No me atrevo a afirmar o negar si la lengua española se va enriqueciendo o empobreciendo. Por un lado, cada día nuevos vocablos se incorporan a los ya arraigados en el lenguaje común; por otro lado, palabras que antes eran de uso diario, ahora van desapareciendo hasta el punto de ser desconocidas por las nuevas generaciones que, con independencia del uso y abuso de los anglicismos, aumentan el vocabulario o dan nuevo sentido a las palabras asentadas.

Por ejemplo. Me ha llamado la atención un anuncio que se publica en los periódicos, televisiones e incluso en paneles que se situan en los márgenes de las carreteras y en espacios propicios para anunciar productos de consumo o a quien hay que votar en las próximas elecciones.

En La Opinión lo he visto insertado. Dice: «Si tu chico te da miedo, cuéntalo. Hay salida a la violencia de género». Como ilustración aparece una joven agraciada con un teléfono móvil en la mano en el que destaca un número al que llamar: 016. El anuncio, como tantos otros, viene respaldado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Y para que no falte de nada, Gobierno de España.

Total, que a la joven se le recomienda que si su «chico» la maltrata o la va a maltratar, llame al 016 para evitar posibles daños, a veces irreparables porque puede acabar con su vida.

Se ha prescindido de lo que estaba de moda hasta hace nada: pareja sentimental. Ya no es su pareja, su amigo, su compañero, su novio, su maromo€Ahora las parejas se componen de «mi chico» y «mi chica». No hay que utilizar más palabras para definir la situación. Se han mandado al desván palabras que antes se utilizaban para aclarar los casos de convivencia: amante, amiga, amigacha, querida, colega, mantenida, arrejuntada€ Lo de matrimonio ya no se lleva, aunque haya colas en las iglesias para casarse los sábados y también, supongo, en las Casas Consistoriales para que el alcalde de turno o el concejal de guardia presida la ceremonia.

Y lo de chico y chica, con todos mis respetos al Ministerio de Sanidad, etc. y Gobierno de España, me deja un poco perplejo, porque la publicidad se centra en el chico o sea, «tratamiento de confianza dirigido a personas de la misma edad o más jóvenes».

La publicidad obvia a los maltratadores (as) de cierta edad, que son los que más destacan en su violencia. No hay más que leer los periódicos o ponerse ante el televisor para ver y oír las noticias. Por desgracia los informativos se han convertido en un remedo de El Caso, aquel semanario que contaba con pelos y señales los asesinatos, los homicidios, las muertes por accidente€ y que era el preferido de las porteras, un espécimen que ya no existe, y las pocas que superviven en algunos bloques son empleadas de fincas urbanas y se pasan el día chateando, mandando whatsapp y el móvil pegado a la oreja.

La publicidad solo contempla a los chicos y a las chicas. A los adultos, ni caso. Pues mira qué bien; bueno, mira qué mal.

Estilistas

Va desapareciendo del uso común la palabra peluquero o peluquera de señoras. No es que desaparezcan estos profesionales dedicados a cuidar el cabello de las señoras y peinarlas para cada ocasión. Lo de peluquero de señoras está pasado de moda. Ahora son estilistas. Las damas distinguidas, cuando van a la peluquería, rehúsan usar el término peluquero, y mirando al tendido, que es una expresión taurina extensiva a otras escenas de la vida común, engolan las voz y dicen: Voy a mi estilista.

La única diferencia está en el precio: el estilista cobra el doble o el triple que el peluquero (a) de toda la vida.

Más largo que un día...

En tiempos de escasez y penuria se acuñó una frase que se aplicaba indistintamente para expresar la angustia por una tardanza, una espera infructuosa, una noticia que se demora€ «Es más largo que un día sin pan». Hoy habría que sustituir pan por baguette o un «más largo que un día sin televisión».

Lo que no puede esperar

Y ya que me he referido a la espera, recuerdo la manera que tenía cierto gobernador civil y jefe provincial del Movimiento de Málaga en el periodo comprendido entre 1939-1975, de entender la urgencia para casos de necesidad.

En su despacho de la antigua Aduana, después Gobierno Civil y ahora futuro Museo de Málaga, tenía a su derecha varias carpetas en las que reseñaba temas o asuntos que tratar cada día.

Entre las carpetas tenía una, no sé sin con el lema «Asuntos Urgentes» o «Asuntos que no pueden esperar». En esa carpeta guardaba cuidadosamente aquellos documentos, avisos o comunicados que había que afrontar de forma inmediata, urgente, que no admitían demora. La colocaba al final de las restantes carpetas y le decía a su secretario que lo dejara para el día siguiente. Si no pueden esperar, comentaba, mañana se habrán resuelto de alguna manera.

Más corto que...

Otra frase en desuso reza así: «Es más corto que las mangas de un chaleco». El sentido de la frase es fácil de entender y se aplica a las personas tímidas que no se deciden, por ejemplo, a declarar su amor a una mujer que admiran, quieren y desean hacerla su esposa.

La frase hoy no la usan las nuevas generaciones porque el chaleco ha dejado de utilizarse. Los trajes de confección, salvo rarísimas excepciones, constan solo de chaqueta y pantalón.

Ya no se usa tampoco la denominación aceptada incluso por RENFE para el servicio ferroviario Málaga-Alora. Se le conocía por «el corto de Álora». Ahora son trenes de cercanías, que es más bonito. Pero los viejos del lugar todavía recurren a la termología de antaño: El Corto de Álora. Y para definir un corto espacio de tiempo se decía «Tarda menos que el tren de Campanillas», porque el trayecto Málaga-Campanillas se recorría en poquísimo tiempo.

Jeriñac

No está en el diccionario de la Lengua Española. Y no sé si llegó a ser aprobada en su día, allá por el año 1950. La palabra es Jeriñac. Quizás algún lector la recuerde. La he buscado en varios diccionarios y enciclopedias.

Al final la he hallado en la Enciclopedia Sopena, edición de 1952. La define así: «Nombre que, como resultado de un concurso organizado en 1950 por los cosecheros de vinos de Jerez para reemplazar el de coñac, fue propuesto para designar el coñac jerezano y que no tuvo fortuna, pues dio lugar a diversas polémicas y, en general, no fue tomado en serio ni tuvo aceptación por parte del público».

La palabreja era el resultado de combinar las palabras Jerez y coñac. El coñac que se elaboraba en España no podía anunciarse por razones legales como cognac, nombre de la ciudad francesa en la que se elabora la bebida.

Lo del jeriñac se tomó a choteo o cachondeo y creo que ni los propios bodegueros jerezanos, que fueron los promotores del concurso, llegaron a embotellar alguna botella con el nombrecito de marras. Se optó, y la opción sigue vigente, por brandy.

Por cierto, los primeros coñacs que se elaboraron en España se anunciaban como «aguardiente tipo coñac» o «aguardiente coñac».

Se contaba que a poco de elegirse la palabra jeriñac un señor fue al bar que frecuentaba y le dijo al camarero que quería un jeriñac. El camarero le respondió que el servicio de caballeros estaba al final del pasillo a la derecha.