­Ni siquiera los más ilustres malagueños pueden salvarse de los actos incívicos de unos cuantos vándalos. Picasso ha sido el último en sufrir las consecuencias de estos comportamientos, aunque ya está acostumbrado a ello. La escultura del pintor, ubicada en la Plaza de la Merced, amaneció hace unos días con varias marcas de pintura blanca en los ojos en forma de lágrimas. Pero el célebre artista no es el único objetivo de los gamberros. «Nuestras esculturas son igual de queridas que de denostadas», reconoce la arqueóloga y responsable del Patrimonio municipal, Fanny de Carranza.

«De dos a tres estatuas son dañadas todos los meses por actos vandálicos. En este caso, le habían pintado los ojos como si estuviese llorando, pero el mismo viernes se pudo retirar la pintura porque el bronce es un material relativamente fácil de limpiar. Se regularizó la patina y se le aplicó una capa de protección de tal modo que quedó prácticamente igual», explica la experta. Otras veces, en cambio, el proceso es más complejo. Las de piedra, por ejemplo, requieren de un esfuerzo mayor por tratarse de un material que absorbe más la tinta y, por lo tanto, de mecanismos más agresivos que acaban deteriorando la escultura.

Grafitis y pintadas

«Estos comportamientos son tan incompresibles como costosos. No sale nada barato. Primero una persona que dedica gran parte de su jornada laboral a esta labor, y después el importe de los materiales que se emplean. Lo mismo rompen las gafas del concejal que asesinó ETA, que la mano o lo rosa de la gitanilla de Arturo Reyes. No hay respeto por ninguna. No les importa que sea García Grana, el Comandante Benítez o Narciso Díaz de Escovar», lamenta.

Patrimonio Histórico Artístico del Ayuntamiento lucha constantemente contra chicles y pegatinas. Se encarga de las estatuas sensibles, siempre que sean daños menores y cuenten con los medios para ello. Sin embargo, cuando son a gran escala, el organismo se ve obligado a solicitar la ayuda de los equipos de Limasa, que cuentan con otro tipo de técnicas.

Es precisamente Limasa, la empresa que desde abril de 2001 gestiona en la ciudad la limpieza de carteles, fachadas y manchas. El presupuesto anual con el que cuenta para este servicio asciende a 955.000 euros, de los que 424.000 están destinados íntegramente a la eliminación de pintadas y grafitis. El centro histórico y las zonas emblemáticas suelen ser, según los operarios, las zonas más afectadas por los grafiteros. La diferente naturaleza de las actuaciones que realizan supone que estos equipos se dividan entre los que operan sobre manchas y carteles, en exclusiva, y los que se dedican a eliminar pintadas y grafitis.

Contenedores y papeleras

Otra de las grandes partidas que el consistorio contempla en este apartado es la dedicada a la reparación y reposición de contenedores y papeleras. De enero a septiembre de 2015 la suma entre limpieza de grafitis y reposición de contenedores y papeleras dañadas se elevó hasta los más de 545.000 euros. Así, la empresa malagueña gastó 85.405 euros en contenedores, tanto de residuos sólidos como selectivos y otros 36.461 en papeleras. En total, solo en los nueve primeros meses de 2015, Limasa tuvo que hacer frente a más de 121.886 euros. No obstante, una cantidad muy inferior a la registrada en 2014. Cuando más de 1.700 contenedores fueron dañados o destruidos y casi 1.300 papeleras. Lo que supuso un gasto de 407.016 euros, un 25,15% más que en 2013.

El pasado ejercicio, la actividad vandálica se centró en los contenedores de recogida doméstica grandes y muy grandes, mientras que los de recogida selectiva sufrieron en menor medida la acción de los vándalos.

Y aunque el número de papeleras dañadas fue menor al del año anterior, el coste fue ligeramente superior por ser los actos de mayor envergadura. Necesidades fisiológicas en la vía pública, arrojar residuos, no recoger las deyecciones de animales o dañar el mobiliario urbano -bancos o marquesinas, principalmente- constituyen el resto de actitudes más frecuentes en este capítulo.

Desde que en 2010 se acordase que los menores de 30 años podían conmutar las sanciones económicas por la realización de actividades formativas o de trabajos sociales en beneficio de la comunidad, han sido numerosos los jóvenes que se han acogido a esta ordenanza. En 2015, el área de convivencia recibió 4 solicitudes por sanciones de grafitis, 192 por necesidades fisiológicas y 21 por excrementos de perros, entre otros.