­En el Paseo Marítimo Antonio Banderas número 8, frente al Parque del Oeste, tiene Juan Manzano prácticamente su casa. Porque su chiringuito, su restaurante María, es como su hogar. En él lleva toda la vida, sus 63 años; unos metros más aquí, unos metros más allá, pero ahí, en esa zona que es su vida y donde comenzó con sus padres mientras jugaba de niño, como ahora juegan a su alrededor sus siete nietos.0.

¿Cuándo y cómo empieza la historia del chiringuito María?

Este chiringuito comienza en 1947 con mis padres. Después de ellos estuve yo, y ahora, ya están mis hijas y mis nietos. Somos ya la cuarta generación.

Desde el 47 son casi 70 años, ¿cómo ha ido evolucionando el chiringuito en este tiempo?

Bueno, al principio era una casa hecha de obra que había en la playa de mis abuelos, justo detrás de una fábrica que había. Allí mi madre vendía pescaíto frito y paellas de arroz. Después fue evolucionando y pusimos una terraza grande con la que estuvimos muchísimos años. Más tarde nos quitaron la terraza y nos pusieron un chiringuito de madera de los que había antiguamente y estuvimos con él más de 14 años. Y fue hace unos 11 años cuando ya nos ubicamos en el paseo marítimo con un chiringuito de obra, que realmente es ya un restaurante, pero le sigo manteniendo el nombre de chiringuito.

Y usted, Juan, ¿toda la vida en el chiringuito?

Uf, sí, desde que nací estoy en el chiringuito. Tengo muchísimos recuerdos de niño en él; yo estaba como ahora veo a mis siete nietos, todo el santo día. Este es un chiringuito familiar, aquí hemos estado siempre mi mujer y yo, y ahora están mis hijas con sus maridos. Por eso si sus padres están trabajando mis nietos se pasan aquí el día, como me lo pasaba yo. Incluso hay alguno que ya empieza a dar sus postrecillos de platos.

¿Qué recuerdos tiene usted de aquellos años?

Mire, todo era muy diferente cuando yo era un niño. Antiguamente, las familias se traían las cestas de comida a la playa; nosotros teníamos muchas mesas y las personas traían la comida de sus casas, la ponían en las mesas y pedían la bebida al chiringuito. Mi madre vendía paella de arroz. Hoy es muy diferente, ahora se vende mucho pescado, mucho marisco… ahora es totalmente un restaurante.

¿Juan, recuerda a qué edad comenzó a hacer sus primeros trabajos en el chiringuito?

Uy, desde niño estaba fregando vasos en la playa. Yo tendría unos 7 u 8 años cuando ya empecé a fregar vasos, a barrer,…ayudábamos en el guardarropa. Es que antes, mi madre alquilaba bañadores, la gente venía de los pueblos y alquilaba bañadores que valían 1 ó 2 pesetas, no lo recuerdo bien, y teníamos unos guardarropas. Claro que de esto puede hacer ya unos 50 años. Después, cuando me casé con veintitantos años, ya tomé yo las riendas del local.

Después de estar toda su vida en un chiringuito, ¿qué diría que ofrece este tipo de restaurantes junto a la playa frente a los tradicionales?

Siempre he dicho que del muro de ribera para arriba son restaurantes y del muro de ribera para abajo son chiringuitos. El muro de ribera es el muro que separa la playa del paseo marítimo, yo estoy metido en la playa, y aunque se come como en un restaurante, con una calidad muy buena, yo reconozco que esto es un chiringuito, porque estoy en la playa, aunque está estupendamente cuidado y preparado.

¿Qué diría que significan estos restaurantes de playa para la Costa del Sol?

Si no fuera por estos restaurantes de playa, el turismo cambiaría mucho. El turismo sería muy distinto. Nosotros damos un servicio al público muy importante; damos de todo, tenemos la obligación de que todo el mundo de la playa pueda usar por ejemplo nuestros baños. En las playas en las que hay chiringuitos hay mucha más gente que en las que no hay chiringuitos, porque en esas no hay servicios de comida, ni de bebida, ni baños,…

¿Cree que sería diferente la Costa del Sol si no hubiera chiringuitos?

Totalmente diferente. Hay playas que yo conozco a las que no va nadie. Son playazos, playas enormes, a las que no va el público porque no hay chiringuitos. ¿Por qué viene el turismo a la Costa del Sol? El turismo viene a la Costa porque están los chiringuitos, sino no vendría. La gente viene aquí y lo pasa estupendamente porque tienen todas las comodidades que se pueden tener hoy día en las playas. Tienen hamacas, comida, servicios en las hamacas con camareros, …tienen de todo y eso no lo tienen en otros lugares.

¿Y qué demanda el público en los chiringuitos?.

Hombre, si vienes a un chiringuito y no comes ni sardinas, ni coquinas, ni boquerones es como si no hubieras comido en la playa. Eso es lo principal, después hay de todo, yo tengo mucho marisco, cigalas, chicas y gordas, de todo, pero lo fundamental son las sardinas, las coquinas y los boquerones.

¿Cuénteme algún recuerdo que se le haya quedado grabado en la memoria de todos estos años

Uf, mire, por ejemplo, que yo era un nadador nato y he salvado a muchos niños del mar. Antes había aquí muy cerca un centro de niños y yo salvé a muchos del agua. Recuerdo a dos hermanos. Yo echaba mi barca al mar e iba a salvar a gente en apuros. Ah y otro recuerdo bonito que tengo, que hay hasta fotos, es que antiguamente se hacían concursos de castillos de arena en la playa y yo casi todos los años quedaba el segundo, había otro mejor que yo. (Ríe Juan).

¿Qué tipo de cliente llega al chiringuito?

Tengo clientes fijos de muchos años de Málaga, y después muchísimos del resto de España. Además ahora tengo mucho extranjero, porque tengo el hotel Vincci justo detrás y vienen a comer. Mire, hace un par de días vino a mi chiringuito un veneciano, al que en Venecia le dijeron que viniera a Málaga a comer al chiringuito María. Y por ejemplo tengo clientes que vienen en el AVE de Madrid, almuerzan y se vuelven a casa.

¿Es cierto entonces eso de que entre el cliente del chiringuito y el personal se crea un vínculo especial?

Sí, por supuesto que sí, se crean amistades muy especiales. Yo tengo hasta clientes que duermen en mi casa. Hay clientes de un par de años, con los que tengo tanta amistad, que yo viajo a su casa a Madrid y ellos vienen a la mía, aquí a Málaga»