Además de dejar constancia del consumo de vino de Málaga en tan altas instancias, en el Archivo de los Padres Fundadores hay un buen número de cartas de comerciantes, marinos y cónsules dirigidas a los presidentes de los Estados Unidos en las que le ponen al día sobre Málaga.

Y no faltan los piratas. Esto le escribe desde Lisboa el señor Humphreys al presidente Jefferson en 1790: «Un caballero de Málaga me informa de que los piratas de Marruecos están siendo muy problemáticos al crear alarma en las costas de España y a veces tomar tierra y llevarse consigo familias por cuyo rescate (siempre que los prisioneros sean de consideración) reciben importantes sumas».

A comienzos del XIX, con las oleadas de epidemias, Málaga es noticia. El señor Terry informa desde Cádiz en 1803 a James Madison: «Habrá oído hablar de la enfermedad que últimamente se ha cernido sobre Málaga y que al parecer es el vómito negro, los últimos informes hacían referencia a que iba remitiendo, a medida que el número de muertos disminuye cada día, gracias al Todopoderoso no se ha extendido fuera de Málaga». La epidemia causó 18.000 muertos en dos años.

También tuvieron al tanto a Madison de la invasión napoleónica y de la revuelta del 29 de junio de 1808, cuando el pueblo pensó que unos pertrechos de guerra ingleses conservados en un almacén eran franceses, destinados a usarlos contra Málaga.

Por este motivo «un buen número de personas de la turba, a pesar de los esfuerzos de los magistrados, subieron hasta el Castillo (de Gibralfaro), en donde el cónsul francés y algunos de sus paisanos estaban siendo custodiados por su seguridad, forzaron las puertas y lo masacraron a él y a otros de forma inhumana, a continuación marcharon a sus casas y destruyeron todo lo que había en ellas». Lo que la carta evitó al presidente Madison fue el detalle de que esa turba paseó por la Alameda la cabeza del cónsul francés clavada en una pica.