Carmen Gálvez, de 87 años, nunca podrá olvidar a Carmencita Medina: ayudó a nacer a sus diez hijos, nueve partos en total porque tuvo dos niñas gemelas. «Todos salieron bien, de ella sólo tengo recuerdos buenos, por eso tantos segundos que tenga el día la tengo en mi memoria», confiesa, al tiempo que destaca que siempre le hizo rebajas y no le cobró nunca por hacerle a sus niñas los agujeros para los pendientes. «Mis hijos no han pasado hambre pero la pobreza que había antes....», explica. por eso está tan agradecida a Carmencita, que ha ayudado a traer al mundo a cuatro generaciones de su familia.

Junto a ella está Ángeles Egea, que el pasado jueves cumplió 91 años y que recuerda que Carmencita ayudó a nacer a tres de sus hijos. En uno de estos partos, la comadrona estuvo atendiendo a otra mujer al mismo tiempo. «Venía a mi casa, me veía a mí, decía que quedaba un rato y se iba a casa de la otra mujer. Mi niña y el hijo de esta mujer nacieron casi al mismo tiempo», destaca y subraya que Carmencita Medina «era una buena persona».

Son sólo dos testimonios de los miles que todavía quedan en El Palo tras medio siglo de trabajo en el barrio de la practicante y comadrona Carmen Medina Guerrero, fallecida el 25 de febrero de hace un año a los 87 años.

Casi un año después, en el barrio se han recogido cerca de 2.000 firmas, a las que se han sumado los más importantes colectivos del Palo entre clubes, colegios, peñas y ONG, para pedir una calle, plaza o jardín dedicado a quien era conocida de forma cariñosa como Carmencita Medina.

Había nacido en El Palo en 1927 y era hija de José Medina, un conocido zapatero del barrio con zapatería en las Cuatro Esquinas y de Luisa Guerrero, que era comadrona, al igual que su hermana Pepa, tía de Carmen. Con dos comadronas en la familia, la vocación de la pequeña estuvo clara desde el principio aunque como apunta su hermano Pedro Medina, profesor jubilado de Matemáticas del Colegio San Estanislao, «mi hermana no tenía edad para cursar los estudios de matrona y por eso se hizo primero practicante y una vez terminó esos estudios y tuvo edad, comenzó los de comadrona». En todo caso, Pedro Medina está convencido de que, de haber tenido posibilidades económicas, su hermana habría estudiado Medicina, algo que entonces no podía estudiarse en Málaga.

Mari Carmen Caparrós, la hija de Carmencita Medina, detalla que su madre hizo los estudios de matrona en la Escuela de Matronas fundada por el famoso doctor Gálvez y las prácticas las realizó en el Hospital Civil. «Muchas prácticas las hizo con tuberculosos y ella, al ponerle la medicación, con la monja pendiente de ella, tenía que volverle la cara al tuberculoso para que no le echara el aliento». Pese al riesgo de estas prácticas su hija asegura que, quitando una angina, «mi madre no estuvo enferma en la vida».

Mari Carmen Caparrós y Pedro Medina calculan que comenzó a ejercer de practicante y matrona a finales de los años 40. Su consulta se encontraba en un local en la calle Padre Lerchundi, 5, junto al campo de San Ignacio. Comenzó así una carrera que se prolongaría durante medio siglo hasta que cumplió los 70, a finales del siglo pasado.

En 1972 contrajo matrimonio con el pescador Francisco Caparrós, un viudo que tenía dos hijos, Paco (ya fallecido) y Mari Carmen, que es quien habla en este reportaje de su madre. La valía de Carmen Medina la demostró al poco de celebrarse la boda, pues dos años más tarde, en abril de 1974, su marido fallecía a causa de un infarto que le sorprendió en el estadio de La Rosaleda, así que tuvo que sacar adelante a su familia. «Lo hizo por sus dos niños. Ella dijo que se había casado con su marido y que eran sus hijos», subraya Luis Caparrós, hermano del fallecido. Como recuerda Mari Carmen, su madre, aunque no fuera la madre biológica, luchó a brazo partido por ella y su hermano y les pagó las carreras.

De Carmencita habla también Carmen Alcaide, hija de Carmen Gálvez y por tanto una de las paleñas a las que la admirada comadrona ayudó a traer al mundo y destaca que «ella no tenía horarios, tú ibas por la mañana, por la tarde o por la noche y te atendía siempre». Pues si no estaba en la consulta, se encontraba en su casa, a pocos metros, en el número 8 de la calle Padre Lerchundi, un bloque en el que también vivían su hermano Pedro y su familia.

Carmen Alcaide, que es de las mayores de sus hermanos, todavía la tiene en mente ayudando a su madre en el parto mientras ella, una niña, aguardaba en la calle. Y nunca se le olvidará el parto doble de sus hermanas gemelas: «Cuando nació la primera y al rato otra, yo, claro, era muy chica y creía que vendría una cigüeña», ríe.

La hermana de Carmen, Pepa Alcaide, recuerda que muchas veces no cobraba, algo que pudieron confirmar muchas familias paleñas sin recursos.

«Ha sido una persona muy generosa, nunca te decía que vinieras dentro de un rato sino que si pegabas en la puerta de tu casa te decía: vamos a la consulta», cuenta Mari Carmen Albarracín, prima hermana de su marido.

La familia también destaca la personalidad de la matrona del Palo, una mujer independiente «y adelantada para su época, pues yo creo que fue una de las primeras mujeres de Málaga en sacarse el carné de conducir», cuenta su hija, que también destaca la elegancia innata de su madre.

«Era una gran mujer, una señora maravillosa y muy respetuosa», resume su sobrino, el dirigente vecinal del Palo Rafael Caparrós.

Después de jubilarse siguió viviendo en la planta baja de la calle Padre Lerchundi, 8. Su cuñada, Loli Palomo, que ha convivido con su cuñada durante medio siglo, confiesa que para ella ha sido como una hermana y que «cuando se murió me dije: ahora tengo que aprender a convivir sin mi cuñada».

Una calle para Carmencita

La respuesta de los vecinos del Palo ha sido de apoyo total a la idea de que esta mujer generosa y entregada a los demás tenga una calle, jardín o plaza con su nombre en el barrio. Las asociaciones de vecinos del Palo y Zona Popular del Palo; los colegios San Estanislao y la Presentación; la peña El Palustre; las parroquias de las Angustias y San Juan de la Cruz; varios clubes deportivos y la ONG Amfremar apoyan entre otros esta iniciativa.

Pero aparte, los vecinos y la familia verían con buenos ojos que una placa en la calle Padre Lerchundi, 8, la casa de la matrona y practicante, junto a su consulta, recordara a esta malagueña ejemplar que sigue en el corazón de muchos paleños.