Detrás de un carro de la compra, empujado por cualquier persona, hay una historia de generosidad que se traduce en un simple paquete de galletas. O de macarrones. Da igual. Tras los grandes contenedores donde se almacena la solidaridad de los malagueños en forma de alimentos con destino a Bancosol, se adivinan vidas ajustadas y carteras vacías; y otras mucho más saneadas y holgadas, de patas de jamón asomando por las bolsas, y que, sin embargo, pasan de largo y mirando hacia otro lado, como esquivando a los voluntarios de La Gran Recogida. Así es la condición humana, supongo. Aquí pasa como en la parábola de la viuda pobre: quien menos tiene, al final, es quien más da. Por regla general. Pero gracias a Dios hay de todo, excepciones y gestos que sirven para reconciliarte con el mundo.

Málaga demostró su solidaridad y llenó la despensa de Bancosol en solo dos días. Magnífico el titular de este periódico. Más de 713 toneladas de alimentos recogidos en pocas horas y que irán destinados a las más de 250 asociaciones que atiende el Banco de Alimentos y que dan de comer a 5.500 familias en la provincia. Se batió un nuevo récord gracias a los aportaciones de quienes fueron a hacer la compra el viernes y el sábado y se encontraron con quienes, de manera altruista, dedicaron parte de su tiempo libre a ponerse un peto identificativo en un Mercadona o un Dia y pedir para quienes más lo necesitan.

Porque es una situación sobrevenida que, en realidad, nos puede pasar a todos. ¿Cuántas familias no han perdido sus trabajos y con ello sus ahorros, sus hogares, sus bienes... sus vidas en definitiva, por culpa de esta crisis que parece no tener fin?

Tras esos carros de la compra había muchas historias conmovedoras, de jóvenes a los que seguro también les hacía falta, y que de hecho reciben ayuda de familiares o amigos, pero hacían su pequeña aportación y así lo contaban. De jubilados que con su pobre pensión hicieron la compra de toda una semana para una familia a la que no conocen ni conocerán nunca, pero que se ponen en su lugar porque seguramente saben en primera persona lo que significa pasar necesidad. De madres haciendo una maravillosa labor pedagógica y didáctica con sus hijos más pequeños, que preguntaban insistentemente por qué y para qué donaban ese arroz o esos potitos, y que entendían perfectamente, pese a su corta edad, el motivo de la existencia de La Gran Recogida y te entregaban los alimentos con la mejor de sus sonrisas, conscientes de que estaban haciendo una buena obra y ayudando a otros niños con problemas.

Se han recogido 713.000 kilos, que ahora hay que clasificar y entregar. Queda aún mucho trabajo por hacer. Muchas veces las cifras, por muy espectaculares que sean, como es el caso, quedan huecas y vacías. En efecto, los malagueños estuvieron a la altura de las circunstancias. Pero detrás de cada carro de la compra había una historia de generosidad.