Hace no menos de 20 años cuando nuestro viejo profesor, con su raída sotana negra, nos enseñaba la historia de España, estuvo todo el año explicando los sucesos desde la época romana hasta nuestros días con una sentencia que no dejaba de repetir: «En la historia todo se explica con causa y efecto». Desde la formación del imperio romano en España hasta las guerras carlistas pasando por los Reyes Católicos y la Reconquista, todo suceso acontecido tenía su causa y su efecto. Nada escapaba a esta sentencia, todo tenía explicación. Para él no había hueco para el azar en el transcurrir de los hechos históricos.

La economía malagueña está sufriendo un cambio, forzado por la crisis. Hay sectores que han desaparecido prácticamente del mapa. Muchas grandes empresas han reducido extremadamente sus números. También miles de pymes de la construcción y servicios, por la disminución de la actividad y del consumo, han contraído sus ingresos. Esto, unido a la crisis financiera, que ha impuesto una ley seca en préstamos y créditos, ha dejado la economía de tal forma que no la reconocería cualquiera que haya estado en Sidney los últimos ocho años.

Este escenario ha provocado que aparezcan decenas de programas de la administración que fomentan el autoempleo y el emprendimiento, una opción que si bien se ha vendido como un maná caído del cielo, realmente es un arma de doble filo. No todo el mundo sirve para emprender.

Estos programas, incubadoras, viveros, hubs y demás nombres rimbombantes tienen como objetivo fomentar e incentivar la creación de empresas, bien para un tramo concreto de la población bien para reactivar un sector productivo específico. Desde mi punto de vista, muchos de estos programas son meras coartadas para que una procesión de consultores y asesores pasen factura de sus servicios y para que la creación de riqueza (medible en creación de empresas, empleo e impacto económico en la ciudad) se limite a la suya propia.

Es cierto que ha habido casos muy conocidos de éxito en Málaga, sobre todo en el sector tecnológico, que está de moda. Casos como el de Chicfy en el que de la nada ha surgido un marketplace de venta de ropa de segunda mano para chicas; o VirusTotal, un servicio comprado por Google que tiene un alto prestigio internacional en el mundo de la seguridad informática. O resultados-futbol.com, freepik.com y uptodown.com. Son ejemplos de empresas de base tecnológica con un alto potencial de crecimiento y de un sector, el de internet, que permite crear empleo de alta calidad y durabilidad. También hay buenos ejemplos en el PTA, con grandes empresas como Riplife, Ericsson y Oracle, Ingenia, AT4 Wireless, Tedial..., cada una con su historia detrás y con su par causa-efecto que explica los resultados obtenidos.

Estos ejemplos, ¿son gracias a la multitud de programas de las administraciones? ¿Quiere decir que Málaga tiene arraigada una cultura emprendedora? Lamentablemente creo que la respuesta es no en ambos casos. En primer lugar, correlación en el tiempo no significa causalidad; y en el segundo asunto, hasta un reloj parado acierta a dar la hora correctamente dos veces al día.

Hay emprendedores que han surgido por vocación, porque han tenido buenas ideas, o simplemente porque no tenían otra salida. Hay empresas que se mantienen gracias a un solo cliente o a capital público. Las causas han sido muchas. Desde la alta cualificación hasta la tozudez de algunos promotores son los motivos del éxito. Si hubiera que contestar a la pregunta de si han triunfado gracias a la administración me juego una caña a que ninguno de ellos respondería afirmativamente.

No obstante, como ciudadano también me preocupan el resto de agentes que deben transformar una economía. Estos otros agentes son las fuentes de financiación (bancos e inversores privados), las universidades y los emprendedores en sí. No todo siempre es culpa de la administración.

En Málaga si alguien tiene 100.000 euros lo más probable es que se plantee comprar el traspaso de algún local de restauración y si tiene un millón, que piense en comprar algún terreno o edificio e intentar «darle el pase». Ése es el ADN de gran parte del tejido empresarial, ésa es una de las causas que impiden ver más inversiones en proyectos de otros sectores, probablemente por desconfianza en lo que no se conoce.

Las universidades son fundamentales. Y digo universidades porque Málaga tiene potencial para tener sedes de centros importantes a nivel nacional. Pero no hay voluntad. Olvídense: sin una buena base de conocimiento básico no existirá un caldo de cultivo para emprender en estos nuevos sectores. Internacionalización, adecuación y actualización de temarios a las tecnologías o capilaridad entre centros educativos y empresas son fundamentales para que la formación ayude al crecimiento. Además, como cualquier experto corroboraría, el dinero no es la clave. Si no, ahí están los casos de Vitelcom e Isofotón a quienes ingentes cantidades de dinero no ayudaron a llegar a buen puerto. Quién sabe si quizá tanto dinero, en algunos casos, es hasta contraproducente.

Siempre que pensamos en un emprendedor tenemos la imagen del joven que tras terminar sus estudios, como no tiene alternativa, se lanza a emprender desde el garaje de casa (fundamental el garaje para que la historia conmueva). Emprender se puede emprender desde cualquier sitio y en cualquier momento. La innovación no tiene edad ni geolocalización. Las empresas tradicionales que no inviertan en investigación, bien para diversificar o para mejorar su productividad, serán cadáveres de aquí a unos años. Recordemos que España, durante su época de crecimiento ha sido de los pocos países que consiguió crecer sin mejorar su productividad. De aquellos barros estos lodos. Recuerden causa y efecto.

Con todo creo que Málaga está en disposición de afrontar el cambio de modelo productivo con buenos mimbres. Pero olvidémonos de aquello de que las grandes empresas vendrán aquí porque los directivos quieren disfrutar de golf y playa.

Hemos de creer que es bueno invertir desde abajo. Los cambios reales se producen de abajo hacia arriba. Imponer desde arriba es menos permeable y efectivo. Hemos de creer que la educación es fundamental, tanto para conseguir motivar a los niños a realizar tareas que les parecerían imposibles, como a personas de cualquier edad que desean emprender y no saben cómo.

Hemos de creer que es bueno aunar esfuerzos entre administraciones, todas a una, no pueden poder más los colores que los objetivos. Hay que sumar y volcarse conjuntamente en unos objetivos, medirlos y evaluar. Solo así sabremos qué vamos en el buen camino.

Hemos de creer que igual que de una semilla, tierra y agua nace un árbol y da frutos, las empresas pueden nacer igual y generar valor de igual forma. Hemos de querer encontrar la semilla, la tierra y el agua que nos guíen hacia el éxito.

Hemos de creer que los que ya han tenido éxito son los mejores para replicarlo, y la experiencia de ellos es un recurso imprescindible, no podemos permitirnos el lujo de no compartir el conocimiento de todo lo bueno que pasa.

Hemos de creer que si deseamos un efecto hemos de provocar la causa que lo haga realidad.

Hemos de creer en Málaga.

*Enrique González de Gor es director de la consultora Netblue