Era el 18 de noviembre cuando me lo crucé por última vez. Paseaba por la Alameda y nada más vernos nos saludamos y empezamos a hablar. Estuvimos casi una hora. Punzante, inteligente, con un punto provocador y muy socarrón, Juan Ramón Casero era una delicia para una conversación.

Su salud, en precario desde que se jubiló el pasado julio, protagonizó una parte de la conversación. Pero no con acritud ni con tristeza. No era su carácter deshacerse en quejas o mostrar debilidad de espíritu, ni mucho menos. Su entereza y buen humor se me contagiaron. Fue una lección. No la única de esa conversación. Hizo un repaso por la obra del metro y por sus problemas que fue uno de los análisis más clarividentes que he escuchado de este proyecto, que conocía de primera mano y que comprendió mejor que nadie en el Ayuntamiento de Málaga.

A Juan Ramón Casero lo había tratado mucho durante su paso como concejal del Ayuntamiento de Málaga. La relación entre el político y el periodista suele ser complicada. Y no fue una excepción. Era un concejal que no hacía concesiones, áspero en ocasiones y con su ironía siempre preparada. Eso sí, no se perdía en tonterías ni en falsos compadreos. Si tenías un enfrentamiento con él, se resolvía hablando. Y se podía hablar. Se ganaba el respeto rápidamente.

Sus compañeros de corporación tenían en Casero a un contrincante difícil en el debate. Su dominio de la oratoria y del discurso estaba por encima de la media. En el pleno municipal, sólo Pedro Moreno Brenes (IU) se manejaba con una soltura parecida. Ese juego dialéctico, sin embargo, no le hacía perder la cabeza ni el sentido común en la gestión. Hablaba y escuchaba, buscaba soluciones razonables y sabía entenderse con sus contrincantes.

Su gestión estuvo marcada por la redacción del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) y su aprobación; así como el desarrollo del grueso de las obras del metro, recogiendo el testigo de Javier Berlanga como concejal de Movilidad. Esto le obligó a fajarse con la Junta de Andalucía en dos temas claves y complejos. Además de soportar una enorme presión desde distintos ámbitos, en especial durante la redacción del PGOU.

Rechazó volver a presentarse como candidato a concejal en 2011. La victoria de Elías Bendodo en la Diputación le abrió las puertas de esta institución como cargo de confianza, primero como director técnico del Área de Arquitectura y Urbanismo, donde permaneció hasta otoño de 2014, y luego como gerente del Consorcio Provincial de Aguas hasta el mes de julio pasado.

La política malagueña se ha quedado huérfana y mucho más plana. Le echaré de menos. Y no seré el único.