«Cuando los niños están en la calle, se les escucha desde aquí y a mí se me parte el alma», confiesa Inmaculada Sarmiento. A su lado tiene a su hijo Alejandro, tumbado en el sofá cama del cuarto de estar, con la pierna escayolada. «Es su cuarta operación, ha tenido tres de cadera y esta de la pierna porque se le rompió el fémur. Estábamos en la ortopedia, y sin hacerle nada escuchamos como si se rompiera un palo seco».

Inmaculada, junto con su marido Juan José, los dos desempleados, sobreviven con la pensión de su hijo, 400 euros, de los que 50 se van para el alquiler de esta vivienda social en el Llano de la Trinidad de la Junta de Andalucía.

Como ya informó La Opinión en agosto de 2015, esta familia lleva años, ya van 13, reclamando tanto a la Junta de Andalucía como al Ayuntamiento una planta baja porque viven en un primer piso sin ascensor, y a los 17 peldaños para llegar a la vivienda, hay que sumar 18 más para subir al dormitorio y el cuarto de baño.

La situación ha empeorado para todos porque desde hace un par de semanas Inmaculada ha sido diagnosticada de taquicardia, pasó dos días en el hospital y necesita la ayuda de su marido para salir a la calle.

«El médico me ha dicho que ha sido por todo por lo que llevamos pasado, pero ahora Juan José se encuentra con que no puede bajar solo al niño, porque aunque el carro lo han adaptado para que pueda poner la pierna escayolada, tendría que bajar las escaleras», resume.

Su marido, Juan José Navarro, recuerda que Alejandro ha tenido que pasar la Semana Santa sin salir de casa, pese a que viven cerca de varias casas hermandad, «y con lo que le gustan a él los tronos».

En marzo del año pasado la Junta de Andalucía les ofreció una casa con ascensor en El Atabal, pero tuvieron que rechazarla porque Alejandro acude a rehabilitación al Hospital Civil y no tienen coche para llevarlo ni tampoco dinero para el autobús.

Por último, también han tenido que rechazar antes de la última Navidad el ofrecimiento del Ayuntamiento de una vivienda en una primera planta en la zona del Molinillo: «El ascensor no funcionaba, todos estaban con el agua y la luz enganchada, había papelinas en el suelo... aquello era una ciudad sin ley y me dije: No voy a meter a mi hijo aquí. Me vine hecha polvo», reconoce Inmaculada, que las pasadas navidades tuvo la oportunidad de encontrarse con el alcalde, Francisco de la Torre, y explicarle el problema. «Me atendió muy amable, yo le pediría a Francisco de la Torre que hiciera algo», recalca.

Junta y Ayuntamiento. En septiembre del año pasado, la Consejería de Fomento y Vivienda declaró que le daría al caso de la familia de Alejandro Navarro «la máxima prioridad», mientras que el concejal de Urbanismo, Francisco Pomares, destacó que el Ayuntamiento estaba dispuesto a permutar algún piso con la Junta para alojar a la familia cuanto antes.

Por su parte Juan Reina, de la asociación de vecinos de La Trinidad, que acompañó ayer a la familia, pidió «una solución rápida porque esto es más urgente que cualquier otra situación».

«Yo no quiero un chalé ni lo quiero en la playa, yo quiero una planta baja. He pensado hasta recoger firmas de todo el mundo», comenta Inmaculada. Por la ventana se escuchan las risas de los niños mientras juegan en el Llano de la Trinidad. Un mundo tan cercano y vedado para Alejandro.