Con más de 35 años entre los malagueños, las últimas generaciones de la Myiopsitta monachus (cotorra monje) han perdido todo acento sudamericano, pero ni pizca de esa versatilidad que las ha llevado a lo más alto del catálogo español de especies exóticas invasoras. Después de Madrid y Barcelona, Málaga es la provincia que más ejemplares suma de la también conocida como cotorra argentina con casi 3.000 charlatanes -el 80% de la colonia andaluza- que ocupan los 840 nidos contabilizados por el primer censo nacional de este ave que ha publicado la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife). El registro, que detecta 2.000 pájaros en la capital, ridiculiza al elaborado por el Ayuntamiento de Málaga en 2010, cuando se anotaron, ojo, 440 individuos con 88 parejas reproductivas que ocupaban 78 nidos en la capital.

A nivel nacional, el recuento asciende a 20.000 loritos, una legión que prospera implacable en al menos 125 municipios de 25 provincias y 15 comunidades. Un claro desafío a las administraciones competentes que, por ley, tienen la obligación de eliminar esta y otras especies invasoras por el riesgo que suponen para la rica biodiversidad local.

El coordinador del Área de Estudio y Seguimiento de Aves de SEO/BirdLife, Juan Carlos del Moral, asegura que la primera gran amenaza de estas colonias son las enfermedades que pueden transmitir a las especies autóctonas: «En sus países de origen pueden estar superadas, pero aquí pueden resultar fatales como la mixomatosis que en el pasado acabó con los conejos en España».

Para el Ministerio de Medio Ambiente, la cotorra argentina es desde 2011 una de las casi 200 especies exóticas cuya posesión, transporte, tráfico y comercio están prohibidos en nuestro país, ya que todas estas actividades son las responsables de que se haya hecho fuerte lejos de su hábitat original, esa vastísima extensión ya conquistada desde el norte de Bolivia, Paraguay y Uruguay hasta el sur de Brasil y la Patagonia argentina, donde muchas regiones la consideran una plaga que arrasa cultivos de fruta, maíz y girasoles.

A pesar de sus grandes virtudes como mascota, el capricho, la ignorancia y la falta de regulación han provocado que durante décadas los ciudadanos adquirieran un animal tan vistoso como alborotador, y la solución doméstica de liberarlos encendió la mecha del problema medioambiental aún por explotar. Con un clima mediterráneo subtropical como el de Málaga y sin depredador que se los coma, esta cotorra ha ocupado la ciudad desde que a finales de los setenta, entre anécdotas, fuesen avistados los primeros ejemplares en libertad. Gregarios por naturaleza, no tardaron en asociarse para construir sus nidos, enormes incubadoras con varias galerías que comparten varias parejas para reproducirse como gremlis durante los 12 o 15 años que viven fuera de una jaula.

Según el Ayuntamiento de Málaga, sólo el Paseo del Parque y la Alameda de Colón sumaban en 2014 más de 80 comunas, sobre todo en eucaliptos y palmeras. «La puesta de cada pareja suele ser de cinco a ocho huevos al año, una barbaridad si tenemos en cuenta el número de aves que ha alcanzado la especie en España y el aumento exponencial al que se enfrenta su población», subraya Del Moral. A su argumento le respalda un programa de seguimiento de SEO/BirdLife que estima que una colonia de cotorras puede alcanzar una tasa de incremento anual de casi el 20%. Una apisonadora biológica que incluye un perfil explosivo, «muy urbano y territorial», con una gran inteligencia que apenas encuentra oposición entre sus competidores para encontrar su sustento. Entre ellos están el estornino, la tórtola, el mirlo o el pobre gorrión, cuyo declive puede encontrar alguna causa entre tantas plumas verdes, según el experto. A su potente pico y su descomunal apetito tampoco se les resisten huevos y pollos de rivales más pequeños, además de la abundante vegetación urbana. «Les encantan los brotes, son capaces de arrasar árboles enteros».

Actualmente, las tiendas no pueden vender estos pájaros y cualquiera que sea interceptado en la aduana es requisado. Sin embargo, estas medidas están lejos de frenar, reducir y eliminar su presencia. Del Moral explica que las adoptadas por algunas zonas afectadas consisten en venenos directos, pero hay otras opciones. La Comunidad de Madrid ha regulado su captura y muerte, mientras que en Cataluña apuestan por la esterilización a través de fármacos mezclados en cebos para limitar la capacidad reproductiva hasta que la colonia se extingue. En la capital, las medidas no parecen tan drásticas. El Ayuntamiento de Málaga reconoce que, puntualmente y previo permiso de la Delegación Provincial de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, procede a la retirada de los nidos que suponen un peligro para los viandantes. La administración andaluza, en cambio, no dice nada de momento, ya que todos los intentos de este periódico por conocer si se han adoptado medidas contra la plaga han fracasado. Continuará.