­Médico forense y experto en violencia de género, el exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género en el Ministerio de Igualdad de Zapatero asegura que la equidad se construye en el hogar, la escuela y en la sociedad. Lorente explica que la nueva masculinidad tiene un doble impacto sobre el agresor, que responde con más agresividad, lo que les refuerza en su postura.

Los datos hablan por sí solos: una mujer asesinada a la semana. ¿Qué está pasando?

En realidad lo que está ocurriendo es que tendemos a pensar que la violencia y el homicidio de las mujeres es consecuencia de factores muy concretos y cercanos a la agresión, pero la realidad de la violencia de género es que es una consecuencia del control del agresor para imponer a la mujer criterios que decide como adecuados. Muchas de las medidas se centran en esta fase de la violencia cuando la mujer ya está sufriendo. El problema es que no estamos trabajando en la desigualdad, en el machismo, o en la idea o concepción de que los hombres se pueden imponer a la mujer. Muchas mujeres no son conscientes de la violencia que sufren, el 44% no denuncia porque piensa que no es lo suficiente grave y un 21% decide no hacerlo porque siente vergüenza. La construcción social y cultural lleva a las mujeres a entender que es normal. Es probable que muchos hombres lleguen al final porque no encuentren suficientes límites.

¿Existe el efecto llamada?

Prefiero llamarlo «paso a la acción», porque realmente el homicidio en sí es producto de la violencia que va a más, en el proceso el agresor va tomando decisiones sobre factores que van alrededor suyo. Cuando el agresor está en una fase cerca de materializar el homicidio, porque está decidido, cuando está en la fase última y ocurre un homicidio, él se siente identificado con los factores y elementos que identifican al agresor. Es un factor que le refuerza en su idea, no es la causa. Los estudios que hemos hecho efectivamente hablan de un incremento al día siguiente de uno previo que no se justifica con el azar. Hubo quien creyó que el mensaje era que no se informara, pero todo lo contrario, mandando un mensaje crítico el hombre se siente cuestionado.

Alude a la nueva masculinidad. ¿De qué se trata?

La normalidad social está construida sobre referencias machistas, patriarcales, hay una construcción jerarquizada, y entre esos elementos está ser hombre o mujer, como ser blanco sobre otra raza, determinadas creencias sobre otras o una orientación sexual sobre otra, todo eso crea jerarquía. El último Eurobarómetro dice que un 3% piensa que está justificada en alguna circunstancia, esa forma de pensar ha generado una vulnerabilidad en las mujeres, como la violencia para arreglar algo o un castigo. Las nuevas masculinidades tienen un doble impacto: el hecho de que los hombres les cuestionen les genera una mayor inquietud o agresividad. Pero además hay hombres que asumen mucho los papeles y roles que tradicionalmente han desarrollado las mujeres, por lo que esa forma de cuestionar al tradicional todavía les produce más agresividad o violencia ante este cuestionamiento. Hay una reacción por parte de los machistas para mantenerse en su posición y castigar a aquellos que lo cuestionan. Ahora, habiendo conciencia, la violencia de género no ha disminuido, sino aumentado, y se debe a esa reacción machista que responde de manera más beligerante con la violencia como consecuencia de la crítica. Esa crítica de determinados hombres les refuerza, le llamo postmachismo.

Un estudio presentado en Málaga evidencia que sólo el 52% de los hombres intervendrían si fueran testigos de un caso de violencia machista. ¿Por qué tanta permisividad social?

Porque partimos de una construcción social y cultural basada en la referencia masculina. Alguien debe tener el control, y los elementos vinculados a la fuerza y a la razón lo vinculan al hombre, a la mujer se le identifica con cuidado y afecto. Cuando eso se cuestiona y se ve que no es verdad, se está cuestionando todo. Los cambios y transformaciones sociales se ven como una alteración, como el cuestionamiento del hombre, todo esos elementos los ven como un ataque a los hombres y una desestructuración del orden dado, cuando una mujer sufre violencia no lo ven como un mal hombre sino que es una mala mujer que algo ha hecho: los justifican, para ellos es el hombre el que tiene criterio.

Muchos hombres aún creen en el falso mito de las denuncias falsas. Creen que cuando una mujer retira una denuncia o vuelve con su agresor es porque era incierto.

Es un mito muy utilizado por el postmachismo y muy arraigado en la sociedad que hace que se mantenga al margen. Si a mí me dicen que el 70% de las denuncias son falsas no veo problema social, sino una clara constatación de que hay una resistencia a abandonar las posiciones de privilegio. Se denuncia escasamente un 20% y en vez de decir que por qué esta pasando y no se denuncia más, lo que hacen es identificar con denuncia falsa a la que la retira. En Málaga hay grupos postmachistas que han liberado este tipo de mensajes y logran mandarlo. La gente cree lo que necesita creer, lo reproduce.

Usted ha ejercido varios cargos en instituciones. ¿Qué cree que hace falta para que la sociedad se conciencie?

No podemos acabar con la violencia de género si no acabamos con la causa de ella. Es como acabar con una intoxicación por humo sin apagar el fuego. Cada vez hay más machismo, hace falta trabajar mucho en la educación, ¿por qué Tráfico tiene diferentes campañas y la violencia de género no? En violencia de género no podemos tener dos campañas al año, la denuncia no puede ser la única salida porque es una violencia construida sobre la normalidad, no puedes decirle a una mujer que denuncie como única opción. Si sufres una puñalada nadie deja de atenderte en el hospital, te operan y luego ya veremos. Pero en violencia de género lo primero que te preguntan es si has denunciado. Si no, no te derivan. Mientras no se cambie ese tipo de actitud y se aborde desde la globalidad no lo vamos a conseguir, habrá 50 o 70 que voluntariamente maten. No le temen a la consecuencia de hacerlo porque se entregan voluntariamente o se suicidan, ellos asumen la consecuencia de su acto. Nunca cuestionan el hecho de matar. Hay que llegar antes.

Los expertos han avisado de que las nuevas generaciones no son menos machistas y también agreden a sus parejas. ¿Qué puede hacerse para prevenir este problema social?

Hay tres niveles de acción: la familia, la sociedad y la escuela. La macroencuesta de 2011 cuantificó que 840.000 niños vivían con padres maltratadores. Si a eso le unes los mensajes machistas de los videojuegos, la publicidad, las películas... Es fácil que sean machistas, y si luego no se trabaja en clase, ¿por qué van a dejar de ser así? Además, hay un factor añadido, la sociedad está cambiando, pero no por los hombres, sino porque las mujeres están cambiando. Cuando los hombres no somos como las mujeres pero las mujeres dejan de ser lo que eran, cuando son adolescentes se sienten perdidos porque ellas son lo que ellos eran: entonces retroceden a posiciones machistas.

Las políticas de prevención han demostrado ser insuficientes o ineficaces. ¿Cree que hace falta un pacto de Estado?

Claro, creo que es lo prioritario, si en un país 24 de cada cien mujeres están amenazadas por sus parejas, no hay otra razón que un pacto de Estado que construir una igualdad de manera continuada. La protección es muy importante, hacen falta recursos y, los que hay, utilizarlos. En 2014 el número de mujeres asesinadas que había puesto denuncia era del 31%, ¿cómo es posible que después de la denuncia las maten?