­Nadie duda de que finalmente se cumplirán las previsiones. Especialmente, después de que la semana pasada se desconvocara, y con morosidad temeraria, la huelga del servicio de limpieza. Sin embargo, las fiestas han empezado con menos impulso del que se aventuraba. Aunque, eso sí, por una razón mucho más prosaica y, sobre todo, reversible: el titubeo del tiempo, que, junto a los paros de los controladores en Francia, han enfriado las reservas que se esperaban cerrar dentro del llamado efecto de última hora.

Según detalla Francisco Moro, responsable de la patronal hotelera en la capital, el primer tramo de la Semana Santa ha deparado una ocupación ligeramente por debajo a la de 2015. Un traspiés que, lejos de preocupar, supone, incluso, un buen punto de inicio para cumplir con los objetivos, que pasan, como mínimo, con empatar en cuanto a afluencia de turistas con el año pasado. Un ejercicio, el anterior, que culminó por todo lo alto, con cifras para la historia. Y que las ventas para la recta final de las fiestas -que es la de mayor demanda- hacen ver todavía, y sin pecar de optimismo, perfectamente al alcance.

A diferencia de lo que se especulaba el pasado domingo, los días grandes, que arrancan oficialmente hoy, apoyan sus expectativas turísticas en un cambio radical del pronóstico meteorológico, que ha dejado en pocas horas de representar una amenaza para convertirse indiscutiblemente, y en términos de negocio, en un aliado. La incertidumbre de la lluvia se da por enterrada. El sol retorna con firmeza. Y con máximas de hasta 25 grados, lo que alimenta las esperanzas de ese otro tipo de turismo, el de las playas, que tan bien casa en estas fiestas con el urbano. La prueba está en el resto de la Costa del Sol, que, aunque no suele alcanzar la misma proporción de reservas que la capital -donde se espera rozar el lleno hasta el domingo- empieza a disparar su rendimiento en estas fechas. Sobre todo, en destinos como Marbella, que no se arruga con la competencia y habla ya y sin rubor de manera oficial de cifras de ocupación hotelera cercanas al 100 por cien para la segunda fase de la Semana Santa.

El buen funcionamiento de la oferta más ligada al descanso y al litoral deja entrever la pluralidad del turismo de estos días, que ya no se limita, ni mucho menos, al vecino de provincias cercanas que aprovecha la suma de festivos para cumplir con el ritual de la escapada y disfrutar de las procesiones. Aunque el cliente español sigue siendo mayoritario, el perfil se vuelve más complejo. E incluye a numerosos turistas llegados de otros países, con otro tipo, además, de ambiciones.

Otro motivo para confiar en el comportamiento de la Semana Santa está en el aeropuerto de Málaga, que una vez más será testigo de una actividad frenética en sus instalaciones. De acuerdo con los datos proporcionados ayer por Aena, desde hoy y hasta el próximo lunes, circularán por el edificio un total de 258.512 viajeros. El número de vuelos programados se sitúa este año en 1.531, con un pico de afluencia y de movimientos que tendrá lugar el próximo domingo, cuando se contabilizarán 354 operaciones con una suma total de 60.250 pasajeros.

El idilio turístico se traslada también a la hostelería, que aspira a firmar un buen balance en lo que resta de periodo festivo. Animados por el retorno del buen tiempo, los chiringuitos ya anunciaron en estas mismas páginas su intención de aprovechar el tirón de esta semana para adelantar el principio de la temporada alta y mantenerse a pleno rendimiento desde ahora y hasta el final del verano. Por mucho que el calendario ande todavía sin descubrir la página de abril, Torremolinos tampoco parece dispuesto a echar el freno y ya ha activado su plan de playas, que funcionará con toda sus garantías después de haber recibido en las últimas horas la autorización preceptiva por parte de la delegación provincial de Medio Ambiente.

Animación, sin duda, en los hoteles del litoral, y, también, en la capital, que no descarta, en palabras de Francisco Moro, dar un último estirón y rebasar -aunque por poco- los números de la última mitad de las fiestas del pasado ejercicio. Y más después de haberse desprendido de las dos únicas amenazas que podían alterar los cálculos de los empresarios: el mal tiempo, que acostumbra a estirar el suspense, y la huelga de Limasa, que durante diez largos días mantuvo en vilo a todo el sector y a los trabajadores.

La vuelta a la normalidad y el ritmo de ventas ha dejado igualmente sus efectos en las contrataciones, que podría alcanzar una cifra extra de más de 3.000 empleados. Los sindicatos confían en que esta cifra no se detenga y continúe incrementándose en los próximos meses, en los que los más atrevidos vaticinan una especie de preludio activo de la mecha de la temporada alta.

Con el retorno a sus previsiones originales, y una vez asimilado el leve retroceso de las primeras jornadas, la Semana Santa se descubre como la confirmación definitiva de la buena marcha del año. Si estas fiestas, como sostienen el sector, son el anticipo de lo que será el verano, la industria turística puede estar tranquila. Las estancias y los viajeros, que el pasado año rompieron su cima histórica, podrían repetir gesta a final de curso, lo que para la Costa del Sol supondría nada menos que superar los 10,5 millones de clientes de 2015. El reto sigue ahí, pero también los recursos para alcanzarlo.