­Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior, se reencontró con Dios tras años de haberle dado la espalda. Tal vez como les pasa a muchos, mientras que otros aún esperan esa redención divina. Ese detalle de su vida religiosa y, por tanto, íntima, lo ha relatado en algunas entrevistas. Pero la cosa se ha ido de las manos después de dos decisiones del afable político popular, azote de etarras, nacionalistas y yihadistas: en 2014, decidió concederle la Medalla al Mérito Policial a la Virgen del Amor (cofradía de El Rico), y, esta misma semana, ha hecho lo mismo con la Virgen de los Dolores de Archidona, tras otorgarle en este caso la Cruz de Plata de la Guardia Civil.

La polémica desatada ha llegado al terreno judicial, puesto que los cuatro magistrados de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional llevan meses tratando de dilucidar, merced a sendos recursos de dos asociaciones laicistas contra la resolución por la que se concedió la medalla policial a la dolorosa del Amor, si la Virgen existe jurídicamente y, por tanto, si puede recibir esa condecoración.

En el segundo de los casos, desvelado el miércoles por eldiario.es, el ministro ha decidido concederle la Cruz de Plata del Instituto Armado a la Virgen de los Dolores de Archidona. Ayer mismo, el coordinador federal de IU, Cayo Lara, pidió a Fernández Díaz que «deje a los santos y a las vírgenes en paz porque no resuelven los problemas». Para Lara, los reconocimientos han de ser «laicos» y no se pueden dar con una cierta «confesionalidad» como, a su juicio, hace Interior.

Lo cierto es que la nueva decisión de este divino ministro tiene pinta de acabar, como la medalla de la Virgen del Amor, en el juzgado y con cuatro togados deliberando sobre si se puede condecorar a la Virgen y si esta existe jurídicamente o no, lo que recuerda a aquellos eternos debates teológicos de la Edad Media en los que se peroraba hasta la saciedad sobre el sexo de los ángeles o la Santísima Trinidad.

Al final, no todo es cuestión de fe y está por ver si esos cuatro magistrados son capaces de encontrar argumentos jurídicos consistentes como para refrendar, o no, la existencia jurídica de María, aunque cosas más complicadas ha conseguido demostrar la Justicia. De momento, esta noble ocupación, que emula los debates bizantinos, nos ha valido un extenso y jocoso reportaje en The Wall Street Journal y, sacada de contexto, puede suponer un importante arsenal artillero para que laicistas y creyentes -algunos, los más recalcitrantes de ambos bandos-, que de todo hay en la viña del Señor, sigan atizándose con la alegría con que llevan haciéndolo durante siglos.

Hasta la misma Santa Teresa de Calcuta tuvo dudas sobre muchas de las certezas inconmovibles de la Iglesia católica y puso en solfa su propia fe, como recoge el magnífico libro Ven, sé mi luz. Si un personaje tan capital en el catolicismo como ella fue capaz de vivir su fe con más incertidumbres que certezas, ¿qué no ocurrirá con cuatro magistrados que llevan meses sin llegar a un acuerdo con fundamentos jurídicos, mucho más mundanos? San Pablo, el gran converso, tampoco estuvo nunca libre de ataques de certidumbre, pero cuando la gracia divina lo atravesó, todo se tornó en seguridad, como demuestra su gran afición epistolar. Tal vez, con San Pablo y Santa Teresa de Calcuta al lado, la Sala podría llegar a un principio de acuerdo. O, quizás, lo suyo sería llamar a Jorge Mario Bergoglio, ahora Papa.

El colmo de la ironía se vivió cuando la juez de lo Contencioso-Administrativo que debía deliberar sobre la medalla policial lo envió a la instancia superior después de que el Ministerio del Interior alegara que no se podía celebrar la vista apalabrada, el pasado 11 de junio, porque la Virgen del Amor no era «funcionaria». La cofradía malagueña, explicó Voz Pópuli, que destapó el caso, se personó en el procedimiento, por lo que la historia puede alargarse.

¿Tiene la Virgen una existencia jurídica? ¿Y si los jueces, entre los que habrá algún creyente, deciden que no, que una imagen religiosa no puede ser condecorada por el Estado? ¿Cuánto pesará aquí la conciencia de cada magistrado? El largo tiempo que llevan deliberando sobre el fallo da idea de los abismos interiores a los que estos hombres se enfrentan, aunque la ironía -ver el reportaje de The Wall Street Journal- presida muchas de las aristas de ese debate.

El PP, de momento, se apresuró ayer a sacar la cara por su político más místico: el diputado Francisco Márquez subrayó que no es el titular del Interior el que decidió condecorar a una virgen, sino que lo hace la Guardia Civil dentro de sus «tradiciones», y criticó a Cayo Lara por sus frases contra el ministro.