas de burdel.

En su libro, Loli Vargas también incide en la conexión existente entre Picasso y Julio Romero de Torres. Recientemente también ha ofrecido una conferencia en la Universidad de Córdoba en este sentido, sobre cómo un pintor de un estilo tan aparentemente distinto pudo verse influido por la obra de Picasso, «de pintura tan moderna y extraña». «Para Romero de Torres también posaban desnudas bailarinas de la época», señala.

El reconocimiento también ha llegado por parte del profesor Enrique Mallén, de Houston, que ha incluido la obra de Vargas en su completa bibliografía de trabajos sobre Pablo Ruiz Picasso.