­3.722 órganos en 37 años. Una cifra que arroja una media de cien trasplantes al año pero que, sin duda, comprende grandes diferencias desde los primeros años y hasta la actualidad, pues sólo en 2015 Málaga contó con 194 trasplantes de órganos, un número cargado de esperanza y de vida.

Tras estos 3.722 órganos hay miles de historias de superación cargadas de optimismo. Regalos llenos de vida que ayudan a unos y consuelan a otros. Aunque la joya de la corona en lo que a trasplantes se refiere en la provincia de Málaga son los riñones, también se realizan de hígado y páncreas, además de los de multitejidos.

El primer órgano trasplantado en Málaga fue un riñón. Corría 1979 y se trató de un trasplante entre hermanos. La donante, que cada año acude a revisiones para constatar que su salud sigue intacta, es el vivo ejemplo de que el más generoso de los gestos no invalida ni pasa factura en el día a día. Que regalar vida no es sólo dársela a quien la necesita, sino que también es un regalo para el alma de quien la da. Ya sea un órgano propio o el de un familiar.

El hasta hace poco más de un mes coordinador del Sector Málaga, Miguel Ángel Frutos, recuerda aquellos primeros años como ilusionantes. Participó como nefrólogo, de manera indirecta en aquel primer trasplante, que asegura nunca olvidará. «Era el primero, no podía fallar. Y fue fantásticamente bien», recuerda. Él había aterrizado un año antes en Carlos Haya y formaba parte de un equipo que veía, y ve, el trasplante como el mejor de los tratamientos contra un fallo renal, hepático o pancreático. Aunque entonces se contaban con los dedos de una mano, Málaga se hizo poco a poco con un hueco en el sistema trasplantador español erigiéndose como uno de los centros de referencia, por su situación, medios y por la cualificación de sus profesionales hasta equipararse en 2014 con el laureado 12 de Octubre de Madrid en los números relativos a riñón.

Aunque hay indicios de intentos de trasplantes en el siglo XVI, el primer trasplante humano realizado con éxito no llegó hasta el primer tercio del siglo XX, lo que convierte a este hito de la medicina en uno de los grandes éxitos habidos en el seno de la ciencia. Las técnicas han ido perfeccionándose en los últimos años y hoy se habla de trasplantes cruzados entre provincias, términos que hace años eran inimaginables por la complejidad que conlleva, simplemente, el mero hecho de poner el órgano de una persona a otra y hacerlo funcionar. Más si es en sincronía. Casi nada.

La inminencia de la ciencia y los grandes avances fueron situando a España como uno de los países en los que más trasplantes de órganos se hacían, hasta llegar a convertirse en el país con mayor tasa de donantes, por encima de EEUU o los vecinos de Europa. Fruto de estos vertiginosos avances nació la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) a finales de 1989, un organismo coordinador de carácter técnico perteneciente al Ministerio de Sanidad encargado de desarrollar las funciones relacionadas con la obtención y utilización clínica de órganos, tejidos y células. Esta, a su vez, se subdivide en comunidades y, a su vez, en provincias y sectores. Así es como Frutos se convirtió en 1990 en el primer coordinador de trasplantes de Málaga, lo que le ha situado como testigo directo del injerto de órganos en esta provincia hasta que a finales de 2015 decidió ceder el testigo tras 25 años de dedicación.

Entusiasmado, el nefrólogo recuerda sus inicios como apasionantes. «En aquella época había menos trabajo, pero íbamos sacando órganos para otros sitios, hasta que en Málaga se empezaron a hacer más, como el de páncreas», recuerda. La década de los 90 revivió el hito del 79 vivido en los pasillos de Carlos Haya cuando el primer riñón que se trasplantó en el centro funcionó. El primer trasplante de páncreas-riñón simultáneo fue en 1992 y el primero de hígado en 1997. «El trasplante no sólo alarga la vida, sino que le da calidad», asegura Frutos, que recuerda grandes diferencias entre las diálisis de entonces y las de ahora.

Tampoco olvida las grandes diferencias existentes entre los donantes fallecidos de los 90 y los de ahora. En aquella época se vivió un verdadero boom por el aumento de muertes encefálicas, fundamentalmente derivadas de accidentes de tráfico. Eran donantes jóvenes, con órganos sanos, ideales para la donación. Con los años, la prevención y la seguridad en las carreteras la cifra se redujo y los coordinadores de trasplantes tuvieron que tirar de imaginación para dejar de perder donantes. Recuperaron la donación en vivo, que había quedado estancada, y se plantearon técnicas como la de la donación en asistolia -a corazón parado- o las donaciones cruzadas, que en Málaga supusieron un nuevo hito en 2012. No obstante, eso no ha evitado que el perfil del donante fallecido sea más mayor, rozando de media los 70 años, lo que hace que sean más compatibles las personas que se asemejan en edad que los más jóvenes, para los que los médicos buscan órganos más sanos y que puedan durar más si cabe en el tiempo.

El excoordinador admite que lo que más ha mejorado ha sido cómo se ha acortado el tiempo quirúrgico, que se ha reducido a la mitad, evitando así múltiples problemas añadidos al receptor y al órgano trasplantado. También señala como fundamentales los avances en fármacos que han reducido los efectos secundarios y han facilitado más compatibilidad e indica como fundamental cómo las negativas a la donación dieron paso a cada vez más síes dando lugar a que hoy el 85% de los familiares no se piense dos veces donar. «Les ayuda saber que la muerte de su familiar no ha sido en vano», apunta, aunque aún se sorprende de la generosidad de los padres ante la muerte de los hijos, sobre todo si son niños. «Siempre me ha impactado».