­La inmigración aprieta al otro lado del Mar de Alborán. Los 323 ocupantes de las ocho pateras que han sido interceptadas y desembarcadas en Málaga en lo que va de año cuando trataban de alcanzar la Península no sólo han pulverizado los registros anuales de los últimos nueve ejercicios, sino que parecen ser la antesala de una segunda mitad de año muy productiva para las mafias que trafican con los sueños y la desesperación. Con los datos actualizados por la Subdelegación del Gobierno de Málaga hasta el pasado miércoles, y con todas las bondades que la climatología concede a esta actividad en verano y el otoño todavía por llegar, esas 323 personas detenidas en menos de seis meses y entre las que cada vez hay más mujeres y menores ya suponen 116 más que todas las arrestadas en la costa malagueña durante 2015. Un año éste que, con 207 casos, ya supuso un cambio de tendencia tras varios años de descensos. Con 89 detenidos en 2014; 16 en 2013; 93 en 2012; 125 en 2011; 109 en 2010; 25 en 2009; 86 en 2008; y 188 en 2007, la Costa del Sol se encuentra actualmente más cerca de las mayores cifras que registró en 2006 y 2005 con 551 y 710 inmigrantes interceptados en patera, respectivamente.

La previsión de un verano especialmente activo en el Mar de Alborán va más allá de unos números que hablan por sí mismos por muy fríos que resulten. También llega desde el norte de Marruecos en forma de información a la Brigada de Extranjería de la Comisaría Provincial de Málaga. El máximo responsable de la unidad asegura que en el incremento de la inmigración irregular detectada estos meses en nuestras costas pueden influir diversos factores, desde el tipo de organización criminal que catapulta las pateras hasta las corrientes y vientos marinos que tienen mucho que decir a la hora de alcanzar tierra, ya sea por las costas de Cádiz, Málaga, Granada o Almería.

El comisario jefe de la brigada también apunta a causas de mayor calado para explicar el aumento de inmigrantes que han tocado tierra en Málaga, como las que afectan directamente a los principales pasillos a Europa y que explica con la teoría del globo que se aprieta por un lado y se hincha por otro. Los controles fronterizos, argumenta, son ahora más efectivos en zonas como Turquía o Libia y provocan que los flujos migratorios busquen otras opciones como Alborán o el Estrecho, donde la cercanía entre las dos orillas continentales sigue siendo uno de los mejores escaparates de las mafias. Ni siquiera la gran colaboración que las autoridades marroquíes ofrecen a España puede contener la oferta y la demanda que a día de hoy existe en demasiados puntos del litoral del país norteafricano. «Allí es imposible controlar tantos kilómetros de costa», apunta otro especialista de la brigada que sugiere que en la costa de Marruecos hay casi tantas mafias como países de procedencia de las personas que tratan de alcanzar Europa a través del litoral andaluz. Por las dependencias de la comisaría han pasado ciudadanos de prácticamente todo el continente africano, pero la mayoría son originarios de Guinea-Conakri, Camerún, Liberia, Senegal, Costa de Marfil, Ghana o Mali.

Aunque la mayoría de estas organizaciones son autóctonas, la abrumadora demanda de ciudadanos de origen subsahariano (el 83,5% de los interceptados en Málaga en patera) que quieren alcanzar España ha creado una considerable oferta con el denominador común de la ausencia de escrúpulos. Según la experiencia del equipo policial consultado por este periódico, los inmigrantes se enfrentan desde que salen de su país a una o varias organizaciones que les cobran por tramos cantidades que llegan a sumar entre 2.500 y 5.000 euros por persona, auténticas fortunas que provocan que algunos tarden en completar su periplo, si no desisten y regresan a casa, hasta un máximo de dos años. Para redondear el negocio, las estadísticas confirman que las organizaciones apuestan por embarcaciones más grandes en las que cada vez meten a más personas para rentabilizar más cada viaje en detrimento de la seguridad. Sólo en el caso de Málaga, las ocho embarcaciones interceptadas este año arrojan una media superior a los 40 ocupantes -tres de ellas superaron el medio centenar de tripulantes-, una circunstancia que choca claramente con las cifras de la última década. Los años más intensos, 2005 y 2006, arrojan medias que no superan las 22 personas por embarcación, mientras que en el resto de ejercicios las medias son mucho menores.

En cualquier caso, la eficacia de los sistemas de vigilancia fronteriza y las continuos rescates por parte de Salvamento Marítimo permiten que la mayoría de los inmigrantes que se lanzan al mar regresen a sus países vivos. Una vez que tocan tierra y son atendidos por Cruz Roja, pocos son los que no son expulsados a sus países de origen tal y como ordena la actual Ley de Extranjería. Ni siquiera ese ciudadano marroquí que ya lo ha intentado en siete ocasiones y seguramente volverá a hacerlo.