He leído 'La Desbandá' recientemente. Esa novela de Luis Melero se publicó en 2005 y vendió decenas de miles de ejemplares. En ella, el escritor retrata con gran precisión la atmósfera de aquella Málaga republicana a cuyas ansias de libertad cantaron poetas como Luis Cernuda o Federico García Lorca y la oscuridad que sobrevino cuando las tropas de Franco, nutridas fundamentalmente por italianos, entraron en la ciudad en febrero del 37, con la consiguiente catarata de fusilamientos ante los encalados muros de San Rafael de miles de personas y la inestimable colaboración que para tal sangría prestó el último presidente del Gobierno del régimen, Carlos Arias Navarro, alias Carnicerito de Málaga. Claro que, cuando se inició la Guerra Civil, también hubo una feroz represión sobre otra parte de la población, algo que no debemos olvidar.

Más allá de una trama que engancha y de unos personajes muy bien construidos, en esa novela se repasan no sólo los crímenes terribles que se cometieron por parte de alemanes, italianos y franquistas bombardeando a la población que huía de Málaga hacia Almería, La Desbandá, sino que también se repasa con envidiable maestría y memoria casi fotográfica las calles más populares del municipio (Huerto de Monjas, las callejuelas del Perchel o del Molinillo, las playas o los barrios acaudalados en los que se atrincheraba la alta burguesía, presa aún de la depresión que siguió a la pérdida del peso industrial de la urbe desde finales del siglo XIX).

Ahora, Ediciones del Genal publica 'Después de La Desbandá', otra novela con garra en la que se narran las aventuras y desventuras de una serie de personajes arquetípicos y en la que se vuelve a presentar una magnífica pintura de ambientes de lo que era aquella ciudad que en los cuarenta se levantaba bajo el yugo de una dictadura que caminaba hacia el ideal fascista de una España Nueva.

Más allá de que su lectura me haya producido un inmenso placer, debo recomendar encarecidamente su consumo a todos los malagueños que quieran conocer una parte tan esencial, pero desconocida, de su propia memoria personal. A todos nos atañe aquello que pasó hace casi ochenta años y, tal vez, sea el mejor antídoto para no repetir errores similares en el futuro. Luis Melero se ha erigido en el gran cronista de la Málaga de finales de los años treinta y principios de los cuarenta, una época oscura pero apasionante que tiene poco que ver con la ciudad que hoy es sinónimo de turismo cultural de calidad.

No recuerdo quién decía que de todas las historias de la historia, la más triste es la de España, porque termina mal. En este singular brete histórico que atraviesa el país, volvemos a atisbar los mismos males de siempre, la deshumanización económica, el pisoteo a los derechos de los de abajo y la amenaza del desmembramiento territorial como signos de una nación incabada, que arrastra sus males desde hace siglos sin saber cómo darles solución. Conocer el pasado es el mejor antídoto para no repetirlo. La Desbandá y su secuela deberían metérsela en vena los jóvenes de esta ciudad.