Cuando en 2010 este diario preguntó a Miguel Campos si le parecía bien la construcción de un auditorio de verdiales en su barrio, señaló que la noticia le sorprendía porque iba a construirse «en la misma parcela que nos denegaron para una sede para la asociación». Y aunque precisó que «todo lo que sea bueno para los barrios, bienvenido sea», también dijo que en Monte Dorado había otras prioridades.

Seis años más tarde Miguel Campos ya no preside la asociación pero sigue preocupado por las cosas de Monte Dorado y por el estado del auditorio de verdiales, que finalmente costó unos 311.000 euros y fue sufragado por el Fondo Estatal para el Empleo y la Sostenibilidad Local, el llamado plan Zapatero.

Al pie de Monte Dorado, a dos pasos del Arroyo Aceitero y el vecino barrio de Mangas Verdes, Miguel Campos pasea por el auditorio y cuenta con tristeza que el Ayuntamiento «iba a celebrar aquí el Día de Andalucía pero cuando vieron como estaba dijeron: vámonos».

Pero si las pandas de verdiales escasean, los amigos del bebercio no faltan a la cita. El auditorio -como otros auditorios a cielo abierto en Málaga- se utiliza sobre todo para hacer botellón.

José María Lobera, también antiguo dirigente vecinal, pasea junto a Miguel Campos por las instalaciones y sentencia: «Creo que han tirado el dinero totalmente, a esto lo llamo yo el botellódromo, no hay más, vienen sólo a beber».

Los dos vecinos recorren las gradas adornadas con decenas de trozos de cristales y algún que otro excremento canino. «Esto es sólo para las botellas y un parque canino para los perros, porque los traen aquí para que hagan sus necesidades y luego no recogen nada», se queja José María Lobera.

A pedradas. El techo del auditorio, por cierto, está plagado de piedras de los alrededores. Además de la bebida, una de las diversiones en este espacio es tratar de encestar las piedras en la cubierta. Pero no es la única huella del vandalismo: en los bajos del escenario, en una esquina, Miguel Campos señala las huellas de dos arroyos de orina.

Pero lo que más molesta a este antiguo dirigente vecinal está justo al lado: «¿Por qué motivo tiene el alumbrado público la tapa soldada? El agua la tienen clandestinamente y el alumbrado lo mismo», denuncia.

Visto el desaguisado y como el auditorio no va a desaparecer, Miguel Campos y José María Lobera reclaman que se valle para limitar los daños. «Por lo menos que se valle para que no entren aquí y que se haga un mantenimiento, la misma asociación se haría cargo», plantea Miguel, que culpa de la situación a los políticos. «Al PSOE, por ejemplo, porque estos fondos tenían que cumplir con lo que se pedía y eran para equipamientos, infraestructuras y servicios básicos, y además esto no está terminado y tenía que haber obligado al Ayuntamiento a que devolviera el dinero», argumenta.

Los vecinos dejan atrás el auditorio de Monte Dorado. Ni celebrar el Día de Andalucía pudieron.