Hace unos meses (octubre de 2014), en estas mismas páginas de La Opinión se publicó, firmado por Fran Extremera, un interesante reportaje sobre los vinos de Málaga. Resaltaba el autor el auge de nuestros vinos, la buena cosecha del año y la exportación de nuestros mejores caldos, destacando su introducción en el mercado chino. En su excelente reportaje entraba en detalle de las bodegas existentes, su producción, variedades y perspectivas de futuro. Como malagueño, y como consumidor de los vinos de la Denominación de Origen Málaga, me congratulo de la noticia por lo que supone el renacer de una industria que tuvo su máximo esplendor en el siglo XIX y parte del XX.

Para alcanzar el poderío de antaño hay que recorrer un largo camino que espero y deseo que se recorra en el menor tiempo posible. Los prometedores datos de hoy, reflejados en su reportaje por Fran Extremera, están aún muy lejanos de asemejarse a los conseguidos en épocas pasadas. La campaña Sabor a Málaga puede repercutir favorablemente en el futuro de los vinos de nuestra tierra.

100.000 hectáreas

Con exactitud desconozco la superficie actual dedicada al viñedo en nuestra provincia y el porcentaje de uva que se destina al consumo en fresco -venta de uvas en los mercados-, a la pasa mediante el sistema de asoleado y finalmente a la vinificación. Un dato extraoficial calcula que hay unas 3.000 hectáreas dedicadas al viñedo. El aguacate y el mango han desplazado al viñedo. El mango acapara ya más de 3.400 hectáreas, y el aguacate, ni se sabe. Creo que va por las 13.000 hectáreas, varios millones de árboles que van cubriendo de verde arbolado la Axarquía.

Si nos remontamos a la época de máximo esplendor del viñedo en la provincia de Málaga que llegó a las 100.000 hectáreas, la situación no puede ser más desoladora. Cuando la filoxera llegó a Málaga a finales de siglo XIX y principios del XX, toda aquella riqueza se perdió y la economía malagueña sufrió unos daños irreparables. El casi único sustento de muchos pueblos de nuestra provincia desapareció. Málaga se empobreció sin encontrar una alternativa a la aguda crisis.

Hacia los años 1940 y 1950, el Gobierno de entonces llevó a cabo una repoblación con el objetivo de recuperar el cultivo. Se barajó ese mítico número de las 100.000 hectáreas. El plan se puso en marcha, y recuerdo que una persona seleccionada por la Jefatura Agronómica inspeccionaba la repoblación.

Su labor consistía en visitar finca por finca, aunque estuviera en los puntos más inaccesibles por su endiablada orografía, para comprobar si el agricultor acogido a las ayudas estatales para la repoblación cumplía el primer requisito para recibir los subsidios prometidos: el requisito era que el agricultor realizara en su finca tantos hoyos como cepas iba a plantar. Cada hoyo preparado para la siembra contaba para la subvención. No recuerdo qué cantidad de dinero se entregaba al agricultor por cada hoyo preparado para la cepa.

Me contaba aquel contratado para la minuciosa inspección ocular (falleció hace seis años) que valiéndose de una motocicleta capaz de desplazarse por vericuetos, atravesar arroyos con agua o secos, subir por sendas solo aptas para animales de carga, con calor sofocante y lluvias torrenciales, recorrió prácticamente toda la provincia informando a diario a la Jefatura Agronómica de los hoyos preparados para la plantación. A veces tenía que recurrir a unos prismáticos para efectuar el recuento de los hoyos porque era imposible subir con la moto a los escarpados riscos. Había que evitar el fraude, un vicio muy arraigado en el campo, en la ciudad, en el mar y en el aire€ y nos digamos en los ayuntamientos, diputaciones y en el propio parlamento.

El plan se llevó a cabo. No se repoblaran las 100.000 hectáreas soñadas, pero sí se alcanzó una cota que permitía poner los cimientos para la recuperación de la perdida riqueza por culpa de la triste epidemia que afectó a Francia y España principalmente.

Según datos oficiales (Instituto Nacional de Estadística) en 1963 en la provincia de Málaga había 26.870 hectáreas en producción y otras 6.820 que todavía no producían. Total, más de 33.000 hectáreas recuperadas para el viñedo. En ese año de referencia se destinaron e 256.000 quintales métricos de uva de mesa y 100.000 para vinificación.

Recuperación del sector

La repoblación empezó a dar los apetecidos resultados. Las bodegas existentes en la Málaga de los setenta empezaron a elaborar los tradicionales caldos, especialmente el vino moscatel en sus diversas modalidades, como el moscatel, guinda, lágrima, quinados, etc.

Se llegaron a elaborar en la nueva etapa hasta ¡12 millones de litros! al año, exportándose una importante cantidad de la producción. Hispanoamérica, Alemania, países nórdicos, Inglaterra€ eran los más consumidores porque, en el caso de Alemania, muchos bodegueros malagueños eran descendientes de los que el siglo anterior -siglo XIX- se habían establecido en nuestra ciudad. Los nombres de la firmas que elaboraban y exportaban lo delatan: Krauel, Rein, Scholtz€ A estos bodegueros hay que sumar los nacidos en Málaga, como los Barceló, Mata, López Hermanos€

Sobre el destino de estos vinos, muchos de ellos exportados a granel (un gran error porque en los países destinatarios se podían adulterar) tengo algunas curiosas anécdotas que me han contado personas que estuvieron ligadas a las bodegas exportadoras o que estaban vinculadas al negocio de la exportación.

Una de las exportaciones más sorprendentes de aquellos años es la que se hicieron a Polonia, que llegó a adquirir ¡cuatro millones de litros! de vino de Málaga en un solo año. Esta extraña operación tenía un fundamento: España necesitaba carbón porque nuestras minas no cubrían la demanda del mercado.

Entonces el Ministerio de Comercio llegó a un acuerdo con el Gobierno polaco: a cambio del carbón, España pagaba con vino. De esta forma ninguno de los países hacía uso de divisas que escaseaban y que había que reservar para otras compras en el exterior. Lo que ignoro es si la Polonia de hoy importa vino de Málaga.

Otro gran consumidor de la época era Alemania€, y una parte importante del vino que importaba de España lo adquiría la casa Bayer, una de las farmacéuticas más famosas del mundo. La Bayer usaba el vino dulce de Málaga para la elaboración de jarabes. Nuestro vino endulzaba los productos.

Las bodegas de Málaga, creo que todas sin excepción, elaboraban vino quinado para que a los niños inapetentes se les abrieran las ganas de comer. Kina San Clemente, Sansón, Vinco€ eran algunas de las marcas más extendidas. Los quinados de Málaga se vendían mucho en Galicia. La moda pasó porque los vinos quinados tenían una alta graduación de alcohol, que lo hacían inapropiado para los niños.

Hispanoamérica

Los vinos dulces de Málaga han tenido gran aceptación en los países de habla española, como Cuba, Puerto Rico, Venezuela, Colombia, PanamဠLas bodegas Barceló de Málaga tenían un viajante que gran parte del año andaba por aquellas tierras vendiendo nuestros caldos. Digo su nombre. Muchos malagueños conocían su actividad. Me refiero a Pepe Gómez Téllez, que fue teniente de alcalde del Ayuntamiento de Málaga, directivo del desaparecido y después reaparecido C. D. Málaga€ Un hombre de carácter abierto muy popular en Málaga.

Las bodegas Mata, ya desaparecidas, fueron exportadoras de vino especialmente elaborado para consagrar. Se ajustaba a las normas dictadas por la Iglesia Católica para este tipo de vino.

Vino tinto en lugar de Coca-Cola

Si uno se detiene a observar qué beben en las películas made in Hollywood los actores durante las comidas descubrirá que la gran mayoría se decide por el vino tinto sin olvidar el blanco. Si la película es de las antiguas, de hace treinta o cuarenta años, los protagonistas bebían cerveza, coca-cola y whisky.

¿Por qué el cambio? No creo que los médicos estadounidenses hayan convencido a sus compatriotas que el vino tinto es sano para la salud. Yo me inclino por otra opción: en Estados Unidos, especialmente en California, la producción de vinos es cada día mayor, y una forma de convencer al personal de que beber vino tinto es muy beneficioso es recurrir a la publicidad subliminal. Ver a sus ídolos beber tinto e inmediatamente imitarlos es muy americano porque el norteamericano medio se deja influir por los usos y costumbres de sus ídolos del cine, la música y el béisbol.

Los bodegueros californianos, supongo, estarán detrás del tinglado llegando a acuerdos con los productores de películas y telefilmes.