Hablaba Nietzsche, ese filósofo tan mal interpretado, de la idea del eterno retorno. Todo los hechos vuelven a suceder, incluidos los pensamientos y los sentimientos periódicamente, al igual que el mundo se funde en llamas para volver a nacer eternamente. Hay quien dijo que los que no conocen su historia están condenados a repetirla. Y entre esas dos reflexiones parecen vascular por siempre los malagueños y su ciudad, una urbe empeñada en repetir una y otra vez los patrones que, graciosamente, desembocan en los males que desde antaño la aquejan.

Así, se repite la historia, por ejemplo, en el Málaga Club de Fútbol tal que así: el Club Deportivo Málaga murió de forma vergonzosa, sin que, salvo a los malaguistas, le importara un carajo de mar a nadie su triste adiós, el adiós de una escuadra histórica, que paseó los colores blanquiazules por los campos de toda España, una camiseta que vistieron monstruos de la talla de Sebastián Humberto Viverti, Migueli o Juan Gómez 'Juanito'. Luego, a mediados de los noventa, un grupo de empresarios locales con Federico Beltrán a la cabeza se comió el marrón de sacarlo de la Tercera División, cuando las visitas eran al campo de El pozuelo -cero a uno, ganó la escuadra malaguista, aún recuerdo el desfile de banderas malaguistas en el tren de Cercanías- o a Linarejos, y ponerlo, otra vez, en Primera, esfuerzo liderado por Fernando Puche.

El descenso a Segunda provocó que Fernando Sanz comprase un club que, otra vez, debía agua en Loja gracias a otros extranjeros, esta vez engominados y con muchos masters en economía. Tras mantenerlo a duras penas en la categoría y subirlo a Primera, un jeque con ínfulas marbellíes se hizo con el Málaga.

La primera temporada fue dura, pero la segunda la escuadra alcanzó los cuartos de final de la Liga de Campeones, con robo incluido en Dortmund. Luego vino lo de siempre: venta a precios tirados de jugadores que sobresalían, un carrusel de mandamases que, ahora dicen, han decepcionado al jeque hondamente, y el equipo, una vez más, en la UCI económica.

Hasta aquí, el eterno retorno. Ahora bien, y es una pregunta que algunos malaguistas se hacen insistentemente: ¿no hay ningún empresario en Málaga con ganas de coger al equipo para servirlo en lugar de para servirse de él? ¿Es que no tenemos empresas punteras en Málaga que, como Mercadona con el Villarreal, inviertan en convertir a un equipo actualmente secuestrado por un tipo que solo habla por Twitter en una sociedad con las cuentas saneadas y con una política de cantera como la de Mareo?

No sé qué va a hacer el jeque con el Málaga. Lo mejor, sin duda, sería que cargase las maletas y se gastase sus petrodólares en otro capricho. Y que, al mismo tiempo, los empresarios malaguistas con solvencia se unieran y rescataran la nave para dirigirla con raciocinio económico y deportivo. Y, como pasa con esto, el eterno retorno también se da con los Baños del Carmen, el Guadalmedina, el metro -el eterno trazado, sería-, el Auditorio o lo que queda por hacer en el puerto. Así nos va.