La Academia Malagueña de Ciencias nombró el pasado 17 de diciembre al neurólogo Juan Manuel Pascual Fernández (Málaga, 1967) académico de honor de la institución, a propuesta de los académicos de número Alfredo Asensi, Fernando Orellana e Ignacio Núñez de Castro, con el apoyo del también académico Francisco Cabrera. La propuesta fue aprobada por unanimidad.

Con este nombramiento el prestigioso profesor e investigador malagueño se une a otros insignes académicos de honor del presente y el pasado de la institución como Federico Mayor Zaragoza, Margarita Salas, Francisco Ayala, José Gálvez Ginachero, Santiago Ramón y Cajal o José Echegaray.

Juan Manuel Pascual, que en 2013 fue nombrado académico correspondiente en Dallas de la Real Academia de San Telmo y es también académico correspondiente de la Real Academia Española, estudió en los colegios del Atabal y San Estanislao de Kostka, así como en el instituto de Martiricos, donde inició su formación. Con 17 años ingresó en la Facultad de Medicina de Málaga y sus estudios los completó en su mayoría con matrícula de honor. Fue precisamente en la UMA donde conoció, a instancias del académico de Ciencias Ignacio Núñez de Castro, al premio Nobel español Severo Ochoa, quien le recomendó por escrito para cursar un doctorado de fisiología molecular y biofísica en Estados Unidos, donde terminó recibiendo el estatus de profesor sobresaliente de interés nacional a efectos de residencia.

En la actualidad es profesor de los departamentos de Neurología y Neuroterapéutica, Fisiología y Pediatría de la University of Texas Southwestern Medical Center, un conjunto de 50 edificios de investigación y cinco hospitales en Dallas, complejo en el que trabajan cinco premios Nobel de Medicina o Fisiología. De hecho, en la actualidad es uno de los colaboradores más cercanos de Bruce Beutler, premio Nobel de Medicina y Fisiología en 2011.

Especializado en neurología infantil y biofísica molecular, el médico malagueño dirige el servicio de enfermedades raras y desconocidas del centro médico y en paralelo dirige un laboratorio de investigación centrado en varios aspectos del cerebro.

En 2012 recibió una cátedra vitalicia, establecida en su honor por la familia de una de sus pacientes, de tres años, por sus contribuciones a la neurología infantil.

Fiel lector de Aristóteles, Spinoza, Leibniz y Kant, así como de literatura hispanoamericana -su madre es la catedrática de Literatura Hispanoamericana de la UMA Guadalupe Fernández Ariza- en 2013 confesaba a La Opinión que uno de sus caballos de batalla era averiguar «qué es lo que dota al ser humano de la capacidad de la sentencia, de la capacidad de la autorreflexión».