­De nada ha servido la digestión del récord ni los 10 millones de turistas. Tampoco el consenso que, en teoría, y con un plan aprobado sobre la mesa, congregaba, en diferente grado de responsabilidad, al conjunto del sector. Un año más, y tras el epílogo veraniego, se aviene el invierno y con él despierta de nuevo la bestia más temida en las últimas décadas por la industria, la llamada estacionalidad, que ha vuelto, puntual como siempre, a destejer cualquier eco de bullicio y de actividad intensa en los puntos con mayor demanda del litoral de la provincia.

Mientras las calles se llenan con el rumor de las fiestas y de las comidas de empresa, la Costa del Sol se desinfla. Y, si bien eso no da para empañar los resultados anuales, que, con toda probabilidad, seguirán siendo extraordinarios, la imagen, y el perjuicio económico, una vez más, se acentúa. El buen rumbo asumido por el turismo no dará finalmente este año para contener la sangría, que tiene uno de sus principales efectos y visores en el cierre temporal de hoteles. La provincia, en este sentido, no experimentará ninguna mejoría: en este invierno, y a pesar de los buenos registros, un total de 38 establecimientos han decidido ya salirse de la pista. Se trata de 24.111 camas menos, con el inevitable daño para el destino, que no sólo pierde puestos de trabajo y animación, sino también un entramado de negocio que implica por igual a tiendas y restaurantes; como suele decir Gonzalo Fuentes, de CCOO, con cada alojamiento que decide no abrir se cercenan también las posibilidades de supervivencia de un número nada desdeñable de comercios, los que se nutren principalmente de la estancia regular de los turistas.

Los datos proporcionados por el sindicato sitúan nuevamente a Málaga a la cabeza de la clausura de establecimientos en Andalucía, circunstancia que no es de extrañar, ya que la Costa del Sol es la locomotora turística de la región y la que concentra mayor oferta, pero que, por otra parte, deja entrever la magnitud del problema. En las cinco provincias afectadas -las de interior no se rigen por las mismas variables ni por la dependencia veraniega- serán 145 hoteles con 61.483 plazas las que desaparezcan temporalmente, cuatrocientas más que en 2014, puesto que hay un hotel de Cádiz -de los de mayores dimensiones-que esta vez ha decidido mantenerse inoperativo y no arriesgarse.

En su informe anual sobre la estacionalidad, Gonzalo Fuentes y CCOO desligan el fenómeno de la aventura en barbecho y planificación que aducían a principios de otoño algunos portavoces de la patronal hotelera. De todos los alojamientos que no abrirán en los próximos meses, solamente el 5 por ciento, calcula la investigación, han renunciado a la continuidad por motivos de reforma. La desconfianza en el invierno vuelve a ser la clave. Y más si se tiene en cuenta los tiempos de funcionamiento de la industria, que organiza sus temporadas con, al menos, diez meses de antelación.

La derrota contra el vaivén estacional tiene, en este curso, un nuevo elemento explicativo: la falta de premura en la puesta en marcha del plan de choque aprobado por la Junta con el consenso de los agentes del sector y del conjunto de los grupos políticos. El proyecto, que aspira a rebajar cada curso un 5 por ciento el número de hoteles inactivos, ha arrancado con un desplazamiento hacia adelante del calendario. Y en esto, patronal y sindicatos parecen unidos: Andalucía no pude perder ni un sólo año más en la batalla. Por más que las razones del retraso no se deban a la apatía, sino a la interinidad casi permanente del año, que se ha vistosacudido por la lentitud en la conformación del nuevo Gobierno autonómico y las distintas elecciones.

Para el sindicato CCOO se hace indispensable la constitución de la Red de Municipios contra la Estacionalidad Turística, que compromete también a los ayuntamientos en la resistencia a un problema crónico que impide desde hace años que la Costa del Sol luzca como lo que fue en sus inicios: un destino lo suficientemente diverso como para mantener los negocios y el músculo hotelero en tensión durante los doce meses del ejercicio.

La nota positiva es que el cierre no será esta vez tan prolongado como hace apenas un lustro. Los establecimientos que han optado por la clausura de temporada se mantendrán sin actividad menos tiempo. Buena culpa de ello la tiene el excelente comportamiento turístico de septiembre y octubre, que han estirado la mecha estival y obligado de buena gana a los empresarios a replantearse su estrategia.

Este curso, además, viene con un argumento de partida que favorece al acortamiento de los plazos: el inicio de la Semana Santa, previsto para marzo. Gonzalo Fuentes insiste en que la estacionalidad no es un mal inevitable ni de ascendencia divina, sino más bien un problema provocado por una deficiente gestión de la riqueza del destino. «En la Costa del Sol se bajó mucho la guardia en los años anteriores a la crisis, en los que había mucho dinero y oportunidades», puntualiza.