No viven en el 221 de Baker Street en Londres, tampoco visten con gabardina y sombrero y aunque las últimas semanas la lluvia ha acompañado a la mayoría de ellos, es el sol su mayor aliado.

En la calle, en la playa, en un hotel o en una oficina. Es probable que en su día a día haya coincidido con un detective privado en busca de información o que incluso haya sido víctima de alguna de sus investigaciones. Están escondidos, agazapados en sus propios vehículos, acompañados de una cámara y son tan camaleónicos que pueden mimetizarse con el paisaje o perseguirles hasta festivales de música y reuniones privadas. Todo sin que ustedes se den cuenta.

Así funcionan los investigadores privados en Málaga. Cuestiones laborales como fraudes con los seguros o las pensiones o asuntos familiares vinculados a custodias de menores y, en menor medida, las infidelidades, forman parte del día a día de detectives como Nuria Medina Pérez, con número de licencia 3.145 y trabajadora de Unipol que confiesa que con la llegada de la crisis, las investigaciones de índole laboral forman parte de su agenda y aunque cada caso es distinto sí es cierto que «la picaresca de los ciudadanos para conseguir una baja laboral» sigue siendo de los sucesos más «destapados» por estos profesionales que suelen dedicar a cada caso entre 3 y 5 días de media y cobran una media de 1.000 euros. «Cumplido este tiempo es cuando se decide informar, con sinceridad, al cliente de si es necesario continuar con el seguimiento».

La discreción forma parte del trabajo y aunque es cierto que las películas han popularizado su oficio, muchos de los rumores sobre sus movimientos son ciertos. «Intentamos no llamar la atención con respecto a la vestimenta. Además, debemos saber adaptarnos al medio porque por la mañana podemos estar en Puerto Banús y por la tarde en un barrio más peligroso», comenta David Montero, que lleva ejerciendo la profesión varios años y que conoce cuáles son las necesidades para cada caso: «Si investigo un tema de estafas, debo llevar el pasaporte en la guantera porque en cualquier momento la investigación me obliga a tomar un vuelo y cuando llega el verano, una toalla y un bañador son imprescindibles», cuenta y aunque su objetivo es normalizar su oficio, lo cierto es que no lo consigue.

Con la llegada de la crisis económica es cierto que los asuntos de estafas a empresas se han incrementado de forma abismal y también han notado un descenso del número de casos. «Cuando llega una crisis, los detectives somos buitres en busca de casos pero en ésta no ha ocurrido lo mismo», se queja David Montero, que ha vivido varias recesiones económicas. Ninguna como ésta.

Damián Pérez es un nombre falso. Él prefiere que no se sepa el verdadero porque se lo impide el oficio que lleva ejerciendo desde hace más de una década. «No es una profesión en la que entren caras nuevas. Hay muchos que comienzan a trabajar, se aburren y lo dejan», dice de un modo rotundo, con voz ronca. La mayoría de sus clientes son nacionales pero cuando su trabajo se acerca a la costa, la cosa cambia: «En Marbella puedes encontrar un cliente malagueño y otro extranjero». Y luego está Melilla: «Allí no hay detectives y la mayoría de casos lo investigamos nosotros», cuenta.

Sus ojos han visto casos de toda índole, tantos que ahora dice que podría destacar todos y ninguno. Años de experiencia dan para casos de película y aunque no lo confiesan de un modo abierto, es cierto. Sus vidas se parecen mucho a la de un Sherlock Holmes en la Málaga de 2016.