­­El suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte no natural en España. Cada día mueren diez personas por esta causa y al menos veinte lo intentan. Se trata de una epidemia silenciosa que afecta a toda la sociedad: por cada suicida quedan seis personas con sentimientos de culpa y responsabilidad por no haberlo evitado.

En Málaga se quitaron la vida 179 personas en 2013 según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), lo que catapulta a la provincia hasta la cuarta posición del país, siendo, además, la primera de Andalucía, seguida de Sevilla con 161. Los datos hablan por sí solos y los expertos llevan años observándolos con respeto sin saber muy bien qué hacer. Por este motivo, en 2014 el Ayuntamiento de Málaga puso en marcha el Programa Alienta para la Prevención de la Conducta Suicida en colaboración con expertos de Salud Mental de Carlos Haya y dos organizaciones no gubernamentales que trabajan día a día con personas en riesgo de exclusión o con necesidad de diálogo, consecuencia de enfermedades o soledad: la asociación Justalegría y el Teléfono de la Esperanza.

Actualmente trabajan 20 personas de las asociaciones a las que hay que sumar personal experto del SAS y de la UMA que les asesora, además de un experto en suicidios y el coordinador del proyecto, Jaime de la Torre. «Para nosotros el principal logro es que exista un espacio de entendimiento y coordinación entre distintas asociaciones y administraciones públicas. También que se esté visibilizando este grave problema social y de salud, y que empiece a haber medios para trabajar en ello», señala el coordinador que añade que, de momento, el programa no tiene visos de finalización a consecuencia de que hay mucho que hacer en torno al suicidio.

Cada treinta segundos se quita la vida una persona en Europa y cada tres segundos alguien lo intenta. En España causa el doble de muertes que por accidente de tráfico, dato que sacudió al equipo de Alienta, algo había que hacer. «Hemos visto que desde hace décadas se está realizando una fantástica labor por parte de las administraciones públicas en campañas de sensibilización y prevención de seguridad vial. Ahora es el momento de trabajar también el suicidio», apunta.

El programa es tanto de prevención primaria como de secundaria. Se dirige a población vulnerable, potencialmente suicida, pero no necesariamente con un riesgo muy elevado. Los expertos decidieron trabajar con usuarios de servicios sociales ante la necesidad de acotar la población para poder intervenir y porque se trata de personas con dificultades socio-económicas, catalogadas como factor de riesgo. «Este factor unido a otros muchos. El suicidio siempre es de causa múltiple, puede desembocar en un intento», señala. Aunque en un primer momento comenzaron a trabajar con usuarios de servicios sociales del distrito Bailén Miraflores, ya han extendido parte del programa a otros distritos con la idea de llegar a todos.

Para ello han contado con la asesoría de la psiquiatra de Salud Mental de Carlos Haya Lucía Pérez Costillas, que cree que Alienta tiene muchas posibilidades. Tras haber formado a personal no sanitario han recibido la visita de la Asociación de Psiquiatría Americana por haber conectado las áreas sanitarias y social. Y es que este singular programa, fruto de la necesidad, aborda desde un primer momento la atención de personas que utilizan servicios sociales y esperan, en un futuro, llegar a más sectores clave con la intención de prevenir el suicidio en todos los ámbitos.

Alienta se divide en varias áreas de trabajo: investigación, para saber qué lleva a los suicidas a plantearse quitarse la vida y la forma de afrontar los problemas, para lo que estudiaron a cien usuarios de los servicios sociales de Bailén-Miraflores, que les ayudaron a hacerse una idea de la problemática. A raíz de esta investigación, pusieron en marcha la Escuela de Fortalezas Personales, que empezó a funcionar el pasado octubre y que está teniendo éxito entre los asistentes. Una de las usuarias, Rosa, admite que ha aprendido a valorarse más y a afrontar los problemas de una manera diferente a como lo hacía antes. Recibe ayudas sociales y busca empleo desde hace años. «Todos hemos cambiado desde que empezamos el curso hace dos meses», admite la mujer, que reconoce que las clases se les hacen cortas.

Por otra parte, se ha puesto en marcha un programa formativo para los agentes comunitarios trabajadores de los Centros de Servicios Sociales del Ayuntamiento que pretende mejorar la detección temprana de personas en riesgo, así como dar unas pautas de actuación a estos profesionales que muchas veces tienen que abordar estas situaciones. Otro de los ámbitos es la intervención en crisis, en la que participa El Teléfono de la Esperanza, que en lo que llevamos de año ha atendido 65 llamadas relacionadas con el suicidio.

La última pata del programa Alienta es una página web que funcionará en enero para romper tabúes y ofrecer información: razonesparavivir.org.

Los suicidios son ya la segunda causa de muerte entre la población de entre 15 y 29 años de edad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Cada año se quitan la vida 3.500 españoles. Pero las cifras que realmente preocupan a las autoridades son las tentativas: al menos 35.000 personas lo intentan cada año. Por perfiles, la tasa más alta de suicidio se da en hombres de más de 60 años con depresión y en situación de desamparo por vivir solos o estar viudos. Las mujeres lo hacen más entre los 35 y los 55 años.

Sin respuesta común

Pero, ¿qué les lleva a quitarse la vida? Jaime de la Torre admite que obedece a múltiples factores de riesgo que tienen en común la conocida como «visión de túnel»: una profunda desesperanza y una angustia muy elevada que no permiten ver más allá. «En muchas ocasiones los suicidas no desean tanto morir como dejar de sufrir», dice.

Entre los factores de riesgo aluden a enfermedades mentales, físicas y situaciones adversas como el desempleo o la soledad. «Lo más importante es saber que no hay una única causa, que es un fenómeno complejo y suele haber varias condiciones que se acumulan y llevan a la desesperación de tratar de evitar el sufrimiento a través de la muerte. El suicidio es una solución definitiva a un problema que en muchas ocasiones es temporal», apunta el psicólogo.