­­Un dolor de cabeza, los primeros síntomas de un catarro, alguna infección de garganta e infinidad de pequeñas molestias que surgen en el día a día y que se curan a golpe de pastilla. No es necesario acudir al médico porque nuestro propio diagnóstico así lo hace pensar pero resulta incómodo convivir con ello. La solución: echar mano del botiquín, que en algunos casos parece una pequeña botica, y tomar lo que creemos conveniente.

La automedicación es una práctica extendida en nuestro país. Un hecho automático para muchos que no se paran a pensar que cada pastilla que ingiere, por muy extendido que esté su uso, significa estar medicándose.

El farmacólogo y director de la Cátedra de Economía de la Salud de la Universidad de Málaga, Antonio García, detalla que uno de los principales problemas que provoca la automedicación es la reacción adversa de los mismos. «Nos polimedicamos, tomamos más de lo que debemos y somos de los países que más antibióticos mandamos, muy por encima de la media europea», sentencia. Y es que aunque la receta electrónica ha logrado atajar gran parte del consumo indebido de los productos que requieren de receta para poder adquirirlos, el grupo de los que no necesitan receta todavía está al alza. «Hay estudios que demuestran que la automedicación produce hasta un 30 por ciento de la mortalidad intrahospitalaria», apunta.

El consumo prolongado de ciertos productos pueden desembocar en urgencias con problemas como perforación intestinal, hemorragias o anemia aplásica. Son casos extremos y su incidencia no es habitual pero su combinación con cierto sistema inmunológico o el cruce con otros medicamentos puede causar este tipo de problemas. Eso sin contar el coste económico.

«Por ejemplo, la pasiflora se encuentra en las herboristerías y es antidepresivo y ansiolítico a la vez. Si lo tomas junto con otros antidepresivos puede provocar efectos adversos», expresó.

El propio Antonio García coordinó en 2007 una investigación para conocer los hábitos de los malagueños sobre su botiquín domiciliario, junto a alumnos de diversas facultades, y los resultados fueron «sorprendentes». Entre los cerca de 400 hogares que se encuestaron encontraron más de 8.500 medicamentos. El coste medio por envase era de seis euros y el medio acumulado por hogar fue de 130 euros, una cifra que García cree que habrá descendido a los 80 euros, más a menos, como consecuencia de la receta electrónica. Es el único estudio que aborda este asunto hasta el momento. El equipo de García ya elaboró uno con anterioridad en las zonas rurales y también se demostró la tendencia a adquirir productos y almacenarlos en casa.

Una de las conclusiones extraídas de la investigación «Evaluación económica del botiquín domiciliario en un área de salud» es que el coste total de los medicamentos almacenados en los hogares malagueños puede alcanzar entre 11 y 13 millones de euros, casi el 10 por ciento de la facturación total a la Seguridad Social en la provincia 2001.

Otro de los datos que destacó el profesor García es que entre todos los medicamentos encontrados, solo se usaron en los últimos 15 días el 14 por ciento del total. El 75 por ciento no se utilizaban y hasta un 11 por ciento estaban caducados. «Se crea un estocaje en el que los productos o no se utilizan o están caducados lo cual es como si tiraras el dinero», sentenció.

Aun así para este farmacólogo uno de los grandes problemas sin resolver es que muchos toman medicamentos que no requieren de receta médica sin conciencia de que se trata de un medicamento.

El vocal de la oficina de Farmacia del Colegio de Farmacéuticos, Francisco Criado, explicó que la amoxicilina, perteneciente al grupo de la penicilina, es el antibiótico que más se ha vendido en la historia y el desconocimiento de muchas personas sobre la alergia a este principio ha provocado cuadros alérgicos y diarreas severas. Eso es en el caso de los antibióticos, que ya solo se pueden adquirir las dosis necesarias, pero los medicamentos sin prescripción médica más reconocidos también provocan problemas. Los hipertensos que toman antiinflamatorios para el dolor pueden tener subidas de tensión o el abuso de paracetamol, uno de los productos más inocuos, puede provocas problemas de hígado.

Aunque cada vez se hace un uso más racional de los antibióticos ¿cómo cambiar este hábito tan instaurado en la sociedad con el resto de medicamentos? Para Criado las administraciones la receta electrónica es la respuesta burocrática. Sin embargo, aún queda trabajo para calar en la conciencia del ciudadano y comprender que no es necesario acumular, sin más, y mucho menos ingerir cuando no es necesario. En este punto, defiende el papel activo de las farmacias y su amplia red con un establecimiento cada 250 metros en la ciudad. Además son el primer filtro al que pueden consultar los ciudadanos antes de medicarse, una solución media entre la automedicación o pedir cita al médico de cabecera. Si por cualquier molestia se acudiera al médico es probable que el sistema se colapsaría. «El farmacéutico tiene una gran labor para aligerar el colapso que se pueda crear en el centro de salud. Es el primer profesional y el más accesible al que puede acudir el ciudadano y según el cuadro, se aconseja visitar al médico», sentencia Criado, e incluso apunta a que algunas farmacias ya comienzan a tener el servicio SPD (Sistema Personalizado de Dosificación) o el de revisión de la medicación para conocer posibles reacciones, duplicidades u otras cuestiones.

Pero ¿qué debe haber en un botiquín? Francisco Criado asegura que en casa no deben faltar productos como vetadine, alcohol, agua oxigenada, esparadrapos, tiritas, puntos de sutura y alguna crema específica destinada a quemaduras o picaduras. Otros productos como paracetamol o algún anticatarral no forman parte del botiquín en sí pero tenerlo mano es necesario en ciertas ocasiones.

Encuesta de la Semfyc sobre autocuidado 2015