Como cada viernes noche, París se iluminó con el buen ambiente que respiran sus calles ajenas a la catástrofe que se avecinaba. Entre la multitud, Carlos Romero, tras salir de una revisión médica que le permitiera competir en una carrera el domingo, se acercó junto con un amigo a cenar al restaurante París New York, situado en la calle Oberkampf, a tres manzanas de la discoteca Bataclan, donde se produjo la mayor masacre de los atentados del pasado viernes en París.

El ticket revela que pagaron a las 22.00 horas, minutos después de que dieran comienzo los disparos que arrebataron la vida a decenas de personas. Ajenos a lo que acontecía a escasos metros de donde se encontraban, caminaron hacía la casa de Carlos, situada en el distrito 11, a unos 600 metros de Le Petit Cambodge y Le Carrillon, dos de los restaurantes donde se produjeron los atentados.

Se disponían a salir de fiesta cuando las llamadas telefónicas y los mensajes de familiares y amigos les frenaron. La incertidumbre se cernía sobre el barrio de Carlos cuando descubrieron a través de los medios de comunicación la tragedia que les rodeaba.

La curiosidad les animaba a salir, pero la prudencia les hizo permanecer seguros en casa. «Hay sensación de inseguridad en París, puede volver a ocurrir en cualquier momento. Me gustaría confiar en que no se volverá a repetir, pero no sé…», confiesa Carlos. En enero fue un atentado contra un periódico galo, pero «ahora ha sido a gente que estaba disfrutando de una cerveza en la calle. Eso hace que estemos en alerta permanente».

A pesar de la psicosis colectiva, Carlos destaca que desde el atentado contra Charlie Hebdo el ejército protege las calles, reforzando los sitios de más aglomeraciones.

Este antequerano llegó a París hace más de cuatro años para terminar sus estudios de ingeniería aeronáutica. El país galo siempre atrajo a este joven de 24 años por las posibilidades que le brindaban la aviación y su ambiente internacional. Durante el atentado de Charlie Hebdo se encontraba en Antequera, pero «esta vez estaba en medio del barullo».

Impacto. «Francia está en guerra y nosotros estamos en el núcleo central», señala Carlos, quien confiesa haberse sorprendido el día después del atentado al pasar por lugares «donde había sangre por el suelo» con imágenes de bala sobre los cristales y paredes que reflejaban los atentados vividos en París. «Fue una imagen que nos chocó mucho, se veía el calibre», declara el joven malagueño.

Carlos resalta la tristeza y la sensación de inseguridad que se respira en las calles de París dese que ocurrieron los atentados. «Se siente mucho dolor porque se habla de Francia, pero piensas en Europa en general», manifiesta el joven que salió el sábado a la calle con el ánimo de colaborar con las víctimas en la donación de sangre.

Aún así, este ingeniero malagueño respira tranquilo al pensar que sus padres salieron del país galo un día antes del conflicto. «Si se hubieran quedado en el hotel lo hubieran oído todo. No quiero ni pensar si, en ese caso, hubieran bajado a tomar algo».

«Hay que llevar el día a día con la mayor normalidad posible para continuar. No sabemos cuánto puede durar esto, así que hay que aceptar la situación y seguir como siempre», afirma Carlos a La Opinión de Málaga mientras la policía registra media Francia, en busca de los autores.