Jeffrey Harris conoció su final en cuanto le comunicaron por su teléfono encriptado que los dos encargados de trasladar desde Pontevedra a la Costa del Sol 700 de los 3.000 kilos de cocaína que quería comprar acababan de ser detenidos con la mercancía que llevaban en una furgoneta. Fue el 14 de diciembre y el capo se encontraba en un pub de Marbella cerrando un trato con 30.000 euros sobre la mesa. Cuando colgó el teléfono, no se sorprendió al ver entrar a los agentes que también acababan de recibir las noticias desde Galicia y la luz verde para detenerlo.

Negociar era lo que mejor sabía hacer Harris y los bares, su oficina preferida. Días antes hizo lo mismo en el vestíbulo del Parador de los Reyes Católicos, el emblemático hotel de la plaza del Obradoiro que siempre acompaña a la majestuosa Catedral de Santiago de Compostela. Demasiada sobriedad para una escena que incluyó una montaña de billetes de 500 euros sobre el tapete que puso de los nervios a trabajadores y clientes de hotel, que terminaron llamando a la policía sin saber que ya estaba allí. Aquella transacción era el adelanto con el que Jeffrey pretendía comprar toda la coca colombiana que un grupo de holandeses ocultaba desde hacía tiempo en algún punto de Galicia. «Esa exhibición demuestra la impunidad con la que estas organizaciones creen que pueden actuar en España, pero la realidad es otra muy diferente», explica uno de los investigadores del Grupo de Respuesta Especializada contra el Crimen Organizado (Greco) de Cádiz que ha sido la sombra de Harris y compañía durante los últimos meses. El inspector se refiere a la investigación paralela que sus compañeros gallegos llevaban sobre los narcos holandeses y cómo ambas pesquisas confluyeron irremediablemente en el hotel: «Unos u otros habríamos llegado al alijo».

Introducir tres toneladas de cocaína en España de una tacada no lo hace cualquiera, pero apenas es la mitad del trabajo si el objetivo es cubrir de blanco media Europa. Mientras el Greco de Galicia trata de averiguar cómo los narcos flamencos hicieron llegar semejante carga hasta las costas gallegas, sí tienen la certeza de que la droga fue desembarcada con mano de obra gallega y que los fardos tuvieron que dormir en una nave más tiempo del deseado ante el riesgo que suponía cruzar las fronteras francesas con la mercancía tras los atentados de París. «Tres mil kilos es una pedrada muy gorda. Primero requiere recursos marítimos para atravesar el Atlántico, y después hay que tener una enorme infraestructura para almacenarla y distribuirla sin llamar la atención», añade el agente del grupo de Cádiz.

El desafío lo asumió Jeffrey Harris, un guiri más de cara rechoncha en la vasta comunidad extranjera que reside en la Milla de Oro, pero una escurridiza lagartija de 56 primaveras para la élite de la lucha contra el crimen organizado, que lleva años viendo cómo el británico ha salvado el pellejo a costa de sus socios y subordinados. Esta vez, la Policía Nacional ha conseguido el lote entero que compone Harris, sus seis colaboradores ingleses y su hombre de confianza en España. Se llama Guillermo, un empresario malagueño de 47 años con antecedentes por tenencia ilícita de armas y el tipo que embistió al vehículo policial que dio el alto a la furgoneta en Galicia en un último intento desesperado por salvar la droga de Harris.

La lealtad al jefe es total, que para eso mantenía a toda la organización cuyas residencias se repartían en las zonas más nobles de Marbella y Estepona, municipio que Jeffrey visitaba cuando su joven amante le reclamaba, si la ausencia de su mujer lo permitía y casi siempre que preparaba un plan. De nada le han servido a El viejo, como también lo conocen en su círculo más cercano, las grandes medidas de seguridad adoptadas durante tanto tiempo. Empezando por un uso limitadísimo del teléfono, encriptado si lo hacía, que ha privado a los investigadores de unas escuchas telefónicas que han suplido con maratonianas jornadas de vigilancias y seguimientos. Residente en una casa valorada en un millón de euros cercana del hotel Don Pepe en la que los agentes encontraron 700.000 euros en efectivo y un pistola, su rutina diaria comenzaba tarde, pasado el mediodía, cuando iniciaba su jornada laboral consistentes en rondas de contactos que siempre buscaban encuentros cara a cara. Preferentemente al aire libre, en bares y restaurantes británicos en los que las labores de contravigilancia eran más eficaces frente a la presencia de la policía española. Harris se movía en coches discretos, pero no se cortaba a la hora de sentarse en las mesas de los mejores establecimientos de la Costa del Sol. También en los de Puerto Banús, donde él y sus colaboradores tenían la tarjeta que da acceso a la zona restringida al tráfico para la mayoría de los mortales. Muy aficionado al golf, no dudaba en cruzar el Estrecho para cerrar tratos en Marruecos con mayor tranquilidad, aunque fue en uno de esos viajes cuando los investigadores comprobaron que utilizaba un pasaporte irlandés falso.

La Agencia Nacional contra el Crimen del Reino Unido aportó información muy valiosa sobre él y su banda, entre los que destacan las figuras de Richard Difford, mano derecha de Harris, y Gerard y Vicent Hagan, dos parientes expertos en solucionar problemas y en preparar los vehículos de la organización y que acumulan una importante trayectoria en Reino Unido. Sobre todo Gerard, uno de los cinco hombres más buscados en su Merseyside natal por fugarse las dos veces que ha interrumpido la condena de diez años de prisión por participar en el mayor alijo de cocaína intervenido en la historia de Irlanda a razón de 1.500 kilos que fueron valoraros en 350 millones de libras.

A Hagan, que se fugó en 2012 de la prisión de Kirkham y volvió a hacerlo tras ser detenido en Estepona en 2014 en virtud de una orden internacional, le ofrecieron 5.000 libras para que se trasladara a Trinidad y Tobago con un pasaporte falso y supervisara que el catamarán que iban a tripular dos lituanos recibiera la droga a 400 kilómetros del litoral trinitense. Así lo hizo antes de cruzar el Atlántico y transbordar la cocaína a una embarcación más pequeña para alcanzar la costa sur irlandesa. El plan se torció cuando el motor de gasolina del bote no aceptó el gasoil con el que llenaron el depósito. Hagan y dos compañeros quedaron a la deriva hasta que la marejada les hizo volcar en la bahía de Dunlough. Gerard fue uno de los dos náufragos que alcanzaron la costa a nado y el único que pidió ayuda para que las autoridades ayudaran al tercero, que fue rescatado con vida flotando entre un montón de fardos de cocaína procedente del Caribe.

Los capos de la banda

Gerard hagan. Fugitivo y colaborador

Hagan era buscado en Reino Unido tras fugarse en dos ocasiones. Tiene una condena pendiente por participar en el mayor alijo de cocaína interceptado en la historia de Irlanda.

Jeffrey Harris. Líder de la organización

Conocido como El viejo a sus 56 años, Harris está acusado de querer comprar los 2.700 kilos de coca que la policía encontró en una nave de Pontevedra y los 700 kilos interceptados cuando sus hombres hacían el porte en una furgoneta.