­Dos meses y medio después de que La Cónsula abriera la caja de Pandora anunciando que cerraría sus puertas, debido a la incapacidad de ni siquiera disponer de liquidez suficiente para garantizar el abastecimiento de género para la propia escuela, uno de los centros de formación de más prestigio a nivel nacional, donde han nacido chef Estrellas Michelin como Dani García, Diego Gallegos y José Carlos García, retomó ayer su actividad para pasar página de manera definitiva.

Lo hizo con un cambio sustancial a nivel administrativo, y que está llamado a disipar las dudas e incertidumbres que, en los últimos tiempos, habían hundido tanto a alumnos como a profesores en un mar de sinsabores. Desde clases perdidas hasta el atraso de nóminas, pasando por el incumplimiento sistemático de todas las promesas, antaño conocida por escribir las páginas más gloriosas para la gastronomía nacional, La Cónsula se había convertido en símbolo de la incapacidad administrativa de la Junta de Andalucía para buscarle un encaje dentro de su red de consorcios enfocados a la formación profesional.

Así fue, hasta la semana pasada, cuando, de una vez, se puso fin a la pesadilla administrativa y el centro quedó integrado en el Servicio Andaluz de Empleo (SAE) del que depende a partir de ahora. La escuela busca retomar la normalidad lo antes posible para recuperar todas las horas lectivas perdidas, cuando se vio abocada al cierre después de las pasadas vacaciones de Navidad.

De la protesta en las calles, los alumnos matriculados volvieron a llenar de nuevo las mismas aulas -en su día sirvieron para inspirar al mismísimo Ernest Hemingway-, para retomar las clases teóricas y subsanar el retraso acumulado cuanto antes. Es ahí donde radica ahora la principal preocupación de los alumnos, que ayer regresaron a la escuela con una exigencia principal: la de obtener toda la formación que se les había detallado en la programación curricular a principio de curso y que ya acumula, según explicó el propio jefe de estudios del centro, Miguel Ferrer, «un retraso de tres meses».

Ni siquiera la presencia de la secretaria provincial del SAE, Mari Carmen López, que fue la encargada de dar la bienvenida a la escuela en esta nueva era que afronta a partir de ahora, pudo disipar todas las dudas que asaltan a unos alumnos que ya se ven gravitando en una lucha constante a contrarreloj y con el mes de junio y el fin de las clases cada vez más cerca.

Promoción fantasma. Aquí es donde radica el principal problema porque, sobre todo los alumnos de segundo curso, temen ahora que no se puedan recuperar todas las clases perdidas y que sean ellos los principales perjudicados al no haber adquirido toda la formación que debieron.

Con un bagaje de sólo cuatro meses de prácticas, la autodenominada «promoción fantasma» estima que si se logra finalizar el curso sin más interrupciones, sólo habrán cursado ocho de los veinte meses correspondientes. «Yo voy ahora a un trabajo y digo que soy de la promoción 2014-2016 y me van a reprochar que soy el que ha dado pocas clases, por mucho que tenga el título de La Cónsula», se lamentó Andrés Infante, alumno de segundo curso.

En una situación más cómoda se sitúan sus compañeros de primero, que sintetizaron ayer los rostros menos compungidos. Antonio Infante, alumno de sala, señaló que «consideramos que ahora se ha dado el paso definitivo para comenzar con nuestra formación», y recordó que «muchos de nosotros han dejado trabajos o llevan varios meses pagando el alquiler de un piso para estar aquí».

En todo caso, lo de ayer fue una reanudación a medio gas, ya que esta primera semana sólo se impartirán clases teóricas y el restaurante no abrió al público. En los próximos días, está previsto que la escuela se vaya abasteciendo para darle vida a unos fogones que llevan desde diciembre sin funcionar.

Por su parte, la directora provincial del SAE explicó que en su organismo «no hay un ejemplo de centro con una gestión propia de ingresos», por lo que se busca «una fórmula» para abrir el comedor. Hasta que esto ocurra los alumnos prepararán las comidas con normalidad, explicó el jefe de Estudios de la escuela, pero los platos serán catados por los propios alumnos y personal del centro. Ahora, la principal preocupación está en encontrar fórmulas que, por un lado permitan saldar el retraso de nueve nóminas que aún se les adeuda a los profesores y, por otro, ver el encaje legal que pueda tener el restaurante (con fines lucrativos) en la estructura del SAE, para retomar también las prácticas.