Hay una carta muy curiosa del llamado Archivo de los Padres Fundadores de Estados Unidos. Está fechada el 15 de noviembre de 1757. La escribió George Washington, que por aquel entonces era un militar de 25 años al servicio de Inglaterra destinado en Virginia. La carta la envió a su amiga Sara William Fairfax y en ella le cuenta que lleva «más de tres meses» con una indisposición.

Los médicos le recomiendan cambiar de aires y no comer carne y Washington le pide a su amiga varios ingredientes para sus remedios. Al final de la carta le comenta: «Por favor, préstame una botella o dos de Mountain o de vino canario. Mr.Green (el médico) me ordena que beba un vaso o dos cada día, mezclado con agua o goma arábiga».

El Mountain no es otro que el vino de los Montes, el vino de Málaga. El doctor Green le recomienda tomarlo o bien el vino canario, con un rebaje de agua o de goma arábiga para acabar con sus problemas de salud.

Esta es una de las decenas de cartas en las que se menciona el vino de Málaga en estos archivos, y forma parte de un reciente trabajo del autor de estas líneas para la revista Péndulo, del Colegio de Ingenieros Técnicos Industriales de Málaga.

Además, en un artículo publicado este año en La Opinión, Carlos Cólogan Soriano sacó a relucir el contenido de la bodega que Benjamin Franklin, el agente de las colonias rebeldes en Europa, tenía en París. En una carta de 1780 se menciona que el dignatario norteamericano recibió «el suministro de 100 botellas de vino de Málaga además de 160 sin determinar».

El caso es que tanto Franklin como Washington y sus sucesores en la presidencia del país, al menos durante el primer tercio del XIX tuvieron el vino de Málaga entre sus bebidas favoritas, una muestra excepcional de la fama que alcanzó. Sin dejar a Benjamin Franklin, este relata en una carta una velada en Hampshire, Inglaterra, en el verano de 1771 en la que celebró el cumpleaños de su nieto. A esta reunión asistió la viuda de un clérigo que sobrepasaba el siglo y como recordó Franklin, a la hora del brindis «la venerable vieja dama comenzó con abundante Mountain».

En ocasiones, el vino de Málaga se convirtió en botín de guerra. Así, en plena Guerra de Independencia Americana, en 1779, John Bradford informa a George Washington de que «los azares de la guerra han dejado en mi poder un cuarto de barril de vino embarcado en Málaga que había sido reservado para uso exclusivo del general Clinton» (El general Henry Clinton era por entonces comandante en jefe para la América británica). Bradford ofreció el botín de vino de Málaga al general Washington.

Además de degustarlo, Washington lo cultivó. En 1793, siendo ya presidente del nuevo país, escribe una carta al señor Anthony Whitting, administrador de sus granjas en las plantaciones familiares de Mount Vernon, Virginia. En el margen izquierdo de la carta aparece la siguiente indicación: «Las semillas en un sobre son de uva Málaga, el jardinero desea plantarlas, vigílelas con atención».

Otro famoso presidente y uno de los fundadores de los Estados Unidos, Thomas Jefferson, recibió del cónsul norteamericano en Cádiz, Joseph Ynardi, una carta en 1801 en la que hace votos porque recupere la salud y confía en que «los vinos de Xerez, Pajarete y Málaga que tengo pedidos a España deben llegar pronto».

Una de las últimas cartas que prueban la conexión presidencial del vino de Málaga es una misiva enviada por un comerciante de Frederiksburg, Virginia, llamado William Allen, dirigida al presidente James Madison. En realidad se trata de una larga lista de bebidas y objetos para el dirigente. Entre los numerosos productos, la mayoría muy exóticos, se encuentran «10 galones de malvasía de vino de Málaga de la mejor calidad».

Al hilo de esta querencia, la investigadora Christina Regelsky, que analizó los hábitos de los grandes plantadores de Virginia durante buena parte del XVIII -entre los que estaba Washington- recuerda que «usaban la bebida para publicitar su estatus social y terciar en sus identidades como aristócratas británicos y patriotas americanos». Y con respecto al vino extranjero destaca que «importar bebidas era el más claro indicio del estatus pudiente del plantador». El vino de Málaga, como otros vinos europeos, estaba de moda por su calidad y porque era un signo más de distinción social en las colonias independizadas.