Cuando un colectivo de personas se siente abandonado algo no se está haciendo bien, o simplemente no se está haciendo. Es lo que le recriminan al Ayuntamiento de Málaga los vecinos de Colmenarejo, una barriada perteneciente al distrito de Campanillas. Con ellos estuvo ayer La Opinión. «Yo no me siento malagueña. En casa, cuando vamos al Centro, decimos que vamos a Málaga, porque hay tanta diferencia y nos sentimos tan abandonados...», comenta Carmela, una de las portavoces de los vecinos.

«La realidad de Colmenarejo es la de abandono absoluto. Este sitio no existe para el alcalde», afirma Estefanía Martín Palop, concejala del PSOE que también escuchó las quejas de los vecinos. «Aquí vivimos 3.000 personas, pero no todos tenemos agua potable», expresa José Ángel Moreno, presidente de la asociación de vecinos, quien explica el problema: «Hay una zona afectada por el vertedero, que contamina el agua. En las penúltimas elecciones nos prometieron que la solución tendría coste cero para nosotros, pero ahora nos dicen que si no pagamos 300.000 euros seguiremos sin agua potable».

Desde esta asociación se ha enviado al ayuntamiento una lista de peticiones, encabezada por el asunto del agua. Su argumento descansa en que Colmenarejo es una barriada más de la ciudad, no una urbanización privada, por lo que el coste de la red de abastecimiento de agua debe ser costeada por dicho ente.

Otra de las peticiones más urgentes está relacionada con el escaso acerado, habiendo muchas calles donde la carretera es la única opción para caminar, incluso en zonas de tránsito del autobús. También solicitan más zonas verdes y bancos, ya que solo hay tres en toda la barriada. «El alumbrado público también presenta deficiencias, y necesitamos zonas que sean asfaltadas y limpiadas, ya que solo hay un barrendero para todo el barrio y solo pasa tres veces por semana», dice José Ángel.

Los mayores, desatendidos. El colectivo de personas de edad avanzada es, sin duda, el más perjudicado en Colmenarejo. Acompañamos a José Aranda, presidente de la Asociación de Mayores, al «hogar del pensionista» del barrio, cuyo terreno «fue cedido hace tres décadas por un particular para que se construyese el recinto», nos cuenta. «Luego, de un día para otro, nos encontramos con una placa del ayuntamiento, que ha recuperado la titularidad del terreno pero que no lo mantiene», reclama. «Parte del techo es de uralita, un material cancerígeno que debe ser reemplazado», declara Martín Palop. «Los aseos también incumplen la normativa, ya que no son accesibles para personas con movilidad reducida. Miden 62 centímetros cuando la norma obliga a que midan 1,20 metros, entre otras cosas», añade.

«Solo hay aire acondicionado en el bar, y el salón de actos está muy deteriorado. Ya no se pueden hacer bailes ni actividades similares», lamenta José. No solo dentro de la asociación de mayores este colectivo se ve desatendido, ya que son numerosas las zonas del barrio inaccesibles para personas con dificultades.

La última parada fue el parque infantil. «Lo que han hecho está muy bonito, pero el problema es que no se ha terminado de hacer, y los niños no pueden venir a jugar. Hay zonas que ponen en peligro a los niños, y falta un alambrado en el transformador eléctrico», explica Carmela.