­ Pocos proyectos urbanísticos han arrastrado tanta polémica. Ni siquiera a finales del siglo pasado, cuando la fiebre del ladrillo coincidió con un aumento de las exigencias y de la sensibilidad ciudadana. La reforma prevista de Hoyo de Esparteros, que incluye la demolición del antiguo edificio de La Mundial y la construcción de un hotel con firma de renombre, la de Rafael Moneo, ha ingresado con fuerza en la lista de preocupaciones y en la agenda de debate, con un movimiento popular, por un lado, altamente refractario a la idea inicial de los inversores y del Ayuntamiento y, por otro, con voces, la mayoría del entorno de los arquitectos, favorables a la intervención.

A menos de veinticuatro horas de que la Gerencia de Urbanismo delibere sobre la continuidad de los planes, y con el grupo promotor cubriéndose las espaldas frente al posible rechazo de los partidos políticos, La Mundial resuena y lo hace desde el centro de una controversia que va más allá de la supervivencia del inmueble y que comporta una aventura urbanística y política de amplio recorrido, con hasta dos modificaciones, incluso, de los códigos de edificación de la zona, que no permitían la inclusión de un edificio con tanta altura como la del futuro hotel, diseñado sobre los planos por Moneo con más de cuarenta metros y diez plantas.

Con más de una década en tramitación, es más que probable que el proyecto se enfrente hoy a un nuevo y poderoso contratiempo. Con la oposición en bloque en contra de la construcción, de nuevo será decisivo el voto de Ciudadanos, que ya anunció ayer que condicionará su apoyo a la presentación, por parte de la empresa, de un aval y memoria económica que garantice su solvencia y su capacidad para cumplir financieramente con lo pactado. Un documento que la firma todavía no ha mostrado, y que todo parece indicar que podría ser decisivo y convertirse en el mayor obstáculo para seguir adelante con la transformación de Hoyo de Esparteros.

Mientras las quinielas empiezan a despejarse en los despachos, el derribo de La Mundial y el futuro hotel continúan levantando pasiones. Más de doscientas personas participaron ayer en la concentración convocada por las plataformas ciudadanas para pedirle al equipo de gobierno que recapacite y dé marcha atrás a una reforma de historial intrincado, en la que tanto la Junta como el Ayuntamiento han modificado su planteamiento original respecto al grado de protección del edificio. El arquitecto Luis Ruiz Padrón entiende que no se trata de una simple sustitución de un inmueble, sino de una reinterpretación rupturista y radicalmente contraria del espacio. El diseño que defiende la promotora supone echar por tierra La Mundial y construir una réplica, aunque desplazada respecto a la ubicación que ocupa actualmente. Para el especialista, esta copia carecería de sentido, ya que el inmueble, obra de Eduardo Strachan, el cerebro de la calle Larios, fue alzado con unas características pensadas específicamente para adaptarse sin estridencias a su entorno, a poco metros de la brecha del río y del mercado de Atarazanas.

Ruiz Padrón, al igual que el geógrafo Antón Ozomek, autor del blog Edifeicios, es un defensor apasionado de los valores de la antigua pensión, que fue construida en 1894 con un cometido muy distinto al que posteriormente le dio fama. El bloque se levantó como palacete y para servir de residencia a uno de los matrimonios más pródigos de la época, el formado por Isabel Loring y Ricardo Heredia Livermore, los condes de Benahavís. Muchas décadas antes de abrir como pensión, La Mundial, con su cristalera redondeada y su rejería, conoció un esplendor que tiene mucho que ver con el despegue de la calle Larios y de la alta burguesía. Incluso, acogió temporalmente el gobierno civil, que era un privilegio que se reserva para las muestras arquitectónicas más refinadas. Ozomek cree que la desprotección actual del edificio se debe a un error en su estudio y a la dejación de los propietarios y el Ayuntamiento, que han incumplido con el compromiso legal de evitar su deterioro.

Para Ruiz Padrón la tumba de La Mundial, junto al hotel dibujado por Moneo, presume una intervención demasiado agresiva. A la pérdida del patrimonio, razona, se añade la nueva visión dominante, que pervertiría, dada su altura, el régimen de escalas del entorno. El arquitecto coincide con Ozomek en que la tolerancia al proyecto devendría también en una carga simbólica: sentar un peligroso precedente sobre la modificación de la ley a voluntad, el tan criticado urbanismo a la carta. «Se ha retorcido la legislación con el único objetivo de amparar un edificio con más altura que la que admite la zona. El nombre de Moneo ha servido para ablandar la resistencia que podría haber despertado el proyecto entre los mismos que lo defienden», indica.

Del otro lado de los detractores de la reforma, que cuentan con un respaldo social de más de 5.000 firmas, se encuentran autores como Francisco Sarabia, decano del Colegio de Arquitectos, que cree el debate debería enfocarse de un modo más desapasionado, sin ligar forzosamente la suerte de La Mundial a la del hotel de Moneo. El arquitecto confía en la evaluación de los técnicos y en la necesidad de rehabilitación que presenta la zona.

Juan Gavilanes representa a una generación de jóvenes arquitectos entre los que también se advierten visiones dispares. El especialista insiste en que un edificio como el de Moneo podría suponer un espaldarazo definitivo para un entorno en vías de transformación, que muy pronto será reinterpretado socialmente por la llegada del metro y la rehabilitación del mercado de Atarazanas. «Conservar no siempre es la mejor opción. De hecho, el propio Strachan, con la calle Larios, planteó un corte del discurso urbanístico musulmán y medieval de la ciudad para atender los encargos de la burguesía», indica.

La solución que Ruiz Padrón defiende para el entorno sería la convocatoria de un concurso público de ideas que tuviera en cuenta todos los valores que rodean al patrimonio: incluida la trama urbanística y sus funciones.