­La pesadilla de Josefa Martín comenzó el pasado 28 de junio. Aquel día de verano, lo único que recuerda es el sonido de un estallido que le sacó de la cama en mitad de la noche. En menos de un minuto se encontró literalmente con el agua al cuello. Lo que se encontró en el salón de su vivienda, en la calle León del barrio de Pedregalejo, fue la imagen de un dilema cuyas consecuencias está pagando todavía. Cinco meses han pasado ya, desde que esa cortina de agua se disparó como un géiser, hasta llegar al techo. La causa de todo el destrozo, una tubería de Emasa que discurría por su casa, y que estalló justo por debajo de la vivienda. El agua levantó el suelo y mojó las paredes hasta hacer de la vivienda habitual de esta vecina de Pedregalejo, una persona mayor de 77 años con un grado de minusvalía del 56 por ciento, un lugar totalmente inhabitable. Con toda su violencia, el agua se abrió camino por los estrechos pasillos de la casa hasta llegar hasta el último rincón. «Pensé que había explotado una bomba», recuerda Josefa aquel atronador sonido, mientras que contempla las ruinas de lo que ha sido su hogar durante los últimos 43 años.

Lo que empezó como un desahucio forzoso, va camino de convertirse en un historia sin fin. Desde que reventó la tubería, Josefa se ha visto envuelta en una travesía por el desierto y se encuentra al borde de la desesperación. «De golpe me he quedado sin nada», se lamenta sin poder evitar las lágrimas. A día de hoy, la aseguradora de Emasa, AIG Europe Limited, sólo se ha mostrado dispuesta a abonar a Josefa unos 8.750 euros. Una oferta que contrasta con los 14.000 euros que cifra el presupuesto de daños. «El primer perito que mandó Emasa nos ofreció un talón de 6.000 euros, que es la cantidad máxima que cubre la aseguradora sin entrar a valorar en profundidad los daños», explica el hijo de Josefa, Enrique López. Desde entonces, se ha hecho cargo de su madre. Recuerda también como el mismo perito ya le dio el consejo de rechazar esta cantidad por ser insuficiente.

Sin respuesta. Después de un segundo peritaje que tasó los daños, solo en materia de obra, en más de 10.000 euros, y numerosas visitas a las oficinas de Emasa, la casa de Josefa sigue igual que aquel fatídico 28 de junio. «No tengo los recursos para adelantar nada. Además, cómo me voy a meter en una obra sin saber si la compañía me va a pagar los gastos», se lamenta Josefa. Como una víctima y abandonada. Así se ve. «Yo lo único que quiere es que me dejen mi casa como estaba», exige. En una reunión con Almudena Ramos Ribot el pasado 11 de septiembre, la directora del Distrito Málaga Este se comprometió a una respuesta en menos de dos semanas. «A día de hoy todavía la estamos esperando. Mientras tanto, mi madre tiene que estar conmigo en el Rincón de la Victoria», se lamenta su hijo. Las únicas noticias de Emasa, explica Enrique López, es la factura que nos llega todos los meses para abonar la cuota mínima del contrato».