Stefan Reinert, el indigente alemán acusado de asesinar a las 19.00 horas del 20 de mayo de 2014 de una puñalada en el pecho a un policía nacional en la calle Frigiliana de Málaga, sufre una enfermedad mental con muchos años de evolución, «una psicosis esquizofrénica» agravada por el consumo de alcohol y drogas, lo que supone que, en el momento de los hechos, «no era responsable de sus actos», informaron ayer dos forenses del Instituto de Medicina Legal (IML) que lo han tratado en este tiempo. Asimismo, dos psiquiatras del psiquiátrico penitenciario de Sevilla aseguraron que «él se siente víctima de un complot».

Ello explica por qué, cuando se encontró en la puerta de un establecimiento con el joven policía Francisco Díaz, de solo 33 años, le diera en su huida una fuerte puñalada en el pecho que le atravesó el corazón acabando con su vida. Paco, como se le conocía, era muy querido en el cuerpo.

Los psiquiatras del IML indicaron ayer, día en el que el juicio quedó visto para sentencia, que cuando sucedieron los hechos el encausado tenía completamente afectadas sus capacidades de querer y entender. «¿No era responsable de sus actos?», preguntó el fiscal, a lo que respondieron los dos forenses -entre los que estaba el prestigioso Antonio García de Gálvez-: «Esa es la conclusión a la que hemos llegado». Poco después, asintieron cuando uno de los letrados les interpeló sobre la «peligrosidad extrema» del teutón.

Asimismo, señalaron que el consumo de drogas perjudica «el cuadro psicótico». La combinación de su mal, pese a que se compense con el posterior tratamiento, y la intoxicación con otras sustancias, convierten a Stefan Reinert «en una bomba de relojería», subrayaron.

Los forenses del centro psiquiátrico penitenciario de Sevilla se mostraron de acuerdo y fueron aún más gráficos. «El paciente presentaba un cuadro de descompensación psicótica con contenido delirante: este paciente tiene una esquizofrenia paranoide». Cuando sucedió el asesinato, su mal estaba descompensado y no sabía lo que hacía. «Él tenía delirios megalomaniacos y de grandeza, y los personalizaba en la policía. Él se sentía víctima de un complot», aclararon.

«¿Es socialmente peligroso?», preguntó el fiscal a los médicos, que declararon por el sistema de videoconferencia: «Sí, en tanto en cuanto el paciente sufre esta patología. Al vivir en la indigencia, consumía alcohol, no tenía tratamiento para un cuadro psiquiátrico. Esta situación, en la calle, conllevaba un componente de peligrosidad», recalcaron.

Esa supuesta persecución policial se traducía en dos respuestas: o huida o agresión. De hecho, el abogado defensor insistió en saber si, ante una situación de estrés, podría responder de ambas formas. «Sí, es cierto. También los psiquiatras del Hospital Clínico de Málaga hacen referencia al contenido de sus delirios», señalaron, al tiempo que aclararon que el contenido de esas ideaciones «autorreferenciales era de persecución, y mete dentro de ellas al Gobierno, al Ministerio del Interior, a la policía... Si se siente agredido, huirá o agredirá».

El acusado, por tanto, según todos los peritos es inimputable. El fiscal, la acusación particular y la defensa elevaron ayer sus conclusiones a definitivas. El fiscal pide la absolución y el internamiento en un centro psiquiátrico adecuado durante 34 años. La defensa no discutió la existencia del asesinato, sino que se centró en otro intento de homicidio atribuido a su cliente, al embestir este a un segundo policía.

Ayer también declararon varios forenses que hicieron la autopsia al joven policía asesinado. La única puñalada fue mortal de necesidad. Francisco Díaz la recibió en el lado derecho de su pecho y se abrió paso entre hasta 15 centímetros en su interior, afectando a su corazón.

El procesado dijo: «Siento mucho lo pasado con la policía. Me disculpo a la familia y con todos los que estaban allí. Iba muy drogado, bebido y me sentía muy atacado». Al salir de la sala, alguien le gritó asesino.