Años después de que «Fernando VII usara paletó», como reza la canción infantil -es decir la prenda francesa del paletot, para recordar sus años pasados en Francia a la sombra de Napoleón- Churriana era todavía un pueblo de la provincia de Málaga con 239 habitantes, mientras que Olías, otro pueblo, contaba con 135. Algo distinto era El Palo, catalogado como «arrabal de la ciudad de Málaga» con 1.275 habitantes y que «se gobierna por un alcalde de barrio».

En Málaga capital, los presos condenados a los presidios de África seguían aguardando días y semanas la salida de los buques rumbo a la cárcel; a una hora a pie hacia el Oeste de la ciudad había «huertas a 200 pasos del mar y casi a su nivel, cercadas de pitas y nopales» y la ciudad contaba por entonces (1831/34) con fábricas de las que salían los productos más variados: jabón, sombreros, clavos, sierras de vapor, cal y ladrillo, así como tintes «que dan un negro permanente e inimitable».

Estas pinceladas forman parte del poco conocido Diccionario Geográfico Universal, publicado en diez tomos entre 1831 y 1834 por una Sociedad de Literatos de Barcelona. Se trata de una obra anterior al famoso Diccionario Geográfico-Estadístico Histórico de España (1845-1850) de Pascual Madoz y que se encontraba en la biblioteca de la Academia Malagueña de Ciencias. Ahora, la veterana institución la ha transformado en libro con la transcripción de todo lo relacionado con la provincia de Málaga.

La obra, que cuenta con la ayuda de la Junta de Andalucía, será presentada esta tarde a las 19 horas en el Instituto de Estudios Portuarios por el delegado del Gobierno de la Junta, José Luis Ruiz Espejo; el presidente de la Autoridad Portuaria, Paulino Plata y por Fernando Orellana, presidente de la Academia Malagueña de Ciencias.

Los encargados de la transcripción y la introducción son los académicos de Ciencias Francisco Cabrera Pablos y Manuel Olmedo Checa. El primero explica que, hace años, ya solía transcribir lo relacionado con Málaga del diccionario para sus trabajos de investigación, «porque me resultaba más cómodo y al final me di cuenta de que las comarcas principales estaban transcritas». Para Francisco Cabrera, el hecho de que el diccionario lo hiciera una sociedad de literatos y no un autor en concreto podría explicar la escasa difusión.

Por su parte, Manuel Olmedo explica que el libro se ha enriquecido con el catálogo de imágenes del Catastro de Ensenada del Archivo Histórico Provincial de Granada, pero también con grabados y planos de numerosos archivos españoles, y todos cuentan ya con un ejemplar de la obra, al igual que los presidentes de las academias de Andalucía.

El responsable de la Academia Malagueña de Ciencias, Fernando Orellana, aplaudió la obra y recalcó que iniciativas como esta «sirven para potenciar la Sección de Ciencias Sociales y Humanidades de la Academia».

Los autores del estudio y la transcripción recalcan que se trata de un retrato de la Málaga de los últimos años de Fernando VII, que empieza a levantar cabeza, tras las epidemias, vaivenes políticos y la no tan lejana invasión francesa, gracias sobre todo al sector primario (almendros, naranjos, limoneros, olivos, ananás, morales y algunos frutos tropicales) y a la exportación de vinos y pasas. Y ya apuntaba la Málaga industrial.

Obra no venial, los asistentes al acto de esta tarde recibirán un ejemplar.