Si su padre, el académico, historiador e ingeniero técnico industrial Manuel Olmedo Checa hizo realidad hace tres lustros el túnel de la Alcazaba, un anhelo de los malagueños desde finales del XVIII, su hijo el también ingeniero técnico industrial Manuel Olmedo Casares confía en que algún día «caiga como la fruta madura» un funicular que comunique la ciudad con el Castillo de Gibralfaro, novedad que ya estuvo en la mente del famoso arquitecto José González Edo, quien redactó un proyecto en 1949.

En 2008 Manuel Olmedo Casares realizó como trabajo de fin de carrera un proyecto de este transporte público por el que obtuvo sobresaliente y que el año pasado resumió en la revista Péndulo del Colegio Oficial de Peritos e Ingenieros Técnicos Industriales de Málaga.

Aunque los fundamentos técnicos son parecidos -poleas, cable tractor y cabinas- el ingeniero malagueño subraya en todo momento que no se trata de un teleférico, que tendría un impacto visual muy grande sino de un funicular bajo tierra en la mayoría del trayecto. «El primero va por el aire con un impacto mucho mayor, y eso no lo veo en Gibralfaro, mientras que el funicular está planteado para que vaya casi todo el tiempo subterráneo salvo un trozo que sale a la superficie y luego volvería a entrar en el túnel para salir a la zona de entrada del castillo», resume, aunque precisa que podría adaptarse y ser un funicular totalmente subterráneo.

Hay también importantes diferencias con el, para la época, innovador proyecto de José González Edo, quien en 1949 quiso conectar la zona turística de la Málaga de entonces, las inmediaciones del Hotel Miramar, con el parador de Gibralfaro que él mismo había diseñado. El funicular de González Edo comenzaba en el lateral izquierdo del Cementerio Inglés y subía por la ladera sur.

La propuesta del ingeniero técnico malagueño está pensada para comunicar directamente el Centro Histórico, por eso plantea que la estación de acceso esté a la mitad de la calle Mundo Nuevo. «Es una zona que confluye con esta parte del Centro y con el acceso a través del Parque del Muelle Uno, un paseo muy agradable hasta aquí y el que venga en coche lo aparca al lado, en el parking de la Alcazaba», comenta.

El trazado que plantea son menos de 500 metros en su mayor parte en línea recta hasta el castillo, donde en las cercanías habría otra estación. La distancia tardaría en recorrerse «menos de un minuto». «Contando el tiempo de entrada y salida de pasajeros aproximadamente 3 minutos», precisa.

Manuel Olmedo Casares propone en vía única dos cabinas (la de subida y la de bajada) que admitirían bicicletas y unos 100 pasajeros en cada una que pagarían lo que cuesta un viaje de autobús. Y todo ello movido por un motor de unos 500 caballos -igual que el de un camión- con la ventaja deque también podría funcionar de generador: «Está generando electricidad que una vez transformada en corriente continua puede cargar las baterías y aprovechar esa energía». El coste total de la obra en 2008 era de 6,2 millones de euros.

Manuel Olmedo Casares, además de ejercer la profesión de ingeniero técnico industrial es profesor de vehículos híbridos y conoce bien la enorme reducción de emisiones que supondría este transporte que acabaría en buena parte con la procesión de autobuses monte arriba y abajo: en un año dejarían de emitirse a la atmósfera 230 toneladas de Co2;4,9 de óxidos de nitrógeno; 31,8 de monóxido de carbono y 29,1 de humos negros -las partículas cancerígenas de hollín-.

El autor del proyecto compara la propuesta con el funicular de Montjuic de Barcelona, también un castillo en el casco urbano y un transporte en su mayoría subterráneo que funciona desde 1928 y que fue renovado para las Olimpiadas del 92.

El funicular, subraya, acercaría Gibralfaro a los visitantes y también a los malagueños, que podrían contar con esta zona de esparcimiento. Gibralfaro dejaría de parecernos tan cuesta arriba gracias a este veterano y ahora más que nunca factible sueño.