Cuando uno piensa en Málaga, se le viene a la cabeza la playa, el clima, la gastronomía, las fiestas populares, y un largo etcétera de símbolos y emblemas con los que los malagueños se identifican. Pero hay otro importante elemento que es común a todas las personas que viven en la ciudad, algo que subyace en cada rincón: en las casas, las calles, los bares, los centros de trabajo, la universidad, los colegios... Se trata del habla de los malagueños, su particular forma de expresarse con palabras que sólo pueden escucharse aquí y con una pronunciación que, lejos de considerarse incorrecta, no es más que una opción de soluciones simples, en un sentido técnico, que exigen un menor esfuerzo articulatorio y permiten una mayor fluidez en la expresión.

Sobre la pronunciación y el léxico, además de otros muchos temas relacionados con el habla de los malagueños, el Grupo de Investigación VUM (Vernáculo Urbano Malagueño) de la Universidad de Málaga, viene investigando y llevando a cabo trabajos en este sentido desde hace más de veinte años. Sus trabajos de investigación se centran, fundamentalmente, en las variedades lingüísticas de la ciudad de Málaga y en todos los componentes del lenguaje.

El Catedrático de Lingüística General de la Universidad de Málaga, Juan Andrés Villena Ponsoda, es el responsable del Grupo de Investigación VUM. Villena explica que la causa de la diferenciación entre el español meridional y el del norte, tiene una raíz histórica compleja pero que, esencialmente, tiene que ver con el hecho de que el español que se hablaba en Andalucía entre los siglos XIII y XV fue producto de una síntesis de variedades, de diferentes dialectos que se encontraban en la región tras la conquista árabe. Esta confluencia de hablas produjo una especie de síntesis, que hacía la lengua más simple, optando por soluciones fáciles para la intercomprensión, de manera que todo el mundo estuviese cómodo y se entendiese bien.

Uno de los rasgos más destacables en la pronunciación malagueña es la distinción sistemática entre «s» y «z», según apunta Villena. Según datos recogidos en estudios sobre el español hablado en Málaga en los años 50, en aquel momento sólo podía distinguirse entre el seseo y el ceceo, según se tratara de personas más o menos instruidas, respectivamente. «Distinguir s y z tiene un gran prestigio social en Málaga. Se trata de un cambio fonológico radical que está absolutamente comprobado», afirma Villena.

Otro rasgo fonológico destacable es la eliminación de consonante a final de sílaba. Villena ejemplifica cómo en la palabra «niños», la «s» final se elimina produciendo una sílaba abierta, que es más rentable desde le punto de vista del hablante. Según explica el catedrático, ésta es una solución por la que optan muchos dialectos y lenguas del mundo. Por ejemplo, ocurre una tendencia parecida en francés con la eliminación de consonantes a final de sílaba, como por ejemplo en el verbo «est» que desaparece la pronunciación de la «s» y de la «t».

Divergencias de pronunciación. Villena destaca una gran divergencia de pronunciación del español de Málaga entre las clases medias y urbanas y otras como las rurales. En un extremo, se sitúan los hablantes jóvenes, que tienden a la convergencia con el español estándar y van cambiando rasgos propios tradicionales sustituyéndolos por patrones de pronunciación general del español. En el otro polo, se sitúan las personas mayores o de zonas rurales que siguen siendo profundamente fieles a la pronunciación tradicional: el ceceo, el jejeo o la desaparición completa de la «j». El catedrático, ilustra que entre esos dos extremos se sitúa toda la variación real de la comunidad, formando la característica campana de Gauss, en la que los valores medios son más altos que los extremos.

En lo que al léxico propio de Málaga se refiere, Villena expone que ha evolucionado de tal manera, que el vocabulario que se usaba en los años 50 prácticamente ya ha desaparecido.

«Ese vocabulario dialectal es cada vez más escaso y está siendo progresivamente sustituido por el vocabulario general, sobre todo si nos referimos a los hablantes urbanos jóvenes de ambos sexos», apunta. Por ejemplo, en uno de los estudios se constató que el término «madrevieja» que significa «alcantarilla» sólo fue reconocido por el 7,4% de los encuestados. Por el contrario, existen otros términos que son ampliamente utilizados e identificados por la población malagueña. Es el caso de «chorrearse», que significa «deslizarse por un tobogán»; guarrito, cuyo significado es «taladro»; o «merdellón», referido a «individuo basto, asqueroso». El catedrático subraya, que aunque se han publicado muchos diccionarios sobre el habla malagueña, éstos recogen palabras que se han utilizado en algún momento o que ni siquiera son exclusivas de la zona de Málaga.

«No se trata de seleccionar las palabras que nosotros queramos. Nuestro trabajo consiste en partir de la realidad, lo que realmente se habla; y, a partir de ahí, extraer conclusiones. Pero sin ideas preconcebidas de cómo debería ser la situación». No obstante, sí existen palabras emblemáticas con las que la población de Málaga se identifica, como puede ser «cenachero», «borrachuelo» o «vitoriano», revela Villena.

Prejuicio social del andaluz. Villena, manifiesta que es muy frecuente tener una visión negativa o subordinada del andaluz u otras variedades como el canario. El catedrático afirma que todas las variedades del español tienen el mismo valor desde el punto de vista lingüístico y tan sólo es la valoración social la que las jerarquiza. «El hablante andaluz es víctima de un prejuicio social que se manifiesta lingüísticamente. El prejuicio lingüístico es un fenómeno social muy importante, aunque las personas no suelen reflexionar sobre él», apunta.

Villena destaca que lo importante es poseer amplio repertorio de registros, que el hablante pueda componer, como si fuese un compositor, y utilizar aquellas combinaciones más adecuadas a cada situación. «En esto consiste hablar bien, no en disfrazar como uno habla, sino en saber componer para cada caso concreto. Si esto se enseñara en el colegio desde pequeñitos, se perdería esa idea negativa del andaluz».