«Se sabía que el ataque de los yihadistas en Europa era inminente, pero no dónde», concede parco un miembro de la lucha antiterrorista a La Opinión de Málaga. Una semana después de la cadena de atentados de París, el celo policial se recrudece ante el temor de que la contundente respuesta de Francia contra el yihadismo provoque nuevos brotes en cualquier punto del planeta con intereses en Occidente, como el ataque perpetrado el viernes a un hotel de Malí en el que al menos 19 rehenes murieron. Mientras el Gobierno de Mariano Rajoy decide el papel de España en esta guerra global, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se desloman con todas las herramientas que tienen a mano para garantizar la seguridad de los ciudadanos, si bien la vigilancia se acentúa en los puntos por los que los terroristas sienten una predilección histórica.

El actual Nivel de Alerta Antiterrorista, que se mantiene en el penúltimo peldaño (riesgo alto) desde los atentados simultáneos de Francia, Túnez, Kuwait y Somalia del pasado mes de junio, supone acentuar todavía más la vigilancia sobre las infraestructuras críticas. Aunque no considera «inminente» el riesgo de atentado ni hace necesaria la presencia militar que establece el nivel 5 como ocurre en Francia, el 4 sugiere que todos los ojos son pocos en aeropuertos, puertos, estaciones ferroviarias, estaciones de autobuses, centros comerciales, carreteras y, en definitiva, cualquier lugar público que concentre a un gran número de personas. Málaga, la Costa del Sol, una de las joyas de la corona de lo que el Estado Islámico y otros grupos terroristas insisten en reclamar como su viejo Al Andalus, no sólo posee todas estas infraestructuras, sino que el alto perfil de las mismas ha convertido a la provincia en uno de los principales nudos de comunicaciones del sur de Europa por tierra, mar y aire. Sólo el AVE desplazó el año pasado entre Málaga y Madrid más de dos millones de pasajeros, pero sin duda la vía aérea es el talón de aquiles de la industria turística con 13,7 millones de pasajeros en 2014, y todo apunta a que este año pasarán más. Entre ellos hubo y habrá terroristas para los que el pasillo aéreo con Turquía, desde donde acceden o regresan de Siria, y la proximidad con el norte de África (Marruecos, Ceuta y Melilla) es un aliciente más valioso que el discurso propagandístico de reconquistar la Península Ibérica desde el sur.

Perdida la batalla de la seguridad aérea, la estrategia de los terroristas consiste desde hace años en captar muyahidines en Europa, donde el islam está lo suficientemente extendido como para que las corrientes más radicales aporten un importante número de fanáticos dispuestos a todo. En muchos casos, el alto perfil delincuencial de los aspirantes hace que el trabajo policial sea más sencillo, pero si el fanático no tiene ningún tipo de antecedentes es como un fantasma en un aeropuerto.

Hace ya casi diez años, las rutas también comenzaban en la Costa del Sol y hacían escala en Londres o París antes de llegar a Siria, Turquía o Arabia Saudí, desde donde accedían a Irak. Actualmente, los viajes se inician en España y Marruecos. El destino son las ciudades turcas fronterizas con Siria para llegar a los campos de entrenamiento de las organizaciones terroristas. Para la Brigada de Información del Cuerpo Nacional de Policía, Málaga es desde 2006 uno de los principales puentes para los jóvenes que hacen la ida a Irak o Siria como turistas y regresan con un adiestramiento que no facturan en el equipaje. Como Abdeluahid Sadik Mohamed, el primer yihadista detenido en España tras recibir formación militar, adoctrinamiento religioso y experiencia en combate en tierra santa. Sadik fue arrestado en enero del año pasado en la terminal de Málaga cuando regresaba de Siria vía Estambul (Turquía). La policía acechaba al ceutí desde seis meses antes y el juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno ordenó su ingreso en prisión acusado de pertenecer al Estado Islámico de Irak y Levante (ISIL), organización que recluta y envía muyahidines a Siria desde Ceuta y Marruecos. En su caso, fue seleccionado para participar en un atentado contra la prisión de Abu Ghraib de Bagdag (Iraq) para liberar a los terroristas encarcelados. El magistrado añadió que esta célula fue la responsable de enviar al menos a seis grupos de varones a Siria, de los que al menos cinco -tres españoles y dos marroquíes-.

Más reciente es el caso de la española detenida el pasado 6 de noviembre a bordo del avión que acababa de aterrizar en Málaga procedente de Turquía. La joven, de 26 años y sobre la que pesaba una orden internacional de detención emitida por el Juzgado Central de Instrucción 1 de la Audiencia Nacional, también fue a prisión por su presunta vinculación con el Estado Islámico. La investigación concluyó que había regresado un año después de abandonar España junto a su pareja, que fue detenida un día después en Marruecos, con el fin de unirse a la organización terrorista.

Sin embargo, la relación de Málaga con la guerra santa no se limita a su potente tráfico aéreo. Tanto es así, que la provincia suma al menos veintisiete detenciones en los últimos 15 años. A finales de 2004, meses después del 11-M, la operación Nova sumó una veintena de detenidos en toda España. Entre ello Djamel M., un argelino con antecedentes por delitos comunes que fue localizado en Campanillas. La investigación liderada por Baltasar Garzón los acusaba de pertenecer a una organización que planeaba atentar con explosivos en diferentes objetivos, entre ellos el edificio de la Audiencia Nacional. El juicio acabó con la mayoría de los implicados absueltos.

Operación Green

La operación más espectacular, en cambio, se remonta a diciembre de 2005, cuando dos actuaciones policiales sumaron 16 detenidos en la Costa del Sol. Siete de ellos fueron arrestados por la Guardia Civil el 9 de diciembre en la operación Green tras una docena de registros en la capital, Torremolinos, Benalmádena y Marbella. Fueron acusados de pertenecer al Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (ahora Al Qaeda del Magreb Islámico) y de financiar acciones terroristas a través de delitos comunes como robos en viviendas, falsificación de documentos y tarjetas de créditos o contrabando de vehículos. En febrero de 2006, otra operación policial salpicaba a varias provincias españolas (Lleida, Sevilla, Granada y Palma), pero Málaga protagonizaba todos los informativos con 9 de las 16 detenciones. Seis de ellas se produjeron en la capital y otras 3 en Nerja. La operación, denominada La Unión por la ubicación de la mezquita de la famosa calle malagueña, reventó tras detectar a un grupo de radicales que supuestamente se dedicaban a captar terroristas en Málaga y Sevilla. Entre los arrestados en la capital destacó la figura del iraquí Hiyg Mohalab Maan, alias Abu Sufian, a quien se le atribuyó un encuentro con el mismísimo jefe operativo de Al Qaeda en Irak, el fallecido Abu Musab Al Zarqawi, y para cuya organización reclutaba mártires.

Según el juez que lo envió a prisión, Sufian contaba para sus actividades con José Antonio D. M., un nerjeño con quien mantenía una relación sentimental y que le pudo proporcionar importantes cantidades de dinero por transferencias, como un movimiento que se cifró en 30.000 euros. En la capital también cayeron Mohamed Srifi Nali, de origen francés, y el marroquí Boucaib Kaka, que había sido imán en otras mezquitas. Como máximo exponente de captación este grupo, la policía localizó al marroquí Oussama Agharbi, un modélico estudiante de Telecomunicaciones de la Universidad de Málaga. La influencia de Sufian, al que conoció en la mezquita de La Unión, supuso la transformación de un chico de 19 años que pasó de compartir piso con estudiantes españoles al aislamiento más absoluto. Sólo la actuación de la policía evitó que el chaval viajara a Irak como mártir después de permanecer encerrado en la mezquita de Benalmádena durante una semana de oraciones para preparar su destino.

También bajo la batuta Baltasar Garzón, la policía detuvo el 28 de mayo de 2007 en Málaga a una persona por su presunta vinculación con una organización dedicada a enviar voluntarios a lugares de conflicto con presencia de Al Qaeda como Irak y Afganistán. El operativo sumó otros 12 detenidos en Cataluña y otros dos en Madrid.

La última operación se remonta a la primavera del año pasado, cuando la Policía Nacional detuvo en el barrio malagueño de Las Delicias a Jalel Ben Amara Elmedjeri El Tunecino -también detenido en la operación La Unión- por presuntamente falsificar documentos a una organización que reclutaba voluntarios para redes asentadas en Mali, Libia y Siria. En el mismo golpe hubo seis detenidos más, tres en Larui (Marruecos), y tres en Melilla. El más destacado fue Mustafá Maya Amaya, un español y vecino de Melilla acusado de escoger personalmente a través de internet a voluntarios que giraban en la órbita de Al Qaeda como Jabhat Al Nusra, Al Qaeda en el Magreb Islámico y Estado Islámico de Irak y Levante.