«Es un fiscal metódico, riguroso, ejemplo de respeto a los derechos, valores y principios constitucionales; posee profundos conocimientos legales, jurisprudenciales y doctrinales, y es exigente consigo mismo y con los demás; es justamente querido y admirado, merced a su imparcialidad y ponderación en el cumplimiento de sus funciones». Ésta fue la reflexión con la que el fiscal jefe de Málaga en 2010, Antonio Morales, pidió la Cruz de San Raimundo de Peñafort -primera clase- para el entonces responsable de la Fiscalía Antidroga en Málaga, Gabriel Gómez Ruiz de Almodóvar, un pionero en la lucha contra el blanqueo de capitales procedentes del narcotráfico y un acusador mítico del que han dependido investigaciones trascendentales contra el crimen organizado. Gabi, como se le conocía entre sus compañeros, falleció el pasado fin de semana a los 70 años en la capital dejando una sensación de vacío y pérdida irreparable entre sus compañeros.

Fue fiscal jefe Antidroga durante 22 años, y últimamente, hasta su reciente jubilación de hace unos meses, actuó como teniente fiscal de Málaga, el segundo cargo tras el de fiscal jefe, que ahora ocupa Juan Carlos López Caballero.

Tras de sí deja una sólida y brillante carrera de casi 45 años al servicio de los ciudadanos, cinco de ellos como juez y casi 40 como acusador público. El día que recibió la Cruz de San Raimundo, dijo a este periódico: «Es el reconocimiento a cuatro décadas de profesión», aunque lo que más le emocionó fue la masiva asistencia de amigos desde todos los puntos de España: «Vinieron un montón de amigos, lo que quiere decir que en lo personal no lo he hecho mal. Soy rico en amigos».

Nacido en Granada hace 70 años, se licenció en Derecho y consiguió ser el número uno de la segunda promoción de jueces municipales y comarcales de la Escuela Judicial. Ejerció un lustro como juez en el Juzgado Comarcal de Órgiva, donde recordaba con tristeza cómo, tras las fuertes riadas de finales del 73, tuvo que levantar 150 cadáveres en Albuñol.

Un lustro después, opositó a fiscal, ejerciendo primero en Baleares, y entre 1977 y 1984 en Málaga. Luego se trasladó a la Fiscalía Superior de Andalucía (Granada), pero volvió a Málaga en el 86. En 1993 fue nombrado fiscal Antidroga, y desde 2008 se dedicaba en exclusiva en esta tarea. «Lo más difícil fue abrir paso en la lucha contra el blanqueo de dinero», decía. Málaga echará de menos a uno de sus fiscales más queridos, un hombre «rico en amigos».