­Montserrat Corulla fue una mujer con suerte hasta su detención en 2006 en el marco del caso Malaya. Antes, esta abogada con gran talento para los negocios se dedicaba a gestionar la compra y transformación de palacios madrileños en hoteles para la organización que dirigía Juan Antonio Roca. Luego, pasó varios meses en prisión y, tras casi una década de pena de banquillo, fue condenada a tres años y medio de cárcel y a pagar 30 millones de euros de multa por blanqueo de capitales. Ahora, sus abogados han solicitado al Gobierno un indulto parcial que le permita salir de prisión.

Asimismo, los letrados que representan los intereses de esta enigmática imputada han pedido que se suspenda la ejecución de la pena mientras se tramita la medida de gracia, es decir, que se le permita salir de prisión hasta que sepa si el Gobierno le reduce la pena o no.

Los juristas recuerdan, según las fuentes consultadas, que no tiene antecedentes penales y, por tanto, es delincuente primaria, por lo que mantenerla entre rejas supondría truncar la función de reinserción que llevan siempre aparejadas las penas de cárcel. Asimismo, han pasado más de doce años desde que cometió el delito. Por eso, ha de ver cómo se le suspende la pena, según sus letrados.

Para ver colmadas sus expectativas, necesita Corulla de informes de la Fiscalía y la Audiencia Provincial, aunque como primera medida espera que la Sala malagueña le permita salir. Luego, el Consejo de Ministros tendrá la última palabra.

Corulla ya salvó una difícil bola de partido, puesto que la Fiscalía Anticorrupción pedía para ella cuatro años de cárcel y 100 millones de euros de multa y atravesó cinco penosos meses en la cárcel de forma preventiva, hasta que decidió que no aguantaba más y declaró ante el juez Miguel Ángel Torres. Hay quien dice que lo que contó en aquella comparecencia puso a otros imputados en serios problemas, aunque lo que vino a reconocer es que era una mujer de paja de Juan Antonio Roca, es decir, administraba Condeor, una sociedad que compraba palacetes para convertirlos en hoteles de lujo. Había conocido a Roca a finales de los 90 y luego comenzó a trabajar en el despacho madrileño que se convirtió en el primer corazón de la organización.

Ella misma fue reclamando a Roca más protagonismo y en 2002 llega a Condeor. Allí es donde cierra la adquisición de dos palacetes madrileños e intermedia en otras operaciones. «Para Juan Antonio Roca, nunca nada es suficiente», llegó a decirle al juez Torres, quien apreció su destacable valía y su inteligencia en uno de los autos que escribió sobre ella.

Pero Corulla tenía más clientes y en su nombre intervino en diversas gestiones con el Ayuntamiento de Madrid. Cuando el candidato socialista a la alcaldía de Madrid en 2007, Miguel Sebastián, preguntó a su entonces rival, el luego ministro Alberto Ruiz Gallardón en un debate televisado por los vínculos urbanísticos de ambos mostrando una foto de la abogada, alcanzó su minuto de gloria, de forma que se especuló, y mucho, sobre la naturaleza de su relación con el exdirigente popular, una amistad cuyas aristas internas nunca se han aclarado. No en vano, Gallardón montó en cólera por lo que creyó un ataque personal. Se especuló durante mucho tiempo con que las conversaciones entre ambos fueron eliminadas del sumario, pero, sin embargo, otras de carácter íntimo sí se mantuvieran. Un policía llegó a escribir, en la transcripción de las conversaciones telefónicas: «Él intenta ligar con ella».

Su abogado pidió en el juicio que esas conversaciones también se quitaran del sumario de la operación contra la corrupción urbanística. De momento, Corulla espera poder salir de prisión hasta saber qué pasa con el indulto. ¿Tendrá suerte?