Cuando paseaba por El Palo muchos vecinos le seguían llamando «maestro». Quizás habían trabajado como albañiles a sus órdenes y con sus indicaciones habían aprendido el oficio o habían recibido de él, de forma gratuita, el material para poder construirse sus casas. Era Demófilo Peláez Santiago, un malagueño hecho a sí mismo que se convirtió en sinónimo de excelencia y seriedad en la albañilería y la construcción.

«Él tenía un lema: cien veces que volviera a nacer, cien veces que sería albañil», cuenta José Antonio, uno de sus seis hijos.

Demófilo falleció a los 84 años el pasado mes de abril pero quedan sus obras, entre ellas la gran obra de su familia, con la mayoría de los hijos dedicados a la construcción, entre arquitectos, aparejadores y delineantes y sobre todo, una forma de ser que ha dejado una huella difícil de borrar en su barrio de adopción, El Palo.

Demófilo Peláez nació en 1931 en el vecino barrio de Pedregalejo, donde acudió al colegio, así como en la Carretera de Olías, hasta que con solo 9 años comenzó a trabajar con su padre, el albañil Demófilo Peláez Peláez, en los muros de cerramiento del Colegio San Estanislao. Como curiosidad, en ese mismo colegio estudiarían años más tarde sus seis hijos.

«Fue un tiempo de aprender más y más. Me arrimaba a los albañiles viejos en el oficio y de ahí recogía la enseñanza que ellos me podían dar, sobre todo de mi padre que era un gran albañil y un gran maestro», cuenta de esos primeros años en sus memorias, escritas en la última etapa de su vida.

El trabajo de albañil lo compaginaba por las tardes con el dibujo lineal que aprendía en la Escuela de Artes y Oficios de la calle Compañía».

Pero lo que él mismo llamó su «obra escuela» fue la preciosa capilla neogótica del colegio de La Asunción en Pedregalejo, en la que trabajó con su padre cuando solo contaba 17 o 18 años. «Allí hace actuaciones de capataz, ya era el albañil manitas», subraya su hijo, el arquitecto Demófilo Peláez Postigo.

La mili, que hizo en Burgos con 21 años, cuando ya era oficial de 1ª, le sirvió para planificar su vida y a la vuelta, independizarse del padre y comenzar a trabajar por su cuenta. Y lo hizo a lo grande porque en 1954 se hizo cargo de una obra en el edificio de Puerta del Mar que hace esquina con la calle Martínez.

Causaron sensación sus métodos porque demolió la planta baja para instalar una tienda de Vivas Hermanos y la apuntaló con una técnica especial, mientras los vecinos seguían viviendo en las plantas elevadas.

En una época en la que no se colocaban toldos, los malagueños se arracimaban para ver la obra. «Mi padre se metía entre la gente para escuchar sus comentarios. Ahí empezó a labrarse una carrera», explica su hijo Juan Jesús Peláez, aparejador. Ya por entonces, abre oficina en Pedregalejo y en 1959 crea la empresa Demófilo Peláez Santiago. Un año antes se casa con Carmen Postigo, el gran amor de su vida. La pareja, cuenta su hija Yolanda, profesora en La Presentación, viaja de luna de miel a Sevilla. «Su padre, Demófilo Peláez Peláez, estuvo trabajando allí para la Exposición Iberoamericana de Sevilla del 29 y por eso era un enamorado de Sevilla», destaca su hijo Demófilo.

Hacia el año 82 crea la empresa Codepesa (Construcciones de Edificios Peláez S.A.), que continúa en nuestros días, señala su hijo Fernando, gerente de la empresa.

«Mi padre termina siendo constructor y promotor inmobiliario asociándose con el antiguo presidente de la confederación empresarial de Málaga Manuel Martín Almendro», explica su hijo José Antonio Peláez, también en Codepesa.

Por su parte Juan Jesús resalta que la empresa de su padre «era además empresa escuela, de la que ya no existe porque tocaba todos los gremios y cuando llegaban a cierta edad, el hijo se metía y pasaban las generaciones». Por eso asegura que su padre «siempre miró más el ladrillo bien puesto y la empresa escuela que el dinero». Y entre los clientes para los que trabajó, Mapfre y los dos últimos alcaldes de Málaga, lo que da idea de su prestigio profesional.

Y con duro trabajo, como recuerda su hijo Demófilo, logró construir la casa de sus sueños en Miraflores del Palo, en 1978, donde siguió con una tradición: «En 50 años mi padre ha hecho 2.500 paellas o fideuás todos los domingos, para que la familia estuviera unida», señala el arquitecto.

«Le gustaba tener a toda la familia alrededor, podíamos venir con amigos con total libertad, sólo había que avisar», recuerda Yolanda Peláez.

Años más tarde, hacia 1990, la familia se mudaría a la parcela de al lado, a una casa diseñada por Demófilo hijo.

La Peña El Palustre

Pero estas pinceladas sobre la vida de Demófilo Peláez se quedarían incompletas sin su importante faceta de peñista. Precisamente un grupo de profesionales de su empresa se encontraba construyendo para la Feria del Parque del año 67 la caseta de Los Cabales, cuando pensaron en crear una peña y tener caseta propia en la Feria.

Y así, en diciembre de 1968, con el empuje de Demófilo Peláez y su hermano Manuel, el primer presidente, nacía la Peña El Palustre, hoy una de las principales instituciones del Palo y con el famoso Concurso Nacional de Albañilería, el más antiguo de España y que este año alcanza la edición número 50.

Demófilo Peláez se encargó durante las primeras 45 ediciones de idear el ejercicio del concurso, cuya prueba realizaba en el porche de su casa. Figuras geométricas de trazado imposible que el experto constructor, que siempre se sintió albañil, hacía realidad.

En noviembre del año pasado el mundo de las peñas le dio una última alegría: la concesión del escudo de oro y brillantes de la Federación Malagueña de Peñas que él ayudó a fundar.

En el terreno personal, sus hijos recuerdan que jamás se quejaba y que una de sus frases favoritas era: «Yo no tengo ni frío ni calor ni me pican los abejorros».

«Era responsable, honesto, jamás aceptó una comisión (...), muy atento y cercano (...) un hombre justo, llano y que daba muy buenos consejos», comentan sus hijos de su padre.

También el alcalde Francisco de la Torre tuvo palabras para él tras su fallecimiento y destacó su lucha con tesón «a favor de los demás».

Varios colectivos del Palo comienzan ya a coordinarse para que Demófilo Peláez Santiago, el albañil por excelencia, cuente con una calle o espacio en el barrio. Su familia se reconforta estos días al comprobar que Demófilo Peláez sigue concitando tanto cariño, respeto y admiración. Descanse en paz.