Antonio Reyes Rubio deja viuda, dos hijas, dos nietas y el terrible desconsuelo que los héroes dejan sin avisar. También deja huérfano a Gerardo, su compañero de batalla, y una impecable hoja de servicio que comenzó a escribir en 1978 con su ingreso en el Cuerpo Nacional de Policía, donde su legado es una herencia imborrable. Tras su paso por Badalona, la Jefatura Superior de Policía de Cataluña y un breve destino en Algeciras, este agente recaló en Málaga en 1997 para dedicarse prácticamente en exclusiva a lo que más le gustaba. Patrullar y ayudar a los demás.

Antonio, un gran devoto de El Rico y la Virgen del Amor, cofradía muy vinculada a la Policía Nacional, lo hizo hasta su muerte. «Fue un profesional íntegro hasta el último día y, como muchos compañeros, ha dado la vida por los demás. Eso no se aprende, se lleva», asegura un compañero de la Brigada Provincial de Seguridad Ciudadana que también lo describe como un patrullero muy querido por todos hasta el punto de ser el más veterano de toda la unidad. «Amable, servicial y de gran corazón, imposible de olvidar. Quedará en los corazones de todos nosotros y más en todos los que como él llevamos al zeta en lo más profundo», abunda antes de un conmovedor funeral celebrado en el pabellón de deportes de la Comisaría Provincial. No cabe un alfiler y entre los asistentes se encuentra el director general de la Policía, Ignacio Cosidó, que en apenas diecinueve meses ha asistido a dos despedidas de policías nacionales fallecidos en actos de servicio en la capital.

Tras la misa, los restos mortales de Antonio son trasladados al coche fúnebre que lo va a trasladar a Aguilar de la Frontera (Córdoba), su localidad natal, mientras un veterano inspector jefe destaca la motivación que llevó a un agente de 60 años a seguir en la primera línea: «Está claro que si Antonio seguía patrullando a su edad es porque amaba hacerlo».

Esa pasión por su trabajo le permitió recopilar todos los reconocimientos a la dedicación profesional, la medalla al Cruz al Mérito Policial con distintivo blanco y más de una veintena de felicitaciones públicas. El Ministerio del Interior anunció la concesión de la Medalla de Plata al Mérito Policial a título póstumo para el héroe, la segunda máxima condecoración del cuerpo que, además, conlleva una pensión vitalicia para la viuda. «Se merecía la de oro», apunta otro agente en claro desacuerdo con la orden firmada por el ministro Jorge Fernández Díaz.

Accidente. La versión oficial asegura que Antonio fue arrollado por un turismo cuando se encontraba en la calzada auxiliando a un conductor que había sufrido una salida de vía tras colisionar con otro vehículo cuando circulaba por el carril izquierdo de la MA-20 a la altura del túnel de Carlos Haya en sentido Torremolinos. Según ha podido saber este periódico, Antonio y Gerardo pasaban por ese punto de la Ronda Oeste cuando trasladaban a un detenido, pero el primero decidió parar en el arcén y salir para echar una mano al comprobar que uno de los conductores implicados en el siniestro se encontraba en apuros, ya que su vehículo había quedado muy mal situado y quedaba expuesto a nuevas colisiones. Sin embargo, mientras su compañero esperaba en el coche, el agente fue arrollado por detrás por otro vehículo cuyo conductor, un policía nacional retirado, no se percató de su presencia.