El consejero de Salud, Aquilino Alonso, manifestó ayer su rechazo al caso de los «topos» que avisan a funerarias cuando un paciente va a fallecer o ha fallecido para lucrarse con su seguro de decesos. «Es inadmisible que se produzcan situaciones así en un centro sanitario», manifestó el responsable de la sanidad andaluza, que recordó que antes de que el Defensor del Paciente pusiera el caso en manos de la Fiscalía ya lo habían hecho ellos. «Para nosotros es una situación que en ningún caso es asumible ni se puede permitir, de vez en cuando se producen situaciones así, pero el expediente informativo sigue abierto», dijo Alonso, que destacó que si el juzgado abre diligencias cesarán la parte administrativa hasta que concluya la vida judicial. Sobre la resolución del informe, señaló que serán los instructores los que decidan los expedientes, aunque destacó que existe un amplio catálogo de faltas y señaló que entre ellas está la de apartar del servicio a los responsables.

El Defensor del Paciente envió un escrito al fiscal jefe de Málaga, Juan Carlos López Caballero, para pedirle que investigue el caso de los «topos», en concreto, se refiere a los casos de Pepe Subires y de Teresa Morales -publicados en La Opinión los días 23 y días 2327 de octubre- a quiénes llamaron empresas funerarias avisadas por un «topo» del centro sanitario que les informó sobre el supuesto fallecimiento de dos familiares. Fuentes del centro sanitario informaron esta semana de que el 12 de noviembre pusieron el caso en conocimiento de la policía y señalaron que la investigación interna continúa abierta y que se ha nombrado a un instructor para dirigirla en el seno del hospital.

La supuesta trama se destapó el pasado 16 de octubre, cuando uno de los «ojeadores» se precipitó y destapó qué ocurre en las urgencias del Clínico. Aquella madrugada una funeraria llamó, desde un número oculto, a Pepe Subires, el marido de una paciente que había ingresado crítica y que esperaba noticias de su estado de salud mientras permanecía en la sala de espera.

La llamada del «topo» a la funeraria hizo que este hombre pusiera una reclamación en el hospital al sospechar que algún trabajador había dado sus datos. Su mujer no sólo no había muerto, sino que una semana después recibió el alta.