Nadie lo vio venir, como casi nada, por otra parte, proveniente de la crisis. Sin embargo, en pocos meses se erizó hasta convertirse, junto a la destrucción del empleo, en la primera y más grave consecuencia de la carambola liberada por el colapso económico. En 2008, el desplome de la libra, la bajada del número de turistas y la desconfianza generalizada penetraron como un vendaval en los despachos de los hoteles. Hasta el punto, de que muchos se vieron obligados a reaccionar en poco tiempo y cortando amarras por la parte más sensible para sus ingresos y su supervivencia. En apenas unos meses, se perdieron puestos de trabajo, desaparecieron establecimientos, y se desplomaron los precios, iniciando un cambio de registro que se ha mantenido casi inalterable hasta que, ya recientemente, se ha vuelto a apuntalar el crecimiento.

En el primer verano de la crisis, como reconocía la propia patronal hotelera, las tarifas descendieron en algunos casos por encima del 12 por ciento. Un retroceso pronunciado, que, en conjunción con otros factores como el retraimiento de la demanda española y el mantenimiento de los costes, obligó a la industria a trabajar sobre el límite de la tabla de resultados, sin demasiado margen para el beneficio. La situación, no obstante, ha dado un vuelco. Después de casi dos años de récord, con 10 millones de turistas por temporada y una subida del 8 por ciento de los ingresos por habitación en apenas cinco meses, la Costa del Sol está en disposición de plantear una subida de precios. Y, además, consolidada y distribuida por la mayoría de los negocios, no tan dependiente de los acelerones de Marbella.

La recuperación de las tarifas -cifrada por Exceltur para 2014 en un 6 por ciento- ya no es producto de una media asimétrica gobernada en su zona noble por los hoteles más solventes. Ni tampoco un tema de debate. Si a principios de verano, Aehcos reconocía el retorno a la rentabilidad, las negociaciones con los touroperadores que se desarrollan en la actualidad sirven de garantía para los próximos años. En previsión a 2016, el sector tiene apalabrado un nuevo repunte con los agentes, que son los responsables de los contratos con antelación y la mayoría del turismo por grupos que llega a los destinos de sol y playa. Este incremento, que en puntos como Mallorca alcanza niveles históricos, se presume en la provincia como la constatación definitiva de un fenómeno que hasta hace muy poco era observado con recelo por parte de los propios protagonistas. La inercia, sin duda, ya es otra. Y se va filtrando poco a poco entre los establecimientos que han ido acumulando razones para ser pesimistas. El turismo -que entre junio y septiembre ha generado un impacto económico de más 5.200 millones en Málaga- regresa a la progresión de antes de la crisis. Y con vocación de liderazgo para la Costa del Sol. «El año 2016 va a ser por fin el primero para muchos en el que se van a poder subir sin miedo los precios», puntualiza Miguel Sánchez, responsable turístico de la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA).

El pasado año, de acuerdo, de nuevo, con Exceltur, los establecimientos de la provincia encabezaron junto a Canarias y Baleares la subida de ingresos detectada en el país, con el liderazgo por municipios registrado en Estepona, donde la rentabilidad se disparó en más de treinta puntos. Con el avance en pernoctaciones como mejor aval y el efecto indirecto de la caída en desgracia de destinos de la competencia, principalmente los magrebíes, la industria, más que el aliento, recobra el músculo y la gasolina. Y empieza a beneficiarse de un interés que va a más, con movimientos anticipados por parte de los operadores para obtener plazas, aunque sea abonando previamente y casi a ciegas el 75 por ciento del compromiso. Miguel Sánchez habla de un movimiento que a la postre marcará la senda de la generación de riqueza turística. «En la Costa del Sol ya se está iniciando la equiparación entre la demanda y la oferta», indica.

La vuelta a la rentabilidad y el arranque de la escalada de los precios resuelve una de las cuentas que la industria de la provincia todavía tenía pendiente con la crisis. La otra, la del empleo, navega a un ritmo preocupadamente más lento. Aunque se ha roto con la lacra de la pérdida de empleo, la recuperación de puestos de trabajo no es proporcional al avance contabilizado en otros indicadores. Los sindicatos denuncian, además, un alto nivel de precariedad y de fraude, con plantillas que en la provincia, como ya publicó este mismo periódico, soportan una carga muy superior a la media.

Si la felicidad laboral es una de las grandes inquietudes y riesgos a medio plazo para el sector, otro tanto se puede decir de un asunto que no acaba de resolverse y que desazona por igual a empresarios y representantes de los empleados. La oferta alegal, desprovista de la obligación de pagar impuestos, se ha multiplicado en el último año, sin que el esfuerzo de la Junta de Andalucía -que prometió soluciones- acabe por cristalizar en propuestas y medidas concretas. Meses después de prometer la elaboración de un nuevo marco legal, la administración continúa sin resolver el sudoku. Y los hoteleros empiezan a perder la paciencia: «Necesitamos que se arregle de una vez por todas porque nos está haciendo mucho daño y la situación va a más», precisa Sánchez.