«Los archivos de Maras son un invento», sentenció Andrés Liétor, empresario condenado en el caso Malaya, durante su declaración en el juicio. Llegó a decir de sí mismo que era doctor en esta causa, de tanto como había estudiado. El hombre que trató dinamitar la vista del caso incluyendo en su conspiración a varios abogados para retrasar todo lo posible las sesiones y que con tanta vehemencia había proclamado su inocencia se escapó en junio de 2014. Ahora, tras dos años de fuga, la Interpol lo ha detenido en una lujosa urbanización del municipio de San Cristóbal, en el estado de Táchira, donde ha vivido tranquilamente desde que escapó de la justicia española. La Policía Nacional fue la que lo localizó en el país caribeño y avisó a la Interpol.

Los nubarrones llegaron en junio de 2014, cuando un juzgado de Madrid dictó una orden de busca y captura contra él por una condena por delito fiscal en aquella ciudad, pero las cosas de verdad se le complicaron cuando en julio de 2015 el Tribunal Supremo lo sentenció en Malaya a cuatro años y cuatro meses de prisión y a una multa de cuatro millones de euros por los delitos de blanqueo de capitales, cohecho, fraude y prevaricación. La Audiencia Provincial ejecutó el fallo del caso Malaya en enero de 2016 y, cuando debía presentarse a una cárcel para cumplir su pena, no lo hizo, por lo que la Sala que enjuició a la trama de corrupción dictó una orden europea e internacional de busca y captura, que dio sus frutos el pasado 22 de junio, cuando funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas lo capturaron a las 10.30 de la mañana paseando por la calle en la urbanización Valle Arriba de Arjona.

Este periódico adelantó su fuga en julio de 2014, después de que su abogado de Marbella despachara la pregunta de la huida de su representado con una lacónica frase: «No sé nada de lo que me está contando». Otras fuentes explicaron que se había perdido la pista del industrial jiennense unas semanas antes. Ahora, se inicia un tortuoso proceso de extradición a España.

Liétor fue un empresario muy ligado al gilismo a través de su socio en la promotora y constructora CCF21, Carlos Sánchez, considerado el maestro de Juan Antonio Roca. No en vano, hizo numerosos negocios en la Marbella de la época, algunos de los cuales acabaron llevándole al banquillo de los acusados en el caso Malaya. En una de sus primeras declaraciones tras su detención, sufrió una angina de pecho y tuvo que ser hospitalizado. Desde entonces, su línea de defensa se basó en un estudio pormenorizado del caso y en una vehemencia inusual.

A principios de 2010, como también adelantó este periódico en exclusiva, fijó en un hotel madrileño una reunión para abogados e imputados con el fin de retrasar todo lo posible el juicio del caso, en el que veía una «evidente politización». Él veía que, de coincidir el plenario con las autonómicas y municipales de 2011, el PSOE se presentaría como campeón contra la corrupción y se lograría una sentencia ejemplarizante.

Ya durante el juicio, llegó a presentar un polémico informe pericial que, según él, demostraba que los archivos de Maras Asesores, en los que constaban los acrónimos de los que pagaron o recibieron sobornos de Roca, estaban manipulados, pero su intento no le valió de nada y acabó siendo condenado, aunque el Supremo le rebajó la pena. «En el calabozo municipal de Marbella leí el auto de detención, y desde aquella noche, el 10 de julio de 2006, hasta hoy, estoy estudiando Malaya. Cuando ustedes emitan la sentencia seré doctor en Malaya», llegó a explicar a la Sala. También fue protagonista de un tenso careo con Roca.

Fuentes jurídicas explicaron ayer que sabían donde estaba a través de terceros, y creen que habrá elegido Venezuela «porque es más complicado cazarlo y extraditarlo», aunque él pensaría que iba a pasar desapercibido. Tras una intensa investigación, los policías llegaron hasta él mientras caminaba tranquilamente en la urbanización de lujo que le servía de cobijo, a la espera de que las aguas bajaran menos turbulentas en España.

Hay otros fugados ilustres: Carlos Fernández, el exedil andalucista que huyó mientras hacía el Camino de Santiago hace ya 10 años; José Manuel Carlos Llorca, un enigmático imputado que también estaba invitado a las fiestas de los casos Ballena Blanca y Fórum Filatélico, y Juan Germán Hoffman, el abogado alemán sentenciado que se fugó pocos días antes de entrar en la cárcel el pasado enero.